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martes, 16 de septiembre de 2014

-La OTAN, instrumento de guerra de Estados Unidos

Los acuerdos y la declaración final de la reciente cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Gales, enfilada principalmente contra Rusia, son testimonios de su belicista condición de gendarme mundial, papel que en su tiempo ambicionó desempeñar el régimen nazifascista hitleriano, derrotado en la Segunda Guerra Mundial. Su brutal participación militar en Kosovo, Serbia-Herzegovina, Belgrado, Afganistán, Irak y Libia; su injerencia y ambiciones en el cruento conflicto de Ucrania y sus amenazas de cercar las fronteras de la Federación de Rusia, patentizan el sometimiento de la OTAN a la “nueva estrategia geopolítica”, que en la Cumbre del año 2010, en Lisboa, Portugal, le asignara Estados Unidos, con la subordinación de sus aliados europeos, para hacer viables sus planes de dominio global imperialista. Esta alianza militar, engendrada por el Pacto del Atlántico Norte en pleno auge de la Guerra Fría, eje de la confrontación Este-Oeste y enfilada contra el entonces llamado campo socialista, fue suscrita en Washington el 4 de abril de 1949 por Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Holanda, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega y Portugal, al que se unieron en 1952 Turquía y en 1955 la entonces República Federal de Alemania (RFA). En mayo de 1954, con el fin de eliminar el carácter unilateral y agresivo que desde su nacimiento la identificó, la Unión Soviética solicitó su ingreso como miembro de la organización, el cual fue rechazado por las potencias occidentales, lo que originó la constitución del Tratado de Varsovia de Amistad y Asistencia Recíproca de los Países Socialistas, firmado el 14 de abril de 1955 entre Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia y República Democrática Alemana (RDA). El Pacto de Varsovia, contrapartida por varios años de la OTAN, fue disuelto en 1991 tras la desintegración de la Unión Soviética y los demás países socialistas de Europa Oriental. Ese mismo año y con su participación en la guerra desatada por EE.UU. y el Reino Unido contra Irak, la alianza atlántica dio fe de su total conversión en brazo armado de Washington para las campañas bélicas fuera de sus fronteras. Esa misión la desempeñó cabalmente en 1999 con sus genocidas bombardeos a Kosovo, Serbia-Herzegovina y Belgrado, con un trágico saldo de miles de muertos, heridos y devastación material. La guerra punitiva contra Afganistán en el 2001, como la ilegal e injustificada invasión a Irak en el 2003, volverían a ser escenarios de la participación conjunta de Estados Unidos y la OTAN en conflictos armados a miles de millas de distancia de sus costas y violatorios de las leyes internacionales y de la Carta de Naciones Unidas, organización con un pobre, ineficaz y censurable desempeño en esos países, los que aún sufren las consecuencias de una “democracia occidental” impuesta a cañonazos. Los incesantes bombardeos de la OTAN a Trípoli y Bengasi en Libia, en el año 2013, fueron quizás la más evidente actuación de esa organización como fuerza de tarea de EE.UU., al asumir prácticamente toda la acción militar contra el Gobierno en Muammar El Gaddafi hasta su ejecución por efectivos y mercenarios a su servicio. Gracias al Gobierno norteamericano y a su gendarme atlántico, Libia es hoy un Estado fallido, caotizado e ingobernable, con más de mil grupos armados y enfrentados entre sí por el poder y el control de los beneficios de la extracción de petróleo y gas. En su injerencia en el conflicto de Ucrania la alianza atlántica concentra hoy todas sus acciones contra Rusia, objeto de sus sanciones y de las amenazas de rodearla con nuevas bases militares. La Cumbre de Gales acordó el despliegue permanente de una fuerza de respuesta rápida compuesta por miles de efectivos para actuar en cualquier lugar del mundo, emplazados en nuevas bases militares en Letonia, Lituania, Estonia, Rumania y Polonia, países de Europa colindantes con Rusia, que ha anunciado la adopción de una nueva doctrina militar ante las amenazas de la OTAN y de su progenitor, Estados Unidos. De no lograrse una salida negociada y pacífica al conflicto, esta escalada de provocaciones crea la posibilidad de mayores enfrentamientos y el potencial peligro de una confrontación militar internacional de incalculables proporciones, por la posesión de sus antagónicos opositores de armas de destrucción masiva, capaces de aniquilar a la raza humana.

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