Blog_CubaSigueLaMarcha

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viernes, 27 de abril de 2018

Las restauraciones coloniales en América Latina. Las nuevas dictaduras



El ascenso autoritario
La radicalización reaccionaria de los gobiernos de países como Paraguay, Argentina, Brasil, México u Honduras comienza a generar la polémica en torno de su caracterización.
Ninguno de esos regímenes ha sido el resultado de golpes de estado militares, en los casos de Brasil, Honduras o Paraguay la destitución  de los presidentes fue realizada (parodia constitucional mediante) por el poder legislativo en combinación más o menos fuerte con los poderes judicial y mediático. En Brasil la Presidencia pasó a ser ejercida por el vicepresidente Temer (ungido por un golpe parlamentario) cuyo nivel de aceptación popular según diversas encuestas rondaría apenas el 3 % de los ciudadanos. En Paraguay ocurrió lo mismo, y el presidente destituido fue remplazado por el vicepresidente a través de un procedimiento parlamentario express y luego fueron realizada elecciones presidenciales que consagraron a Horacio Cartes un personaje de ultraderecha claramente vinculado al narcotráfico.
En Honduras se realizaron elecciones presidenciales en noviembre 2017 (*1), la  “Alianza de Oposición contra la Dictadura” había ganado claramente pero el gobierno haciendo honor al calificativo con que lo había marcado la oposición consumó un fraude escandaloso afirmando así la continuidad del dictador Juan Orlando Hernandez.
Un caso por demás curioso es el de Argentina donde se realizaron en 2015 elecciones presidenciales en medio de una avalancha mediática, económica y judicial sin precedentes contra el gobierno y favorable al candidato derechista Maurizio Macrì. El resultado fue la victoria de Macrì por escaso margen quien apenas asumió la presidencia avanzó sobre los otros poderes del estado logrando al poco tiempo de hecho la suma del poder público. Si a esa concentración  de poder le agregamos el control de los medios de comunicación y del poder económico nos encontramos ante una pequeña camarilla con una capacidad de control propia de una dictadura. Completa el panorama el comportamiento cada vez más represivo del gobierno que por primera vez desde el fin de la dictadura militar en 1983 ha decidido la intervención de las Fuerzas Armadas en conflictos internos mediante la constitución de una “fuerza militar de despliegue rápido” integrada por efectivos del Ejército, la Marina y la Aeronáutica y la conformación de una fuerza operativa conjunta con la DEA utilizando la excusa de la “lucha contra el narcotráfico y el terrorismo” (*2). De ese modo Argentina se incorpora a una tendencia regional impuesta por los Estados Unidos de reconversión convergente de las Fuerzas Armadas convencionales, las policías y otras estructuras de seguridad en policias-militares capaces  de “controlar” a las poblaciones de esos países. No siguiendo el viejo estilo conservador-cuartelario inspirado en la “doctrina de seguridad nacional” sino estableciendo espacios sociales caóticos inmersos en el desastre, precisamente atravesados por el narcotráfico (promovido, manipulado desde arriba) y otras formas de criminalidad disociadora siguiendo la doctrina de la Guerra de Cuarta Generación.
En México como sabemos se suceden los gobiernos fraudulentos inmersos en una creciente ola de barbarie y en Colombia la abstención electoral tradicionalmente mayoritaria llegó recientemente a cerca de dos tercios del padrón electoral (*3) adornada por un muy publicitado “proceso de paz” que logró la rendición de las FARC asegurando al mismo tiempo la preservación de la dinámica de saqueos, asesinatos y concentración de ingresos que caracteriza tradicionalmente a ese sistema. En estos dos casos no nos encontramos ante algo “nuevo” sino frente a regímenes relativamente viejos que fueron evolucionando hasta llegar hoy a constituir verdaderos ejemplos exitosos de aplicación de las técnicas más avanzadas de desintegración social. La tragedia de esos países muestra el futuro que aguarda a los recién llegados al infierno.
El panorama queda completado con las tentativas de restauración reaccionaria en Bolivia y Venezuela. En el caso venezolano la intervención directa de Estados Unidos busca recuperar (recolonizar) la mayor reserva petrolera del mundo en momentos en que el reinado del petro-dolar (fundamento de la hegemonía financiera global del Imperio) entra en declinación rápida ante el ascenso del China (el mayor comprador internacional de petróleo) que busca imponer su propia moneda respaldada por oro (el petro-yuan-oro) en alianza presisamente con Venezuela y otros gigantes del sector energético como Rusia e Irán.
En Bolivia el aparato de inteligencia imperial realiza una de sus manipulaciones de manual inspirada en la doctrina de la Guerra de Cuarta Generación. Pone en acción sus apéndices mediáticos locales y globales intentando desplegar la histeria (en este caso racista) de franjas importantes de las clases medias blancas y mestizas contra el presidente indio. Aquí no solo se trata de barrer a un gobierno progresista sino de apropiarse de las reservas de litio, las mayores del mundo (según distintas prospecciones Bolivia contaría con aproximadamente el 50 % de las reservas de litio del planeta), pieza clave en la futura reconversión energética global.
Principales características
Las actuales dictaduras tienen todas la característica de presentar una imagen civil con apariencia de respeto a los preceptos constitucionales, manteniendo un calendario electoral con pluralidad de partidos y demás rasgos de un régimen democrático de acuerdo a las reglas occidentales. Por otra parte no nos encontramos ante mecanismos explícitos de censura y aunque marginales o en posiciones muy secundarias se escuchan algunas voces divergentes. Los prisioneros políticos pasan casi siempre por los juzgados donde los jueces los condenan de manera arbitraria pero aparentando apoyarse en las normas legales vigentes. Los asesinatos de opositores son minimizados u ocultados por los medios de comunicación y quedan por lo general envueltos por mantos de confusión que diluyen las culpas estatales amalgamando de manera sistemática los crímenes políticos con las violencias policiales contra pobres y pequeños delincuentes sociales y represiones a las protestas populares
Esa máscara democrática, prolijamente desprolija, resulta ser lo que es: una máscara, cuando constatamos que los medios de comunicación convertidos en un instrumento de manipulación total de la población están controlados por monopolios como el grupo Clarín en Argentina, O Globo en Brasil o Televisa en México cuyos propietarios forman parte del estrecho círculo del Poder. O cuando llegamos a la conclusión de que el sistema judicial está completamente controlado por ese círculo del que participan los principales intereses económicos (transnacionalizados) manejando a discreción al aparato policial-militar. Y que en consecuencia los partidos políticos significativos, los medios de comunicación, las grandes estructuras sindicales y otros espacios de potencial expresión de la sociedad civil están estratégicamente controlados (más allá de ciertos descontroles tácticos) mediante una embrollada maraña de represiones, chantajes, crímenes selectivos, abusos judiciales, bombardeos mediáticos apabullantes disociadores o disciplinadores y fraude  electoral más o menos descarado según el problema concreto a resolver.
El nuevo panorama ha provocado una notable crisis de percepción donde la realidad choca con principios ideológicos, conceptualizaciones y otras componentes de un “sentido común” heredado del pasado. No somos víctimas de un rígido encuadramiento de la población con pretensiones totalitarias explícitas anulando toda posibilidad de disenso, buscando integrar al conjunto de la sociedad a un simple esquema militar, sino ante sistemas flexibles, en realidad embrollados, que no intentan disciplinar a todos sino más bien desarticular, degradar a la sociedad civil convirtiéndola en una víctima inofensiva, apabullada por la tragedia.
No se presentan proyectos nacionales desmesurados, propios de los militares “salvadores de la patria” de otros tiempos o imágenes siniestras como la de Pinochet, ni siquiera discursos hiper optimistas como el de los globalistas neoliberales de los años 1990 o personajes cómicos como Carlos Menem, sino presidentes sin carisma, por lo general torpes, aburridos repetidores de frases banales preparadas por los asesores de imagen que conforman una red regional globalizada de “formadores de opinión” made in USA.
En suma, las dictaduras blindadas y triunfalistas del pasado parecen haber sido reemplazadas por dictaduras o protodictaduras grises que ofrecen poco y nada montadas sobre aplanadoras mediáticas embrutecedoras. Siempre por detrás (en realidad por encima) de estos fenómenos se encuentran el aparato de inteligencia de los Estados Unidos y los de algunos de sus aliados. La CIA, la DEA, el MOSSAD, el M16 según los casos manipulan los ministerios de seguridad o de defensa, los de relaciones exteriores, las grandes estructuras policiales de esos regímenes vasallos y diseñan estrategias electorales fraudulentas y represiones puntuales.
Capitalismo de desintegración
Se forjan así articulaciones complejas, sistemas de dominación donde convergen élites locales (mediáticas, políticas, empresarias, policial-militares, etc.) con aparatos externos  integrantes del sistema de poder de los Estados Unidos.
Estas fuerzas dominan sociedades marcadas por lo que podría ser calificado como  “capitalismo de desintegración” basado en el saqueo de recursos naturales y la especulación financiera, y la creciente marginación de población, radicalmente diferente de los viejos capitalismos subdesarrollados estructurados en torno de actividades productivas (agrarias, mineras, industriales). No es que en los viejos sistemas no existiera el saqueo de recursos ni el bandidaje financiero, en algunos momentos y países ocupaban el centro de la escena pero en el largo plazo y en la mayor parte de los casos quedaban en un segundo plano. La superexplotación de la mano de obra y el acaparamiento de las ganancias productivas aparecían como los principales objetivos económicos directos de aquellas dictaduras.
Tampoco es cierto que ahora las élites dominantes se desinteresen de los salarios o de la propiedad de la tierra, por el contrario desarrollan una amplio abanico de estratagemas destinadas a reducir los salarios reales y adueñarse de territorios, ya que si en los viejos capitalismos no existía solamente producción sino también especulación y saqueo, en los actuales la base productiva, en retracción a causa del pillaje desmesurado, sigue siendo una fuente importantisima de beneficios. Sin embargo su preservación, su reproducción en el largo plazo no está en el centro de las preocupaciones cotidianas de las élites atrapadas psicológicamente por la dinámica parasitaria de la especulación financiera y su entorno de negocios turbios.
Entre otras cosas porque en el actual imaginario burgués ha desaparecido el largo plazo, sus operaciones más importantes están regidos por el corto plazo lumpecapitalista. En el saqueo de recursos naturales a través de la megaminería a cielo abierto, de la extracción de gas y petróleo de esquisto o de la agricultura basada en transgénicos, se utilizan tecnologías orientadas por la velocidad del ritmo financiero al servicio de gente que no tiene tiempo ni interés para dedicarse a temas tales como la salud de la población afectada, el equilibrio ambiental y otras áreas impactadas por los “daños colaterales” del éxito empresario (financierización del cambio tecnológico, la cultura técnica dominante como auxiliar del saqueo).
Estos capitalismos de desintegración son conducidos por élites que pueden ser caracterizadas como lumpenburguesías, burguesías principalmente parasitarias, transnacionalizadas, financierizadas, oscilando entre lo legal y lo ilegal, crecientemente alejadas de la producción. Son inestables no por accidentes de la coyuntura  sino por su esencia decadente. Por encima de ellas se encuentran las grandes potencias y sus élites embarcadas desde hace tiempo en el camino de la degradación, en un planeta donde los productos financieros derivados representaban a fines de 2017 unas siete veces el Producto Bruto Global, donde la deuda global total (pública más privada) era de casi tres veces el Producto Bruto Global, donde solo cinco grandes bancos estadounidenses disponían de “activos financieros derivados” por unos 250 billones de dólares (13 veces el Producto Bruto Interno de los Estados Unidos), donde sumadas las ocho personas más ricas del mundo disponen de una riqueza equivalente al 50 % de la población mundial (los más pobres).
La formación y encumbramiento de esas élites latinoamericanas son el resultado de prolongados procesos de decadencia estructural y cultural, de un subdesarrollo que incluyó hace ya varias décadas componentes parasitarias que se fueron adueñando del sistema, lo fueron carcomiendo, envenenando, pudriendo, siguiendo la lógica sobredeterminante del capitalismo global, no de manera mecánica sino imponiendo especificidades nacionales  propias de cada degeneración social.
Por debajo de esas élites aparecen poblaciones fragmentadas, con trabajadores integrados desde el punto de vista de las normas laborales vigentes separados de los trabajadores informales, precarios. Con masas crecientes de marginales urbanos, de pobres e indigentes estigmatizados por los medios de comunicación, despreciados por buena parte de las clases integradas que se van achicando en la medida en que avanzan los procesos de concentración económica y pillaje de riquezas.
No se trata entonces de espacios sociales estancados, segmentados de manera estable sino de sociedades sometidas a la reproducción ampliada de la rapiña elitista transnacionalizada, a la sucesión interminable de transferencias de ingresos de abajo hacia arriba y hacia el exterior, a la degradación ascendente de la calidad de vida de las clases bajas pero también de porciones crecientes de las capas medias.
Algunos autores se refieren al fenómeno calificándolo de “neoliberalismo tardío” (*4), algo así como un regreso a los paradigmas ideológicos neoliberales que tuvieron su auge en los años 1990 pero en un contexto global desfavorable a ese retorno (ascenso del proteccionismo comercial, declinación de la unipolaridad en torno de los Estados Unidos, etc.). Nos encontraríamos entonces frente a una aberración histórica, un contrasentido económico y geopolítico protagonizado por círculos dirigentes empecinados en su subordinación al Imperio norteamericano, interrumpiendo la marcha normal, racional, progresista y despolarizante que predominaba en América Latina. Las derechas latinoamericanas se encontrarían embarcadas en un proyecto a contramano de la evolución del mundo.
Pero ocurre que el mundo no se encamina hacia una nueva armonía, un nuevo ciclo productivo, sino hacia la profundización de una crisis de larga duración, iniciada hace casi medio siglo. La misma se caracteriza entre otras cosas por la declinación tendencial de las tasas de crecimiento de las economías capitalistas centrales tradicionales y la hipertrofia financiera (financierización de la economía global) impulsando el quiebre de normas, legitimidades institucionales y equilibrios socioculturales que aseguraban la reproducción de la civilización burguesa más allá de las turbulencias políticas o económicas. La mutación parasitaria-depredadora del capitalismo tiene como centro a Occidente articulado en torno del Imperio norteamericano pero envuelve al conjunto de la periferia y también afecta a potencias emergentes como China o Rusia muy dependientes de sus exportaciones donde los mercados de Europa, Estados Unidos y Japón cumplen un papel decisivo. Así es como la tasas de crecimiento del Producto Bruto Interno de China se vienen desacelerando y la economía rusa oscila entre la recesión, el estancamiento y el crecimiento anémico.
Un aspecto esencial de la nueva situación global es el carácter abiertamente devastador de las dinámicas agrarias, mineras e industriales motorizadas tanto por la potencias tradicionales como por las emergentes, cuyos efectos han dejado de ser una borrosa amenaza futura para convertirse en un desastre presente que se va amplificando año tras año.
Todo ello nos debería llevar a la conclusión de que los regímenes reaccionarios de América Latina no tienen nada de tardío, de desactualizado, de desubicación histórica sino que son la expresión de la podredumbre radical de las élites, de su mutación parasitaria enlazada con un fenómeno global que las incluye. Lo que nos permite descubrir no solo la fragilidad histórica, la inestabilidad de esas burguesías, tan prepotentes y voraces como enfermas, sino también las vanas ilusiones progresistas negadoras de la realidad, que al calificar de tardío al lumpencapitalismo dominante lo marcan como anormal, anómalo, a destiempo, alentando la esperanza del retorno a la “normalidad” de un nuevo ciclo de prosperidad en la región, más o menos keynesiano, más o menos productivo, más o menos democrático, más o menos razonable, ni muy derechista ni muy izquierdista, ni tan elitista ni tan populista. El sujeto burgués de ese horizonte burgués fantasioso solo está en su imaginación, la marcha real del mundo lo ha convertido en un habitante fantasmagórico de la memoria. Mientras tanto los grandes “empresarios”, los círculos concretos de poder, participan de cuerpo y alma en la orgía de la devastación, tan desinteresados en el largo plazo y el desastre social y ambiental como en la racionalidad progresista (a la que consideran un estorbo, una traba populista al libre funcionamiento del “mercado”).
Reacciones populares y profundización de la crisis
La gran incognita es la que se refiere al futuro comportamiento de las grandes mayorías populares que fueron afectadas tanto desde el punto de vista económico como cultural por la decadencia del sistema. Las élites pudieron aprovechar la desestructuración, las irracionalidades sociales generadas por un fenómeno perverso que atravesó tanto las etapas derechistas como las progresistas. Durante los períodos de gobiernos de derecha civiles o militares promoviendo y garantizando privilegios y abusos de todo tipo, afirmando un “sentido común“ egoísta, disociador, subestimador de identidades culturales solidarias. Pero cuando llegaron las experiencias progresistas esas élites utilizaron la degradación social existente, la fragmentación neoliberal heredada (enlazada en algunos casos con tradiciones de marginación muy enraizadas) impulsando irrupciones racistas, neofascistas de las capas medias extendidas a veces hasta espacios medio-bajos donde se mezclan el pequeño comerciante con el asalariado integrado (en consecuencia por encima del marginado, del precario).
Vimos así en Brasil, Argentina, Bolivia o Venezuela movilizaciones histéricas de clases medias urbanas neofascistas exigiendo las cabezas de los gobernantes “populistas”, manipuladas por los medios de comunicación y los poderes económicos que el progresismo había respetado como parte de su pertenencia al sistema (admitida abiertamente, silenciada o negada de manera superficial o insuficiente).
Ahora las llamadas restauraciones conservadoras o derechistas no están restaurando el pasado neoliberal sino instaurando esquemas de devastación nunca antes vistos. Pudieron triunfar gracias a las limitaciones y desinfles de progresismos acorralados por las crisis de sistemas que ellos pretendían mejorar, reformar o en algunos casos superar de manera indolora, gradual, “civilizada”.
Pero las crisis nacionales no se detienen, por el contrario son incentivadas por los comportamientos saqueadores de las derechas gobernantes que siguen practicando sus tácticas disociadoras, de embrutecimiento colectivo, buscando generar odio social hacia los pobres. Los medios de comunicación trabajan a pleno detrás de esos objetivos y como la declinación económica avanza empujada por las políticas oficiales y por  la marcha de la crisis global, las manipulaciones mediáticas comienzan a demostrarse impotentes ante la marea ascendente de protestas populares. La virtualidad del marketing neofascista empieza a ser desbordado por la materialidad de las penurias no solo de los pobres sino también de capas medias que se van empobreciendo. Males materiales que al amplificarse les abren la puerta a la rebeldía de quienes nunca fueron engañados y de los que han sido embaucados. Es así como en Brasil el repudio popular al gobierno de Temer es abrumador o en Argentina la imagen edulcorada de Macri se va diluyendo velozmente mientras se extienden las protestas populares.
La represión, la militarización de los gobiernos de derecha aparece entonces como alternativa de gobernabilidad, las dictaduras civiles van engendrando dispositivos policial-militares con la esperanza de controlar a los de abajo, van funcionando con cada vez mayor intensidad los mecanismos de “cooperación hemisférica”: operaciones conjuntas con la DEA, suministro de armamento y capacitación para el control de protestas sociales, multiplicación de estructuras represivas nacionales y regionales monitoreadas desde los Estados Unidos.
Se trata de un combate con final abierto entre fuerzas sociales que buscan sobrevivir y que al hacerlo pueden llegar a engendrar vastos movimientos de regeneración nacional, radicalmente antisistémicos y élites degradadas e inestables, dependientes del amo imperial (que se reserva el derecho a la intervención directa, si las circunstancias lo requieren y permiten), animadas por un nihilismo portador de pulsiones tanáticas.

Cuba: Nuevo Presidente y el mismo enemigo



Cuba con nuevo Presidente y el mismo enemigo. Por Iroel Sánchez


Sucedió y no fue por los planes de asesinato fraguados en la CIA, ni tampoco por las consecuencias de la desaparición de la URSS ni por el efecto de los más de 50 millones dólares anuales destinados al “cambio de régimen” en Cuba y que durante la administración Obama alcanzaron sus cifras récord: Hay un nuevo Presidente en Cuba, nació después de 1959 y se llama Miguel Díaz Canel Bermúdez.
Hijo de trabajadores, educado en una casa humilde que alguna vez perdió parte de su techo, sin grandes propiedades heredadas ni adquiridas, Díaz Canel es un ingeniero electrónico de 58 años que cumplió su Servicio social en una unidad de cohetes antiaéreos de las Fuerzas Armadas cubanas, fue profesor en la universidad donde se graduó, una de las más importantes del país, donde también se inició como dirigente profesional de la Juventud Comunista (UJC) y colaboró como trabajador internacionalista con la Nicaragua sandinista. En la UJC ocupó las máximas responsabilidades en su provincia natal, Villa Clara, en su Buró Nacional atendió el sector de los jóvenes trabajadores, desde donde impulsó el trabajo voluntario con su ejemplo personal, luego de ser Segundo Secretario de esa organización regresó a Villa Clara para trabajar en el Buró Provincial del Partido Comunista y poco después le eligieron su Primer Secretario allí cuando transcurrían los momentos más duros de la crisis económica provocada en Cuba por el impacto de la desaparición de sus relaciones comerciales con la URSS, pese a ello logró reconocimiento popular por su sencillez, cercanía y sensibilidad con los problemas de la gente, así como por su sentido abierto hacia el debate público, su contacto con escritores y artistas y su actitud desprejuiciada hacia  la diversidad sexual. Luego de nueve años en Villa Clara fue electo como máximo dirigente partidista en otra de las mayores provincias del país, desde donde le designaron Ministro de Educación Superior, uno de los organismos más exigentes en términos de preparación profesional por su atención a las universidades y relación con las ciencias. En 2012 fue designado Vicepresidente del Consejo de Ministros a cargo de la ciencia y educación, y desde 2013 electo Primer Vicepresidente del Consejo de Estado.
Quien quiera conocer su pensamiento puede ver su discurso ante la Asamblea Nacional, que le eligió con 99,83% de los votos, como también otros realizados ante el Congreso de la Unión de Periodistas y  el Primer Taller Nacional de Informatización, tarea que ha impulsado consecuentemente como Vicepresidente Primero del país y responsable del área ideológica en la dirección del Partido Comunista.
En su intervención  ante la Asamblea después de ser electo, además de sus compromisos con la historia y con la continuidad de  Revolución cubana, con Fidel y Raúl Castro, hay un acercamiento coherente a los desafíos que enfrenta Cuba, a la “necesidad de corregir errores y evitar improvisaciones que irritan a la población”. Fue un discurso crítico, culto, inteligente y realista, con citas de José Martí, del trovador Silvio Rodríguez y del comunista peruano José Carlos Mariátegui. Su palabra fue firme frente a quienes pretenden restaurar el capitalismo en la Isla -“no hay espacio para una transición que destruya lo logrado en tantos años”-  y puso como el primero de los combates “vencer nuestras propias indisciplinas y errores”. El nuevo Presidente cubano fue convincente y mostró un conocimiento profundo de los desafíos que enfrenta Cuba, tanto internos como externos.  “No vengo a prometer nada, como jamás lo hizo la revolución en todos estos años. Vengo a cumplir el programa que nos hemos impuesto, con los lineamientos del Socialismo y la Revolución”, dijo en referencia al plan de transformaciones consultado y debatido con el pueblo y del que queda una significativa parte por implementar, incluyendo la compleja pero imprescindible eliminación de la dualidad monetaria y cambiaria, para hacer posible “la prosperidad que nos debemos y que tendremos que conquistar más temprano que tarde”. Díaz Canel anunció que “la política exterior cubana se mantendrá inalterable y Cuba no hará concesiones ni aceptará condicionamientos” y que “siempre estaremos dispuestos a dialogar con los que aspiren a hacerlo desde el respeto”. Concluyó con las dos frases con que Fidel terminaba sus discursos: “Socialismo o muerte” y “Patria o muerte. ¡Venceremos!”
De la misma elección ha emergido un nuevo Consejo de Estado con edad promedio de 54 años, una mayoría femenina entre sus miembros y Vicepresidentes y un peso mayor de negros y mestizos, incluyendo el Vicepresidente Primero, Salvador Valdés Mesa, un hombre negro que fue obrero agrícola en el capitalismo y cuyo afán de superación le hizo ingeniero agrónomo y dirigente sindical hasta llegar a presidir la Central de Trabajadores de Cuba, además de Ministro de Trabajo y Secretario del Partido Comunista en la provincia con mayor territorio del país. Permanecen en esa instancia dos históricos Comandantes de la Sierra Maestra como símbolos de unidad y continuidad revolucionaria, además del Ministro de Defensa, como ellos dos Héroe de la República.
En la misma sesión de la Asamblea Raúl Castro ratificó que se mantendrá en la dirección del Partido Comunista hasta 2021, para concluir el segundo período para el que fue electo por el VII Congreso de esa organización, fecha en que se propondrá a Díaz Canel para esa responsabilidad. Raúl expuso una estrategia de continuidad entre ambas responsabilidades con un  tránsito de tres años y un límite de dos periodos de cinco años que deberá mantenerse en el futuro. Igualmente anunció una nueva Constitución que mantendrá el carácter dirigente del Partido Comunista y la irrevocabilidad del socialismo e incorporará las transformaciones resultantes de la implementación de los Lineamientos. La Constitución será propuesta por una Comisión de diputados a elegir en la próxima sesión de la Asamblea y será sometida a referéndum luego de su  debate con los ciudadanos.
Los discursos de Raúl, como Primer Secretario del Partido, y de Díaz Canel, como Presidente del Consejo de Estado, han transmitido seguridad y confianza a los cubanos en un contexto que no deja de caracterizarse por enormes desafíos.
En el mundo, que en palabras de Díaz Canel “nos mira con más interrogantes que certezas” y “ha escuchado que la Revolución termina con sus guerrilleros” se ha saludado la nueva elección por líderes como los de Venezuela, China, Bolivia, México y Rusia entre muchos otros. La nota discordante la ha dado EE.UU.  que se ha precipitado a descalificar el proceso electoral cubano, donde a diferencia de los sistemas políticos que promueve Washington, no interviene el dinero, no son las cúpulas partidistas las que hacen las candidaturas, está prohibida la propaganda electoral y son los vecinos los que, sin intermediarios, nominan y luego eligen a quienes en los municipios  tienen la potestad de aprobar las candidaturas de delegados y diputados a los niveles provinciales y nacional respectivamente.
Desde la Casa Blanca, cercada por varios y crecientes escándalos, se ha dicho que “seguiremos siendo solidarios con el pueblo cubano en su demanda de libertad y prosperidad” pero todo lo que se decide allí sobre Cuba parece ir en dirección contraria: Se recrudece el bloqueo económico, se  dificulta la posibilidad de viajar de los cubanos  a Estados Unidos y se restringe el derecho de los estadounidenses de utilizar su libertad para viajar a la Isla mientras se hace al mundo cada vez más inseguro. Cuba tiene un nuevo Presidente y el mismo enemigo, el modo en que han votado los diputados cubanos parece mostrar que son conscientes de que para enfrentarlo el arma más importante es la unidad que ha permitido a la Revolución llegar hasta aquí y comenzar a entregar a una nueva generación la máxima dirección del país para preservar su soberanía nacional y desarrollar su vocación por la justicia social y la solidaridad internacional.

miércoles, 25 de abril de 2018

Trump sabotea los acuerdos migratorios entre Cuba y EE.UU.


Trump sabotea los acuerdos migratorios entre Cuba y Estados Unidos / Pastor Guzmán / Escambray 

Con ánimo manifiesto de torpedear las relaciones con Cuba en el campo migratorio, Estados Unidos introduce medidas que desdicen los acuerdos bilaterales.

Trump manifestó claramente su intención de retrotraer los acuerdos con Cuba a los peores tiempos de la guerra fría.

De burdos, estrambóticos y pérfidos pueden ser calificados los pretextos esgrimidos por la administración de Donald Trump para sabotear o incumplir los acuerdos que en el terreno migratorio han suscrito Cuba y los Estados Unidos en las últimas décadas.
Sus más recientes iniciativas a partir de la esbozada patraña de los ataques sónicos contra personal diplomático estadounidense en La Habana, supuestamente ocurridos el pasado año, llevan el sello de lo irracional y virtual porque desafían la lógica y los resultados científicos de las investigaciones llevadas a efecto por expertos de los dos países, que no encontraron una causa objetiva ni prueba alguna de que tales ataques hayan tenido lugar.  
Lo grave, lo preocupante, es que sobre bases tan inestables por gelatinosas se erija toda una política hacia la vecina antillana del imperio, que busca hacer retroceder de un plumazo todo lo avanzado en materia migratoria desde el restablecimiento de relaciones entre las dos naciones, durante el gobierno de Barack Obama.
Lo que está ocurriendo, sin embargo, es coherente con las intenciones expresadas en el memorando presidencial de junio de 2017, cuando el mandatario de la Casa Blanca manifestó claramente su intención de retrotraer las tratativas con Cuba a los peores tiempos de la guerra fría y se reunió con la fauna cavernícola de Miami en el teatro Manuel Artime (*), de esa urbe floridana, en feroz aquelarre anticubano.
También es inherente a esa política el nombramiento de cubanoamericanos en altos cargos vinculados a las relaciones con Cuba y otras naciones de la región latinoamericana y caribeña, como Marco Rubio, exadversario de Trump por el partido republicano cuando pugnaban por la candidatura a la presidencia, y furibundo opositor al mejoramiento de las relaciones con la patria de sus padres.
Entre las medidas anunciadas entonces por Trump sobresalen en primer lugar, las que afectan los viajes en los dos sentidos, prohibiendo a los norteamericanos, salvo excepciones muy puntuales, los viajes a la patria de Martí, mientras están autorizados a visitar Rusia, China y hasta Corea del Norte, así como naciones donde existen serios conflictos internos.
Viene aquí uno de los mayores ejemplos de dislate jamás imaginados en el campo de la diplomacia, cuando se conoce que, como parte de esas medidas, se exige a los cubanos que para viajar a Estados Unidos deben trasladarse primero a un tercer país como Colombia, y luego Guyana, y ahora también México, para realizar los trámites relativos a la obtención de visa.
Entonces, los presuntos emigrantes, o turistas, o ciudadanos en plan de reunificación familiar deberán pagar un caro pasaje de avión de ida y vuelta a otro destino, sin garantía alguna de ser finalmente aprobados para dirigirse a Estados Unidos. Es como si tuvieran que vencer los 12 trabajos de Hércules para ser recibidos, lo que le recuerda a este redactor un cuento de su infancia  donde para ser aceptado en determinado club había que tener cumplidos los 70 años e ir acompañado de un abuelo.
Sin embargo, el actual mandatario imagina que puede hacer creer a alguien que no ha cerrado la puerta del todo, aunque para algunos analistas resulta notorio que está siguiendo un guion según el cual Estados Unidos incumplirá ampliamente su compromiso de conceder 20 000 visas anuales a ciudadanos cubanos con el siniestro propósito de revivir la emigración ilegal, pues en el 2017 las salidas ilícitas se redujeron en un 90 por ciento. Si él logra su propósito, podría surgir una nueva crisis de los balseros y entonces contaría con un pretexto adicional para concentrar sus ataques sobre Cuba.
Por lo pronto ya ha habido quejas de la isla de que la parte norteamericana no está aplicando plenamente lo acordado en relación con el tráfico de personas, pues a ciertos individuos que se dedican a ese comercio infame se les ha tolerado y hasta pasado la mano del otro lado del Estrecho de la Florida y algunos de quienes intentan llegar de manera ilegal a territorio de la Unión no están siendo devueltos, lo que demuestra un doble rasero.
Otra vertiente del tema migratorio es el cambio de tendencia experimentado en los últimos años, cuando, debido a la creciente estabilidad interna en Cuba, la mejora de sus índices de progreso y la crisis económica en Estados Unidos, un número notable de cubanos residentes en la potencia norteña optan por regresar definitivamente a su país de origen. 
En ello ha influido palmariamente la actualización de la legislación migratoria cubana, sobre todo el Decreto-Ley 302 del 2013 (**), que hizo más fluidos los requisitos para viajar, tanto para los cubanos residentes en el archipiélago, como para los de la comunidad en el exterior, lo que ha redundado en una reducción sustancial del número de salidas definitivas.  
Según estadísticas al respecto, en el 2016 regresaron para residir permanentemente en su patria 14 000 cubanos que vivían en el exterior, principalmente en Estados Unidos, cifra que supera el total de los tres años precedentes, lo que representa un 300 por ciento de incremento en menos de un lustro.
De acuerdo con el politólogo Salim Lamrani, del 2013 al 2016 más de 630 000 cubanos realizaron al menos un viaje a otros países, y de ellos el 78 por ciento lo hizo por primera vez, con el detalle de que solo el 9 por ciento decidió quedarse en el exterior. Esa es la realidad que, con el cuchillo de la agresividad  en la boca, el abominable hombre de la Casa Blanca intenta revertir.
(*) Manuel Artime Buesa: desertor de un plan agrícola en Oriente, sustrajo una importante cantidad de dinero y se refugió en una embajada. Vino en abril de 1961 como jefe civil de la invasión mercenaria.
   (**) La flexibilización del 2013 en el terreno migratorio fue ampliada en el 2016 y 2017.

La CIA la más perjudicada por la reducción del personal diplomático en Cuba



La CIA la más perjudicada por la reducción del personal en Cuba / Arthur González

Cuando el 3 de enero de 1961 el presidente Dwight Eisenhower, rompió relaciones diplomáticas con Cuba, Mike Pompeo era un niño de 9 años y no sufrió el error que constituyó retirar la estación local de la CIA de la Isla, en medio de los trascendentales cambios políticos y económicos que acontecían, en medio del proceso revolucionario que se llevaba a cabo.
En aquellos días la CIA aseguraba que la Revolución no resistiría la invasión que estaba preparándose, pero al ver como se rendían sus “brigadistas” a las milicias y al ejército rebelde, sus ilusiones fueron cambiando.
La CIA tuvo que recurrir a sus aliados, europeos y canadienses, para obtener información de lo que acontecía en Cuba; sus oficiales tuvieron que trasladar la atención de su red de espías, algo que no les agradó y menos al comprobar como era desmantelada por los Órganos de la Seguridad.
No fue hasta 1977 cuando el presidente James Carter autorizó la apertura de la Sección de Intereses en La Habana, y la CIA pudo retornar para reclutar nuevos agentes y buscar informaciones para sus planes subversivos.
La situación actual, es parecida a la de 1961, producto de la decisión de Donald Trump de reducir en un 60 % los funcionarios de la embajada en La Habana, entre ellos los oficiales CIA que laboraban encubiertos en cargos diplomáticos, en momentos que se produce la salida del presidente Raúl Castro.
Trump, asesorado por Mike Pompeo, en combinación con Marco Rubio, fabricaron la operación de los falsos ataques acústicos, para interrumpir las frágiles relaciones establecidas por Obama, quien cambió la estrategia para desmontar el socialismo en Cuba, bajo el viejo adagio de que “es más fácil matar a una mosca con miel que a latigazos”.
Un error más de los cometidos por los yanquis; por eso al ser nominado como Secretario de Estado, Pompeo acaba de afirmar que trabajará para “construir un equipo diplomático en Cuba que pueda responder a los intereses estadounidenses en la isla”.
Cómo será ese equipo, no lo explicó, pero es posible que la CIA tenga una mayor representación en la embajada, que le permita ejecutar planes de influencia y reclutamiento entre el gobierno cubano, siguiendo recomendaciones de quien estuviera al frente de la legación diplomática en La Habana, cuando en un informe secreto expuso:
“Es preciso que busquemos en otra parte, incluso dentro del propio Gobierno, para identificar a los más probables sucesores del régimen de Castro”.
“Se hace necesario tratar de ampliar nuestros contactos dentro de la sociedad cubana, tanto como sea posible, hablando de liderazgo e iniciativas democráticas. Debemos continuar abriendo Cuba a la era de la información a través de medidas como las anunciadas el 13 de abril 2015, para ayudar y estimular a las generaciones más jóvenes de cubanos en la búsqueda de más libertades y oportunidades”.
Esas acciones subversivas no se pueden ejecutar a distancia, la CIA requiere estar en el terreno para llevarlas a cabo, algo que Marco Rubio no entiende y de ahí sus acciones que impiden la labor de las agencias de inteligencia que estaban presentes en La Habana.
El propósito que busca el Senador es afectar al turismo americano y de otros países, algo en lo que fracasó, por eso la presión sobre el gobierno de Canadá como último recurso.
Pompeo ha tratado de reforzar la guerra económica, financiera y mediática, incluso como director de la CIA en junio de 2017 recibió en su despacho a connotados representantes de la Brigada mercenaria 2506, prometiéndoles medidas más duras contra la isla.
La vida le demostró a Pompeo que sin información no se pueden trazar planes, por ahora diseña la estrategia de darle marcha atrás a la decisión de Trump, sin reconocer la mentira de los ataques y las enfermedades, pero sí desea estar presente en el actual teatro de operaciones, no tiene más opción que volver a armar la estación de la CIA que el mismo desmotó.
En su audiencia de confirmación ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, afirmó:
Nos comprometemos en construir un equipo que proporcione diplomacia en Cuba para impulsar los intereses estadounidenses”.
Al parecer Marco Rubio ha sido persuadido de la importancia de la presencia de la CIA, porque en sus más recientes declaraciones sobre los inventados ataques acústico dijo:
“Considero que Rusia pudiera estar detrás de los misteriosos ataques, sucedidos en residencias diplomáticas y en los hoteles Capri y Nacional, en La Habana, entre noviembre de 2016 y agosto de 2017”.
No obstante, mantiene su postura de responsabilizar al gobierno cubano de la agresión, expresando que “sus autoridades saben que pasó y quien lo hizo”.
Hay que esperar la entrada de Pompeo al Departamento de Estado para ver qué actitud asume, pero sus antecedentes son muy negativos hacia Cuba.
En 2015, siendo representante por Kansas, copatrocinó el proyecto de ley Cuban Military Transparency Act, que prohíbe intercambios financieros con empresas gestionadas por los militares cubanos.
Pertenece a la rama más conservadora republicana y es miembro de la Asociación Nacional del Rifle.
Participó como militar en la primera Guerra del Golfo y en Europa del Este.  Es graduado de Ingeniería Mecánica en la Academia Militar de West Point, donde recibió el grado de capitán. Una vez licenciado del ejército, se graduó de abogado en Harvard.
En 1998 inició su carrera como empresario junto con tres amigos de estudios de West Point, adquiriendo tres empresas de piezas para aviones, creando  y entre sus clientes estaban Lockheed Martin y Boeing.
En 2006 se incorporó como presidente a la empresa Sentry International, dedicada a equipamiento petrolífero, vinculada aKoch Industries; por eso coincide con Trump en los temas del cambio climático y el petrolero.
El tiempo dirá como conduce su trabajo exterior pero los cubanos seguirán resistiendo, pues al decir de José Martí:
“El aire de la libertad tiene una enorme virtud que mata a las serpientes”
Fuentes: