Observar con ojos judiciales los caminos de las tecnologías
Por José Ramón Rodríguez Ruiz
“Nuevas tecnologías” ha dejado de ser un término “nuevo” desde hace bastante tiempo. Lo nuevo, en el mundo de hoy, se hace viejo demasiado rápido, y la tecnología, impulsada por el mercado y las relaciones globales de dominación, se supera a sí misma con una velocidad abrumadora, convirtiendo al adjetivo “nuevas”, en una característica demasiado estrecha para definirlas.
En la actualidad, el desarrollo científico y tecnológico a escala global tiene un carácter dominador e intervencionista.1 No se puede hablar de Internet sin pensar de inmediato en Google, o valorar las características de las relaciones sociales modernas, sin tener en cuenta el impacto en la vida de fenómenos como Facebook y Twitter.
Hoy la humanidad vive confinada en Terabytes, dialogando a 140 caracteres por minuto y compartiendo “selfies” y videos, sin la menor idea de quiénes observan, estudian y utilizan para todo tipo de fines, los enormes volúmenes de información personal que colocamos en las redes.
Aclaro que con este artículo no iniciamos una apología del terror a las tecnologías, ni a la utilización del desarrollo científico. Proponemos un análisis que está en correspondencia con el enfoque que el pueblo y Estado cubanos, aplican hoy para asegurar la informatización segura y ordenada de la sociedad y la utilización a gran escala, de las bondades tecnológicas: su uso inteligente; la capacidad de discernir y la preservación de las identidades, entre otros muchos factores.
Cuando Google ofreció a Cuba un proyecto para “ofrecer internet a los cubanos a través de conexiones Wi-Fi, directamente a los teléfonos móviles”, muchos no entendieron por qué no podía aceptarse de inmediato esta polémica propuesta, cuya gratuidad, contrasta con la esencia del proponente.
Sin embargo, por desagracia, existen una serie de realidades que no son difundidas con la misma premura y entusiasmo, que las noticias de las buenas intenciones de las transnacionales capitalistas.
El 23 de abril del presente año, el actual secretario de Defensa de EE.UU., Ashton Carter, presentó su tesis de doctorado bajo el título: “Reconectando el Pentágono: trazando un nuevo camino en innovación y ciberseguridad”, en la Universidad de Stanford, California. Durante el evento, Carter anunció2 nuevas iniciativas de asociación entre los militares estadounidenses y las empresas de alta tecnología del Silicon Valley.3
El resultado más palpable de esa intención, fue la creación de la Unidad X de Defensa e Innovación Tecnológica, que según las fuentes consultadas,4 será una mezcla de personal civil y militar dedicado a buscar vías para el uso de nuevas tecnologías y empresas al servicio del Departamento de Defensa.
La razón de este esfuerzo ahora, según las propias fuentes, se debe a que mientras las compañías invierten en tecnologías innovadoras tales como los drones, el Gobierno de EE.UU. no puede ignorar el papel de importantes jugadores en el sector de la Defensa tales como Lockheed Martin o Raytheon. Con Google y Facebook a la vanguardia de la innovación en la expansión de Internet, el gobierno necesita aliados en la industria tecnológica y no enemigos.
Según el sitio web estadounidense Military Times, la nueva Unidad X es parte de la también renovada Estrategia de Ciberseguridad del Pentágono.5
Según los datos publicados en Internet,6 el 5 de agosto, a menos de cinco meses de su anuncio, la nueva institución se encontraba ya en funcionamiento. Sus jefes, un ingeniero de la Fuerza Aérea y un contraalmirante, miembro de las Fuerzas de Operaciones Especiales de la Marina de EE.UU., conocidos comúnmente como Navy SEALs.
Los vínculos entre el Departamento de Defensa y las empresas tecnológicas no son nuevos. Según el propio Carter durante su presentación, la mayoría de las tecnologías en el Silicon Valley se remontan a los gastos del Gobierno o el Pentágono sobre la materia y los desarrolladores han trabajado juntos, mediante la Fundación Nacional para la Ciencia, con la participación de entidades como la Agencia Central de Inteligencia (CIA por sus siglas en ingles) y la Agencia de Proyectos Avanzados de Investigación para la Defensa (DARPA por sus siglas en ingles).
Sería demasiado inocente pensar que una ambiciosa transnacional estadounidense, sea Google o cualquier otra, ofrezca de forma gratuita cualquier servicio a Cuba, sin que en ello no estuvieran implicados los intereses estratégicos de aquel país.
No olvidar que en el contexto del cambio de política de EE.UU. hacia Cuba, no ha sido el bloqueo; ni sus obstáculos para adquirir medicamentos; ni siquiera la Ley de Ajuste que provoca muertes en las aguas del Estrecho de Florida los primeros mecanismos desmontados. Sino precisamente, el mercado de las tecnologías, con el objetivo de “incrementar el acceso de Cuba a las comunicaciones y su capacidad para comunicarse de manera libre”, para permitir “que los proveedores de telecomunicaciones establezcan los mecanismos necesarios en Cuba, incluida la infraestructura, para proporcionar telecomunicaciones comerciales y servicios de Internet”. 7
Una última reflexión, por ahora: en el mundo de hoy, ese en que Cuba defiende su Revolución, la diplomacia golpea tan fuerte como los cañones; las guerras transcurren en silencio en las pantallas de los ordenadores, y las invasiones llegan solapadas, sin buques ni aviones, a través de las carreteras de la Internet, cuya infraestructura de servicios más importante se halla, casualmente, en el propio Silicon Valley de EE.UU., donde habitan personajes como Google y Facebook y ahora, como buen vecino, el Pentágono.
Referencias
1. Delgado Díaz, Carlos Jesús (2010) El desafío de construcción de una ciencia política dialogante. Presentación en el panel Fundamentación filosófica de una Ciencia Política alternativa, Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana.
3. Silicon Valley, California: Aloja un gran número de las empresas de alta tecnología más importantes del mundo, entre ellas Apple, Facebook, Google, Intel, Twitter, etc.
FUENTE:
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