Blog_CubaSigueLaMarcha

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miércoles, 9 de octubre de 2019

Impacta en Universidad de Sancti Spíritus José Martí bloqueo de Estados Unidos

Universidad de Sancti Spíritus "José Martí Pérez" (Uniss)


Impacta en Universidad de Sancti Spíritus José Martí bloqueo de Estados Unidos


La casa de altos estudios no pudo adquirir tecnología de fabricación norteamericana, necesaria para la formación de los estudiantes de la carrera de Educación Especial.



Bloqueo de Estados Unidos afecta Universidad de Sancti Spíritus José Martí Pérez


Como evidencia concreta del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos contra Cuba, la Universidad de Sancti Spíritus (Uniss) José Martí Pérez no pudo adquirir los medios tecnológicos, de fabricación norteamericana, necesarios para la formación de los estudiantes de la carrera de Educación Especial en pregrado y posgrado en esa casa de altos estudios.
Así lo recoge el informe de Cuba sobre la Resolución No. 73/8 Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba, queserá votada a inicios de noviembre en el seno de laAsamblea General de las Naciones Unidas.
Debido a las restricciones aplicadas por la Casa Blanca, la institución espirituana de la Educación Superior no pudo comprar 20 máquinas de escribir Smart Brailler y aditamentos auditivos de la compañía Perkins, según denuncia el documento de la isla caribeña.
El propio informe por un lado reconoce que el tratamiento de personas con necesidades especiales constituye una prioridad para el Gobierno cubano y, por otro, advierte que estas ven limitado su acceso a muchos equipos que mejorarían su calidad de vida y potenciarían su inclusión y participación social, como resultado del cerco estadounidense.
Desde abril del 2018 hasta marzo del 2019, las principales afectaciones reportadas en el sector educacional de Cuba como consecuencia de esta política genocida están determinadas por el pago de tarifas aumentadas por concepto de flete para la transportación de los productos adquiridos en mercados lejanos, el acceso restringido a información científica y a herramientas informáticas destinadas a la producción de multimedias educativas, y por los obstáculos para recibir los pagos por los servicios profesionales ofrecidos en el extranjero.

Con vistas a garantizar el derecho a la educación, recogido en el Artículo 73, de la Constitución de la República, el Estado invierte 9 167 800 000 pesos en el presente año en dicho sector, equivalentes al 23.7 por ciento de su gasto presupuestario.

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Publicado por: David Díaz Ríos / CubaEstrellaQueIlumina

¿Qué poder tienen Facebook, Google y Twitter?

¿Qué poder tienen Facebook, Google y Twitter? / Por Manuel Hernández Borbolla / RT


El poderío creciente de los gigantes tecnológicos que controlan internet se ha traducido en una serie de denuncias sobre censura de contenidos a nivel global. Mientras tanto, algunos críticos, incluyendo Naciones Unidas, advierten que la privatización del ciberespacio representa un peligro para la libertad en el mundo.
Un fenómeno que ha provocado un cúmulo de denuncias y señalamientos contra compañías como Google, Facebook o Twitter, empresas que han decidido imponer de manera unilateral mayores restricciones al contenido que se publica en internet.
¿Pero de qué tamaño es el poder y el alcance de estas empresas que controlan la conversación pública en redes sociodigitales?

La censura en Twitter

El pasado 12 de septiembre, Twitter bloqueó las cuentas de los principales medios de Cuba, en un hecho calificado por la Unión de Periodistas de ese país (UPEC) como un “acto de censura masiva”. La decisión de la compañía, que no ofreció las razones, se produjo una semana después de que el Gobierno de EE.UU. endureciera sus sanciones económicas contra la isla.
Sin embargo no es el primer caso de este tipo que se produce en los últimos meses. En mayo pasado, la Agencia Venezolana de Noticias (AVN) denunció que Twitter había cancelado las cuentas institucionales de varias dependencias de Venezuela y medios de comunicación afines al Gobierno del presidente Nicolás Maduro, “violentando una vez más la libertad de expresión y defendiendo sus propios intereses”. El bloqueo se produjo un día después del fallido intento de golpe de Estado protagonizado por el diputado opositor Juan Guaidó.
Por esas mismas fechas, el analista mexicano Alfredo Jalife-Rahme fue expulsado de Twitter, tras criticar a personajes de la derecha de ese país, lo que desató una polémica en México sobre la censura en internet. Además, en agosto, varios usuarios afines al presidente Andrés Manuel López Obrador reportaron suspensión y bloqueo de cuentas tras hacer comentarios sobre el expresidente Felipe Calderón.
Entre las políticas de la empresa se establece la prohibición a la “glorificación de la violencia” o “cláusulas de integridad electoral” que prohíbe la injerencia en votaciones, a pesar de las ambigüedades inherentes a dichas reglas.

El ejército censor de Facebook

La mayor red social del planeta cuenta con personal dedicado a censurar comentarios en Facebook, a pesar de que los criterios también pueden resultar muy arbitrarios a la hora de, por ejemplo, vetar pezones de mujeres o temas vinculados con ideologías políticas.
Los términos para la eliminación de contenido en Facebook también han sido cuestionados, luego de que la empresa contratase a una organización financiada por el magnate George Soros para supervisar el borrado de contenido en su plataforma. La decisión provocó que algunos sectores acusaran al ‘establishment’ estadounidense de haber construido una herramienta para la censura y la lucha contra la disidencia en las redes sociales.
En 2017, Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, indicó que reforzaría el equipo que revisa las publicaciones hasta alcanzar casi las 8.000 personas alrededor del mundo. Este grupo es el encargado de borrar contenido que pudiera resultar ofensivo en temas como la violencia, el terrorismo, la pornografía y el racismo.
Los controles de contenido en Facebook se reforzaron luego del escándalo de Cambridge Analytica, empresa que generó noticias falsas para manipular elecciones, mediante la personalización de contenido basada en la filtración de datos personales de 87 millones de usuarios en el mundo.

El control de internet

De los 7.676 millones de personas que existen en el mundo, 3.484 millones son usuarios activos de redes sociodigitales en internet, lo que implica un 45 % de la población global, según el informe Digital In 2019, elaborado por We Are Social en colaboración con Hootsuite.
El documento sostiene que Facebook sigue siendo la red sociodigital más grande del planeta, con 2.271 millones de usuarios en 2019. Esto significa que la red social de Zuckerberg tiene influencia en un tercio de la población mundial.
Por su parte, Google concentra el 90 % de todas las búsquedas en internet de 2010 a 2019, según datos de Statista. Se calcula que la marca realiza alrededor de 3.500 millones de búsquedas por minuto. Además, Google maneja también otras plataformas como YouTube, la segunda red sociodigital más grande del planeta.
La plataforma de videos ha estado envuelta en la polémica por censurar contenido con la justificación de luchar contra las noticias falsas, tal como ocurrió recientemente durante las protestas en Hong Kong.
En 2017, Eric Schmidt, presidente ejecutivo de la empresa matriz de Google, Alphabet, aseguró que uno de los proyectos de la compañía a su cargo tenía como objetivo reemplazar el “mal discurso” con un “buen discurso”. También señaló que la compañía estaba desarrollando algoritmos para que los contenidos de medios rusos sean más difíciles de encontrar. “Estamos trabajando para detectar y eliminar el ranking de ese tipo de sitios, básicamente RT y Sputnik”, dijo.
En un documento interno de Google, filtrado a un medio estadounidense, el gigante admite que las empresas tecnológicas “controlan la mayoría de las conversaciones en línea” y han hecho un “cambio hacia la censura” de contenidos.
Google y Facebook dominaban en 2017 más del 70 % de todo el tráfico de internet,de acuerdo con una investigación del programador e informático André Staltz.
Estas empresas, además, controlaban el  61,4 % de todo el gasto en publicidad de internet, según datos de la consultora WARC, para lo que utilizan sistemas de espionaje y recolección de datos.
Sin embargo, las empresas tecnológicas de China también disputan parte de la hegemonía global. Pero mientras el grupo conocido como BAT (compuesto por las empresas chinas Baidu, Alibaba y Tencent) opera en función de los intereses del Gobierno chino, el denominado grupo GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon) lo hace en función de intereses privados que ya han sido puestos en la mira del Gobierno estadounidense.

Monopolio y censura

En junio pasado, el Congreso de EE.UU. inició una investigación en torno a la acumulación de poder y acciones monopólicas en las empresas tecnológicas, señaladas de asfixiar, clonar o confrontar rivales, además de otorgar ventajas indebidas a sus propios productos en sus plataformas.
En un hecho inédito, más de 50 fiscales y gobernadores de EE.UU. iniciaron una investigación contra Google y Facebook por prácticas que violarían la ley antimonopolio.
Asimismo, el presidente de EE.UU., Donald Trump, prepara ya una orden ejecutiva para “protegera los estadounidenses de la censura en línea”, luego de que tanto políticos republicanos como demócratas hayan denunciado problemas en sus redes sociodigitales. Por ello, la Casa Blanca lanzó una herramienta para reportar casos de censura en estas compañías.

La privatización de la red, un peligro latente

Ante el crecimiento de los gigantes tecnológicos, algunas voces críticas consideran que empresas como Google y Facebook han reunido demasiado poder.
La economista Shoshana Zuboff considera que los gigantes tecnológicos han creado un capitalismo de vigilancia que “evoca un poder profundamente antidemocrático” que implica el “derrocamiento de la soberanía del pueblo”.
“La ley simplemente no se ha adaptado al hecho de que una corporación tecnológica ahora puede poner a poblaciones enteras en servidumbre al bien corporativo, en lugar de al bien individual o público”, señaló el excontratista de la CIA, Edward Snowden, enjunio pasado.
Por su parte, la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ya advirtió en 2014, a través de un estudio titulado ‘Tendencias mundiales de la libertad de expresión y el desarrollo de los medios’, que la “privatización de la censura” representa un riesgo para la libre circulación de información en el mundo debido a “un control crecientede contenidos en la red cibernética por parte de intermediarios como los motores de búsqueda y las redes sociales“.
Un proceso de privatización del internet que definirá buena parte del debate en torno a los límites entre lo público y lo privado durante la primera mitad del siglo XXI.


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Publicado por: David Díaz Ríos / CubaEstrellaQueIlumina

Empresas de comunicación e industrias culturales: ni santas ni proscritas

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Empresas de comunicación e industrias culturales: ni santas ni proscritas /  


En la Cuba que intenta sacudirse de una visión instrumental de la comunicación y del modelo económicamente presupuestado por el Estado que le dio forma hasta nuestros días resulta esencial acceder a valoraciones y análisis como los realizados en el textIndustria cultural, información y capitalismo (Editorial Gedisa, 2013), del profesor brasileño César Bolaño.
Este libro tiene la enorme virtud de parecer un destello en medio del enorme agujero negro del marxismo occidental —y del cubano muy en particular—, acerca de la comunicación, descrito por Dallas Smythe, uno de los precursores y entre los más reconocidos estudiosos de la economía de la comunicación.
La debilidad académica, científica y práctica cubana en este aspecto es tan singular, que solo los debates de la actualización propuesta por el VI Congreso del Partido y los del X Congreso de la Unión de Periodistas, antecedido por la aprobación de la Política de Comunicación del Estado y del Gobierno, condujeron a esbozos acerca de la urgencia de estructurar un nuevo modelo de gestión económica de los medios que abriría el camino al uso en estos de la publicidad—con los correspondientes límites en una sociedad como la nuestra—, preterida durante buena parte de la existencia de la Revolución, entre otras variantes e iniciativas.
No puede obviarse tampoco que, dentro de un modelo económico centralizado, que en buena medida satanizó el mercado, hasta su reconocimiento en los Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, junto a la planificación socialista, resultaba complejo visualizar el uso de esas herramientas. Ello, pese a que fueron extendiéndose formas de mercado subterráneo que compiten hoy con los modelos públicos de gestión en los ámbitos cultural y comunicativo.
El debate ha sido catapultado por la expansión de un emergente sector privado de la comunicación, la cultura y el entretenimiento, que espolea los modelos de mediación y funcionamiento estructural de esos sectores en el país.
Ni siquiera la propaganda, especialmente la política y la de bien público, que caracterizaron buena parte del modelo comunicacional prevaleciente en la Cuba socialista, logró desarrollarse a la par de las increíbles sutilezas que imperan internacionalmente en este ámbito.
Cuba impulsó con la Revolución un enorme salto cultural, pero prejuicios y dogmas hicieron más difícil que ese capital se revirtiera en un poderoso sistema de reproducción simbólica, como el que se requiere para enfrentar los escenarios que nos plantea el mundo de hoy en este ámbito. En definitiva, el desafío planteado —tal como lo reconoció el Presidente Miguel Díaz-Canel en el IX Congreso de la UNEAC—es qué papel tendrían las industrias culturales y las empresas de comunicación, comprendidas dentro del más amplio y moderno concepto de Economía de la cultura, en el nuevo modelo a erigir y cómo evitar que reproduzcan los modelos de enajenación del mundo capitalista.
Se trataría de levantar un modelo de industria cultural y de empresas de comunicación para la participación protagónica, para la emancipación y la liberación humana en su más amplio sentido, de amplio e inclusivo carácter socialista.
Para ello la obra de Bolaños es reveladora, porque invita a repensar los nexos entre la escuela crítica de la Economía Política de la Comunicación con aquellos procesos centrales en la mediación, atendida, en los últimos años, a partir de analizar el consumo de la industria cultural. El autor relata los vínculos entre Estado, mercado y empresas multimediales, un propósito que impone reformular la perspectiva de estudio prevaleciente hasta ahora.
Se trata de repensar, desde una percepción marxista, todo el legado, con el ánimo de examinar la lógica del valor y el fetichismo de la mercancía desde un orden materialista de la información.
Estamos ante un significativo esfuerzo intelectual por entender la Economía Política de la Comunicación, frente al reto de los intelectuales marxistas y de izquierda de ahondar en el modo de producción, impacto y la propia naturaleza de las comunicaciones en la sociedad capitalista.
Lo que está jugándose en terreno tan delicado como el ámbito comunicacional no es solo la ideología, porque lo más complejo sería asimilar a las industrias culturales y las empresas de comunicación como parte de la estructura de estas sociedades.
Como nos recuerda Bolaños, ni siquiera Carlos Marx, con su capacidad de previsión, fue capaz de remontar los límites de su época, por lo que en El Capital las comunicaciones quedaron relegadas como objeto de análisis. Lo cierto es que ahora estamos en la era de las infocomunicaciones, un proceso a escala global que está cambiando acelerada y radicalmente todos los paradigmas, por lo que se demanda con urgencia una relectura profunda de todo el contexto y sus consecuencias.
Entre los aportes sustanciales de Bolaño está el rescate y revaluación del concepto de valor simbólico. Ello podría traducirse en que el artista y los medios ganan audiencias por mediación del valor simbólico producido, lo que posibilita al capital competir para alzarse con el mercado.
No menos valioso en esta indagación de Bolaños es lo que él mismo califica como una «crítica de la economía política de Internet», ese ámbito con apariencias muy democráticas, pero más bien, en su opinión, excluyente. Y ese es precisamente el contexto donde se están reestructurando y renovando las industrias de la comunicación y la cultura.
Otra distinción significativa fue dividir las nociones de capitalismo «clásico» y capitalismo «monopolista», que abre el camino a la denominada cultura de masas, caracterizada por la industrialización de la producción cultural.
El autor nos advierte como necesidad de esa industria que la publicidad y la propaganda se conectan con las demandas del receptor, o lo que llama el consumidor de cultura. Se manifiesta la relación dialéctica entre modo de vida y sistema.
Para Bolaños, en el capitalismo están separados los poderes económicos y políticos, y en esa coyuntura la función de orden simbólico se articula en base a dos necesidades del sistema, que se avienen con las ya citadas propaganda y publicidad, las cuales, como también se ha dicho, son patrimonio de la industria cultural en la era monopolista. Tan es así que el autor cataloga a la industria cultural como «la victoria más estrepitosa del capital y su realización más magnífica» el capital transfigurado cultura.
De todo el análisis anterior pueden extraerse lecciones para la sociedad cubana, su sistema de comunicación y cultura que, a juzgar por sus lógicas actuales de funcionamiento pareciera estar ajeno, mientras paquetes y paquetazos nos advierten de la urgencia de estos análisis.
El exministro de Cultura, Abel Prieto, destacado intelectual del país, reconocía en un debate parlamentario que estamos convencidos de que es muy difícil que las empresas nuestras puedan colocarse en el circuito mundial sin la alianza con otros grandes grupos internacionales, y que tenemos la obligación de buscar alianzas y alternativas sin hacer concesiones ni distorsionar el núcleo identitario que nos define. Pienso ahora mismo en aquella idea guevariana de que el socialismo debía apropiarse de las formas innovadoras de los monopolios capitalistas.
Claro que no fue de los enlatados o de la emergente industria mundial del entretenimiento —o del embrutecimiento como algunos la llaman— de donde bebieron únicamente los venerables que honran la cultura nacional. Pero ojo, algo de la espectacularidad y del divertimento, coloreado con nuestro propio arcoíris identitario, nos ha de servir también para digerir de entre todo eso, en aras de hacer menos denso el panorama cultural y comunicativo del país y la manera en que este se expande.
La Política de Comunicación aprobada en el año 2016 abre compuertas inéditas, entre estas sus planteamientos acerca de que hacia el futuro pueden convivir tres formas básicas de sostenibilidad económica de los medios: el Presupuesto estatal —dado el carácter público de la comunicación—,  las formas presupuestadas con tratamiento especial —una figura de tránsito hacia las formas empresariales que merecería reformulaciones para hacerla más flexible y exitosa—, y la posibilidad de fundar empresas de comunicación dentro de nuestro modelo de socialismo.
Vale aclarar que, pese a las limitaciones sufridas en estos años, en Cuba existen en el ámbito de la prensa proyectos probadamente exitosos de modelos de gestión económica combinados con el presupuesto, que trajeron significativas ventajas, pese a coexistir con diversos impedimentos que restringieron, significativamente, tanto su expansión como todas sus posibles repercusiones en los modelos de desarrollo e innovación del sistema de medios.
Otras experiencias de socialismo, como la vietnamita o la china, referentes para numerosos aspectos de la actualización socialista cubana, también supieron encontrar modelos de economía de la prensa que, más allá de cualquier cuestionamiento, no provocaron contradicciones insalvables con el carácter público de la misma, mientras catapultaban, con su autonomía en tan crucial aspecto, las bases esenciales para la modernización y la innovación en un mundo infocomunicacional extremadamente cambiante y competitivo.
Lo absurdo, cuando no suicida, sería dejar que el capitalismo siga aprovechándose de nuestros límites y prejuicios para que ese capital transfigurado en cultura siga acrecentando su victoria cultural.


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Publicado por: David Díaz Ríos / CubaEstrellaQueIlumina