América Latina: ¿el reflujo de la reacción?
Washington apuesta por la desestabilización de los gobiernos de Ecuador, Venezuela y Argentina, y ni Brasil escapa al embate.
Por Pastor Guzmán / “Lo único que falta es el comienzo de las guarimbas”, le comentaron a Telesur, en relación con el intento de desestabilización que llevan a cabo en Ecuador el sector más extremista de la oligarquía nativa y cuerpos de inteligencia foráneos, empezando por la CIA estadounidense, en su intento por derrocar al gobierno legítimo del economista Rafael Correa Delgado.
Y es que, en la puesta en práctica de sus“guerras de IV generación”, aplicando el guion diseñado para la fabricación de las llamadas revoluciones naranjas, los enemigos del pueblo ecuatoriano sostienen la esperanza de que, lo que en su momento fracasó en Venezuela, pueda tener éxito en el país del centro del mundo.
Quieren sangre y quieren muertos, y que los pongan otros; en este caso, la gente manipulable, el pueblo incauto.
Obsérvese que, a partir de un pretexto cualquiera, en este caso, el decreto presidencial que instrumenta un impuesto basculante a la herencia, el cual afectaría esencialmente a las grandes fortunas, esos oligarcas y la partidocracia en que están representados, desataron la gran campaña de descrédito contra el Gobierno de la Revolución ciudadana para crear el caos en vísperas de la prevista visita del Papa Francisco a Quito.
Nótese además que se recurre al mismo modus operandi de hace algunos años, cuando la sublevación policial contra el ejecutivo, comenzó a partir de la tergiversación de otra iniciativa que reordenaba el sistema de pagos y salarios de los cuerpos de seguridad interna, la que los grupos de poder económico y político se encargaron de malinterpretar, haciéndoles creer a los agentes que sus ingresos serían afectados por mala voluntad del gobierno.
Para eliminar esta vez el mal de raíz, el Presidente Correa suspendió la aplicación del referido instrumento legal y decidió que fuera objeto de abierto debate público, antes de pasarlo al legislativo, lo que en términos de legitimidad responde a la más transparente democracia. ¿Se contentarán con ello? Difícilmente, pues se trata de violentar la legalidad constituida y, si no es con este subterfugio, inventarán otro.
Se impone entonces la movilización popular y una amplia campaña de esclarecimiento sobre la esencia y consecuencias de un gravamen —muy moderado, por cierto— que pretendía recaudar la irrisoria suma de 50 millones de dólares y que solo afectaría al 2 o 3 por ciento de la población; sin embargo, la oligarquía y su sistema integrado de medios se las arreglaron para “venderlo” como una cogioca de los miembros del partido gobernante, Alianza País, a costa de los bolsillos de la gente.
Y en este estira y encoge de la política interna, al aplicar la reacción un libreto muy bien elaborado por los tanques pensantes del Imperio, afloran nuevas evidencias de puntos de contacto con otros procesos en el continente.
Sí, porque ocurre que tanto Venezuela como Ecuador atraviesan una compleja situación económica derivada de los bajos precios del petróleo, y en ambos países se da la regularidad de que las oligarquías respectivas se benefician de las penurias, haciendo recaer en los más humildes el peso de la crisis. Es decir, que los momentos más pujantes de ambos procesos de cambio acontecieron cuando el barril de hidrocarburo rondaba o superaba los 100 dólares.
¿Y por qué en los últimos tiempos ha bajado tanto el precio del petróleo y el gas? Porque Estados Unidos ha potenciado al máximo la producción de esos combustibles en su territorio, a partir del llamado fracking, que los obtiene por medio de la fracturación hidráulica de las rocas de esquisto, dejando de importar grandes cantidades de hidrocarburos e inundando el mercado internacional con una oferta incrementada de los mismos.
Pero recordemos además que, algunos años atrás, tanto en Ecuador como en Venezuela se alternaron coyunturas difíciles debido a sequías que disminuyeron notablemente la generación eléctrica y provocaron cortes de energía, lo que la oposición de ambos países aprovechó al máximo de forma oportunista para crear descontento y tratar de desbancar a las autoridades.
Ahora vienen por más. Washington apuesta por la desestabilización y posterior derrocamiento de los gobiernos de Ecuador, Venezuela y Argentina, y ni el gigantesco Brasil escapa a la embestida.
En relación con la patria de Bolívar, cuando el gobierno de Maduro reclamó al nuevo régimen derechista de Guyana por haber suscrito convenios con la transnacional Exxon Mobil que le permiten la búsqueda y explotación de hidrocarburos en una franja territorial en disputa en la región del Esequibo, la nueva directiva guyanesa respondió en términos irrespetuosos y ofensivos.
Venezuela replicó diplomáticamente y, en tanto Georgetown bajaba el tono de sus diatribas, el representante de Su Majestad británica la amenazaba, poniendo en entredicho el carácter independiente del joven país de la costa caribeña de Suramérica.
A fin de cuentas, dicen los observadores, lo que se pretende es que Maduro de un paso en falso que les permita a ingleses y estadounidenses arremeter contra la tierra de Chávez y apropiarse de nuevo de las mayores reservas de combustible fósil en el planeta.
Y de esta forma, mientras mantienen a raya a Venezuela y Ecuador, el Reino Unido provoca a la Argentina con sus exploraciones petrolíferas en torno a las Islas Malvinas, Georgias y Sandwichs del Sur, y las militariza, en tanto el juez Griesa, desde Nueva York intenta hacer colapsar la economía de Buenos Aires dando su respaldo a los rapaces fondos buitre con el objetivo de hacer caer el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
La ofensiva es general y Washington, Londres y las oligarquías nativas van con todo contra nuestros pueblos y sus gobiernos progresistas para hacer revertir todo el proceso de unidad e integración latinoamericano y caribeño. ¿Lo lograrán? A nuestros pueblos les corresponde impedirlo a cualquier precio.
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