WASHINGTON, D.C. La semana anterior, dos firmes defensores del embargo de EE.UU. contra Cuba salieron en contra del aislacionismo y a favor de expandir el comercio global.
¿Qué?
No es que no quisiera decirlo –aunque el titular de AP, “El senador Rubio adopta el papel de halcón de la política exterior”, sugiere otra cosa. El senador Rubio pronunció un discurso y publicó un artículo de opinión estableciendo las diferencias entre aquellos que él considera “aislacionistas”, incluyendo al presidente Obama, la exsecretaria Clinton y el senador Rand Paul, y los que comprenden los peligros del mundo, involucrándose ellos y a nuestro país.
El discurso, tal como apareció en The Washington Times, era parte de una más amplia estrategia de Rubio, porque él está pensando en ir en busca de la nominación presidencial en 2016. Esa lógica la comprendemos. Pero es difícil reconciliar el interés de Rubio en impedir los vuelos a Cuba por parte de viajeros norteamericanos y condenar la apertura de inversiones por parte de la comunidad norteamericana de negocios con su oposición de principios al aislacionismo.
Luego su colega, la representante Ileana Ros-Lehtinen, se expresó en Twitter a favor de expandir el comercio y crear más empleos en el sur de la Florida. Esto tiene mucha lógica, económica y políticamente. En el área metropolitana, donde está situado su distrito del sur de la Florida, las exportaciones tan solo en 2013alcanzaron un total de $41 mil millones de dólares y significaron 67% del total de exportación de mercancías de la Florida, según cifras del Departamento de Comercio de EE.UU.
Lo entendemos. Es bueno estar a favor del empleo. Sin embargo, es difícil reconciliar su tweet a favor del comercio con sus muy personales críticas a los floridanos que quieren vender exportaciones agrícolas a Cuba. Una vez dijo de estos agricultores floridanos: “Ellos enmascaran su codicia con este barniz de humanitarismo, pero no son la Madre Teresa”. Más recientemente, calificó a Alfonso Fanjul, un líder de la comunidad del exilio, de “patético” y “desvergonzado” porque desea regresar a Cuba como inversionista y hacer negocios en la industria azucarera.
Lo que ella ha hecho es más que proyectar sombra sobre sus electores. Toda la agricultura norteamericana está afectada por las restricciones a las exportaciones de alimentos que ella apoya, implementadas por el presidente George W. Bush. Los productores de maíz y soya aún están trabajando a Washington para que elimine esas barreras 14 años después de que se legalizaran las ventas de alimentos a Cuba.
En sus respectivas declaraciones, Rubio y Ros-Lehtinen están hacienda algo más que actuando para la gradería. Nos concentramos en ellos –como hicimos hace dos semanas después de que miembros de su personal visitaran China en un viajecito pagado por el gobierno chino– porque su risible doble moral no nos debiera distraer del serio impacto humano de sus políticas para aislar a Cuba, diplomática y económicamente.
Ellos apoyan políticas inmigratorias que incentivan a los cubanos a echarse a navegar en balsas para obtener acceso a Estados Unidos, políticas que han contribuido a que esto tenga el mayor número de muertos de cualquier desastre migratorio en botes en más de dos décadas. Esas políticas también provocaron el procesamiento judicial de un hombre de negocios de Miami, quien financió la operación que sacó a Yasiel Puig de Cuba de contrabando. Puig fue mantenido cautivo en México para obtener de él la promesa de pagar a los contrabandistas el 20% de sus ganancias futuras.
En momentos en que Cuba está enviando 165 profesionales de la medicina a combatir el brote de ébola en África, ellos también apoyan el Programa del Profesional Médico Cubano Bajo Palabra, el cual aún trabaja para acelerar la fuga cubana de cerebros, cuando en realidad EE.UU. debiera estar apoyando a cualquier país que responda a esta crisis humanitaria, incluyendo a Cuba.
Nada de esto le levantará el ánimo a Alan Gross, el exsubcontratista de AID, quien está a punto de celebrar Rosh Hahanah, el Año Nuevo judío por quinto año consecutivo en una prisión cubana.
Estamos seguros de que el señor Gross no apreciará la ironía del senador Rubio, un declarado oponente de usar la diplomacia con Cuba para obtener su liberación, que ahora jura lealtad a la causa del antiaislacionismo. O que la representante Ros-Lehtinen, tan dedicada al comercio como es, sea también un obstáculo orgullosamente comprometido para un acuerdo que canjee a los restantes de los Cinco de Cuba para garantizar su libertad.
Es la diplomacia, no la ironía, lo que provocará su liberación.
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