Frontera / Luis Britto García*
Decía Ludwig von Bertalanffy que la primera condición para que exista un sistema es determinar lo que forma parte y lo que no forma parte de él.
Esto es válido para conjuntos matemáticos, organismos biológicos y países.
Toda frontera es permeable, pero el organismo que quiere sobrevivir admite por ella sólo los elementos que lo nutren y fortalecen, y rechaza los que lo dañan.
México recibió con brazos abiertos a colonos estadunidenses que ocuparon Texas y perdió la mitad de su territorio.
Recibió Palestina amorosamente a hebreos que fueron a colonizar, y perdió el país entero.
Bolivia empleó en su cancillería a brasileños con doble nacionalidad y perdió un tercio de su territorio en favor de Brasil.
Venezuela acogió con brazos abiertos a todo el mundo, y perdió más de un tercio de su territorio sin disparar un tiro.
No hay conflicto que respete fronteras, a menos que éstas se hagan respetar. El conflicto de Vietnam se extendió a Laos y Cambodia, y se peleó en Estados Unidos con símbolos y manifestaciones.
El doloroso conflicto de la hermana república lleva más de medio siglo, y oligarquías que no han podido vencerlo en su territorio quieren expandirlo a toda América Latina.
Bienvenido quien entre en son de paz, venga de donde viniere. Quien venga en son de guerra no puede esperar que lo reciban con pétalos de rosa.
El presidente Nicolás Maduro declara que son 5 millones 600 mil los colombianos que viven entre nosotros. Ello significaría que casi uno de cada cinco habitantes del país es o fue colombiano. No los obligamos a venir: lo hicieron por propia voluntad. Nadie les impide regresar: si permanecen en Venezuela es porque lo encuentran ventajoso.
Esta situación es irreversible. No entran en nuestra legislación ni en la generosa manera de ser del venezolano la deportación en masa ni la discriminación. Lo único que se pide a los habitantes del territorio, sea cual fuere su nacionalidad, es que cumplan con la ley. La excepcional y necesaria devolución de algunos delincuentes jamás será norma aplicada a la mayoría laboriosa y honrada.
Sobre esos 5 millones 600 mil faltan, ante todo, informaciones. La cifra sólo ha sido revelada recientemente. Queda por saber cuántos se han nacionalizado, dónde residen, qué edad promedio tienen, cuáles son sus profesiones, cuántos tienen empleo, en qué sectores de la economía, cuántos estudian y qué, cómo se organizan, cuáles son sus actitudes políticas, cuántos son beneficiarios del sistema de salud, seguridad social y servicios públicos de Venezuela. Es inconcebible que un fenómeno migratorio tan importante haya evolucionado con tan poco conocimiento de las autoridades.
Algunas informaciones dan idea de la situación. Ochenta y cinco por ciento de colombianos que han dejado su país huyendo del conflicto interno y de la mala situación económica residen en Venezuela; 15 por ciento en otros países.
El gobierno venezolano ha construido y asignado en años recientes unas 800 mil viviendas para necesitados, 25 por ciento de ellas han sido entregadas a colombianos. (Carlos Aznárez. Entrevista a Tarek William Saab, defensor del pueblo venezolano: “Felipe González fue y es un agente del franquismo, y además el creador del GAL”, 30/8/2015). Todos los beneficios sociales acordados para venezolanos se otorgan asimismo a colombianos. Conocemos casos de algunos que viajan expresamente para recibirlos, sobre todo operaciones y cuidados médicos.
Parece razonable la hipótesis de que un quinto o más de los recursos de Venezuela deben entonces ser aplicados para proporcionar educación, salud, seguridad social, vivienda, servicios públicos, trabajo y pensiones a personas que no los encontraban en su lugar de origen. Es admisible solicitarles que no hagan tales bienes inaccesibles para quienes los acogen.
Y justamente es ésta la situación que hace indispensable el cierre temporal de la frontera. Venezuela dedica 60 por ciento de su ingreso público a inversión social. Ésta incluye importantes subsidios para que los bienes básicos de primera necesidad estén al alcance de la población. En parte, gracias a ello, el índice de Gini lo señala como el país con menor desigualdad social de América Latina, mientras que categoriza a Colombia como uno de los más desiguales.
En Venezuela se vende la gasolina más barata del mundo e innumerables productos, desde alimentos hasta medicinas, pasando por artículos de aseo personal, se expenden a precios subsidiados. Ello hace muy lucrativo un contrabando de extracción hacia Colombia, en el cual, según el presidente Nicolás Maduro, se pierde cerca de 40 por ciento de todo lo que Venezuela produce o importa.
Al respecto, comenta el neogranadino Andrés Gil, vocero de Marcha Patriótica: en Táchira, departamento fronterizo con Colombia, circulan 160 mil vehículos, pero ahí se consume más gasolina que en Caracas. Un millón diario de galones de gasolina sale de Venezuela hacia Colombia. ¿Pueden creerlo? ¿Y quiénes se nutren del meganegocio de traer clandestinamente gasolina a $200 el galón (la más barata del mundo) a Cúcuta, donde el galón vale de 4 mil a 5 mil? ¿Los pinpineros? No. Hablamos de un negocio más rentable que el mismo narcotráfico y que obviamente controlan las mafias que el gobierno llama bacrim, es decir, bandas paramilitares.
Pero el contrabando de gasolina es apenas un problema. Táchira posee 4.5 por ciento de la población venezolana, pero consume 8.5 por ciento del total de alimentos de este país, es decir, prácticamente la mitad de lo que llega a esta región sigue derecho hacia Colombia, como contrabando. Hagan cuentas: mientras un litro de leche subsidiado por el Estado bolivariano cuesta en 200 bsf, en Colombia lo venden a 14 mil bsf.
Agrava la situación el hecho de que las autoridades colombianas no sólo lo permiten, sino pretendan consagrarlo mediante decretos. Afirma Paravisini que en 2004, ante la declinación en la producción de crudo en Colombia (por debajo de 400 mil barriles de petróleo), Ecopetrol determinó que Colombia dejaría de autoabastecerse de combustibles a partir de ese año.
Bajo esta presión, el entonces presidente Álvaro Uribe desconoció los acuerdos firmados con el comandante Chávez y emitió los decretos 2337, 2338, 2339 y 2340, claves para legalizar el ilícito fiscal y apropiarse sin pagar de cuantiosos volúmenes de gasolina y diésel venezolanos.
Otras fuentes confirman la magnitud del desangramiento: “Se estima que alrededor de 100 mil barriles diarios de productos derivados del petróleo se van diariamente de Venezuela a Colombia, lo cual genera pérdidas al país por 3.5 millones de dólares. A esa fuga se suman otros 6.5 millones de dólares en alimentos, para sumar un total de 10.000.000 millones de dólares anuales, equivalente a más de 62 por ciento de las reservas internacionales del país” (“Colombia propone a Venezuela eliminar inversión social como solución al contrabando”. AVN, Sábado 05/09/15)
El mismo Andrés Gil denuncia que quienes se ocupan de éste y otros negocios ilícitos son bandas paramilitares, por el estilo del MAS, las AUC, las Convivir, el Bacrim, las Águilas Negras, los Rastrojos y otras.
Su última hazaña fue el atentado en agosto de 2015 contra un grupo de militares venezolanos en uno de los estados fronterizos.
Estas pandillas siguen activas y extienden su actividad hacia países vecinos. Hace más de una década que un grupo de venezolanos advertimos infructuosamente sobre la infiltración de paramilitares en nuestro país, su suplantación del hampa común vernácula, su progresivo dominio del comercio informal, de prostíbulos, casinos, empresas de transporte y de producción, su cobro de vacunas, instalación de alcabalas y su ascenso hacia la parapolítica mediante complicidades con la oposición golpista en acciones terroristas y crímenes horrendos.
Nunca el Estado colombiano ha publicado una lista de paramilitares buscados. O no los busca, o los esconde.
Todo país revolucionario o simplemente progresista es sometido a una incesante agresión a través de sus fronteras.
Venezuela no tiene una frontera, sino una herida.
La última estrategia de los imperios es pelear sus conflictos mediante bandas de mercenarios genocidas que penetran las sociedades, las dividen, las desbaratan y las arruinan desde adentro. Quien se sirve de delincuentes termina sirviéndolos.
Conmovedoras voces se han levantado para exigir que no nos defendamos contra extranjeros armados que delinquen y dañan al país y a sus ciudadanos. Semejante estatuto sólo lo pretenden soldados de Estados Unidos, que ocupan con bases militares un país vecino, son inmunes a las leyes y tribunales del país ocupado y en virtud de ello asesinan y violan impunemente a los ciudadanos de éste.
Venezuela no es ni será nunca un país ocupado.
Estamos todavía a tiempo de evitar ser regidos por una parapolítica, una paralegislación, una parajusticia, una paraeconomía, una parafinanza, una parasociedad, una paracultura donde sicarios elegidos por nadie tendrán todos los poderes y el ciudadano ninguno.
Para que sigamos siendo independientes, cabe formular algunas recomendaciones urgentes:
En La Grande Illusion, de Jean Renoir (1937), dos prófugos de una prisión militar alemana huyen por el bosque nevado. Uno pregunta si ya han cruzado la frontera, porque todo parece igual. No sé, contesta el otro, las fronteras las inventaron los hombres.
Habrá un mundo sin fronteras, después de que desaparezcan las que separan las clases sociales y la propiedad privada de los medios de producción.
Habrá un mundo sin fronteras, después de que desaparezcan las que separan las clases sociales y la propiedad privada de los medios de producción.
* Escritor venezolano, ganador del Premio Nacional de Literatura.
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