Blog_CubaSigueLaMarcha

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lunes, 1 de junio de 2015

Proporcionar bienestar y educación a la infancia es una prioridad del gobierno cubano

Proporcionar bienestar y educación a la infancia es una prioridad del gobierno cubano
Niños cubanos en un círculo infantil. Foto: Ladyrene Pérez/Cubadebate.
Día internacional de la infancia
Según el Panorama Económico y Social de Cuba, publicación de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, en el 2014 nacieron en nuestro país 122 643 niños.
 Esa cifra, por sí sola, no dice la importancia que tiene en la sociedad cubana la vida de un infante.
Para muchos quizá la tasa de mortalidad infantil, que el pasado año fue de 4,2 por cada mil nacidos vivos, sea la apropiada para hablar de ello; sin embargo, la realidad es que ningún número puede encerrar el valor que tiene cada uno de los niños que habita el archipiélago.
La campaña de alfabetización, el esfuerzo por que la educación llegara a cada rincón de esta tierra, la instauración y progresivo perfeccionamiento de un sistema de salud que diera cobertura no solo universal y gratuita, sino que se extendiera igualmente por toda la geografía cubana; son también muestras de esa preocupación por asegurar un futuro para las nuevas generaciones.
En el curso 2014-2015 matricularon en las enseñanzas primaria y media un millón 567 630 alumnos; de tan comunes, estas cifras ya no resultan significativas para muchos. 
Tras ellas hay, no obstante, un esfuerzo que trasciende las aulas y se inserta en hospitales, para garantizar el acceso al aprendizaje de aquellos pequeños que por sus padecimientos no pueden asistir a la escuela; o incluso viaja a los hogares con igual propósito.
La enseñanza especial es otra muestra de que cuando se piensa en la infancia no hay límites ni discriminaciones. Más de 38 000 alumnos con esas características asisten a las aulas en el presente curso, pues adquirir conocimientos es también una manera de prepararse para la vida. En Cuba esa es una posibilidad real respaldada por el presupuesto del Estado, que dedica el 53 % a la Salud y la Educación.
Tiene expresión también en el acceso a la enseñanza de las artes y el disfrute de estas en instituciones culturales, pero también en plazas, parques y montañas. 
En la práctica del de­porte, la preocupación permanente por los contenidos destinados a este público que se difunden en la radio, la televisión y todos los medios masivos; el trabajo de las organizaciones de masas en las comunidades, e incluso la existencia de espacios como los que propicia la Organización de Pioneros José Martí, que le permiten desde pequeños ejercer su derecho a opinar sobre los aspectos que afectan su vida y a ser escuchados por la más alta dirección del país.
Cuba es signataria de la Convención de los Derechos del Niño desde 1990, pero desde mucho antes la protección a la infancia quedó recogida en sus legislaciones principales co­mo el Código de la Familia, que define las responsabilidades de esta con los menores (1975); la Constitución (1976), cuyo articulado protege notablemente a niños y niñas; y el Código de la Niñez y la Juventud, que amplió ese alcance y entró en vigor en 1978.
El empeño de nuestro país en proporcionarle bienestar y educación a los infantes está por encima de cualquier limitación económica. La perpetuidad de un ideal, de una nación, de una cultura depende de ese hombre que hoy es niño. 
(Cubaminrex/ Granma)

Celebra Cuba Día Internacional de la Infancia

Cuba exhibe hoy logros tangibles en la protección de la niñez y ratifica su respaldo a las convenciones internacionales defensoras de los derechos de la infancia al considerarla el futuro de la humanidad.
No es casualidad que de los 600 millones de niños pobres y desamparados en el mundo, ninguno sea cubano. Uno de los motivos que impulsó a los líderes del país y al pueblo para hacer una Revolución fue la infancia, de ahí que desde 1959 ese segmento poblacional sea una prioridad para el Estado.
Los niños reciben una atención desde el comienzo del embarazo de la madre, con un seguimiento obstétrico-ginecológico de alta calidad, y eso ya es garantía de un nacimiento satisfactorio.
El sistema educacional garantiza que los menores entren en contacto con sus similares a muy temprana edad y reciban una instrucción con parámetros adecuados en los Círculos Infantiles (guarderías).
En la mayor de las Antillas no existe el trabajo infantil, porque la legislación lo prohíbe, lo cual es casi una constante en muchas latitudes empobrecidas.
Todos los niveles de educación son gratuitos, y todos tienen derecho a instruirse, de ahí que los índices de matrículas en la enseñanza media y media superior (Bachillerato) sean elogiables con respeto al resto del Tercer Mundo.
Cuba suscribió varios instrumentos de carácter internacional referidos a la protección de la infancia, además de ser signatario y Estado parte de la Convención de los Derechos de Niño.
La nación antillana también firmó protocolos facultativos de la Convención de los Derechos del Niño sobre la venta de infantes, prostitución infantil y su utilización en la pornografía.
Además, el país es  partícipe de otros documentos como el que prohíbe el uso de menores en conflictos armados.
Desde hace varios años organismos internacionales reconocen la esmerada atención de Cuba hacia sus niños, gracias a una serie de proyectos y programas para consolidar aún más su protección.
(Con información de Prensa Latina)

¿Qué podrían escribir los niños cubanos sobre sí mismos? (+Fotos)

La realidad de muchos niños cubanos es tan linda como la de Lía, cuya mayor preocupación es querer ser actriz o saber a ciencia cierta qué es el amor…
María del Carmen Ramón
MARÍA DEL CARMEN RAMÓN / 1/06/2015 / EXCLUSIVO
¿Qué podrían escribir los niños cubanos sobre sí mismos? (+Fotos)
Lía no entiende de datos, pero alguna vez sabrá que Cuba está entre los países del primer mundo con mejores indicadores para el tema de la infancia. (Fernando Medina Fernández / Cubahora)
  • Día Internacional de la Infancia: Instituido en 1954 por acuerdo de la Asamblea General de la ONU, según la fecha que cada país decidiera. Cuba eligió el primero de junio.
Lo decía José Martí: “Los niños saben más de lo que parece, y si les dijeran que escribiesen lo que saben, muy buenas cosas que escribirían”. Hojeo un ejemplar de la Edad de Oro, mientras escucho los gritos de mi hermana Lía sobre la mesa, reclamando la atención de mi madre. Ella ya cumplió los 8 años,  y como niña al fin dedica su tiempo libre a jugar con sus amiguitas, a ser un día cocinera, enfermera, mamá; o a aprender de memoria cuentos para niños y repetirlos asignando voces distintas a los personajes o simplemente cantar canciones con cualquier pieza entre sus manos que parezca un micrófono.
“Que ni se piense ella que cuando sea grande va a ser actriz, si su hermana más grande es periodista y la otra es bioquímica, ella al menos tiene que ser doctora o abogada”, le dice mi madre, y Lía no tarda en recordarle entre risas: “sí, abogada para defender los derechos de los niños como yo que los padres no dejan ser artistas”.
Y casi todas las respuestas de Lía tienen cierto parecido con esta. Cuando era pequeñita le regalaron un librito con algunos de losderechos fundamentales de los niños, y desde ese entonces lo utiliza a menudo en su favor: “los niños tienen derecho a jugar, a comer, a tomar agua, a que sus papás los cuiden, a decidir lo que quieren ser cuando sean grandes”.
Hay algunos que entiende mejor que otros, pero Lía no olvida que cada mañana debe despertar bien tempranito para ir a la escuela. Es capaz incluso de suplicar a sus tatas que la despierten un poco más temprano, porque ella no quiere ser como Alejandro, quien siempre llega después del himno de Bayamo. De modo que Lía sabe que los derechos entrañan deberes y que en Cuba todos tienen el derecho por igual de compartir un aula. Y sabe también que su prima Laura, quien tiene algunos trastornos en el aprendizaje, debe ir a una escuela diferente.
Aunque Lía llore cuando está enferma y su madre debe ponerle el molesto pinchazo, ahí está en su brazo izquierdo la marca de la vacuna que tiene todo cubano. Aunque olvide que el derecho a la salud está también en el librito que tanto lee—porque la salud no es tema que preocupe a un niño sano— está creciendo viendo que su madre puede atenderse en el hospital sin mayor preocupación, y con la certeza de que a la mínima fiebre tiene que ir al policlínico o a la doctora Yaque, su médico de familia.
Lía escucha los cuentos de su madre y no entiende todavía de la gravedad de ciertas enfermedades, no sabe que es la muerte, ni tampoco lo que puede significar para quien vive en otro país  pagar un transplante de medula espinal, pero es que ella nació con el derecho a no tener que preocuparse por eso. No obstante, habla mucho en la escuela sobre el caso de su primo Carlos, quien sufre de Leucemia, y por eso ella le regala dibujos con textos como “Carli, que te mejores pronto”.   
Entiende a su manera el mundo y podría escribir los mejores libros al hablar de la recuperación de su maestra de primer grado de aquella operación repentina o de los médicos que están haciendo todo porque la barriga de su tía Moraima transcurra sin contratiempos, a pesar de que ella es diabética.
Lía sabe que no debe golosear las compotas de su vecino Esteban, porque ya una vez le toco tener las suyas. Ella no supo nunca de dónde provenían, pero cuando le toque prepararse para ser madre sabrá que forman parte de una dieta especial que garantiza el gobierno, junto con leche, carne y algunos otros de esos alimentos que a ella le gustan tanto.
Lía no entiende de datos, pero ya le tocará conocer que Cuba está entre los países con mejores indicadores para el tema de la infancia, entre ellos la tasa de mortalidad infantil en menores de 5 años.
Sabrá también que el país tiene cero por ciento de niños desnutridos, que estos tienen 11 vacunas totalmente gratuitas que los previenen contra enfermedades erradicadas o controladas, y que quienes quedan huérfanos se convierten en hijos de la Patria y pasan a ser cuidados en hogares para niños sin amparo filial.
En medio de una jornada de trabajo de mi madre, Lía hace una tarea donde le preguntan cómo definiría el amor en su vida cotidiana. Dudosa le pregunta a su madre: Mami, ¿qué es el amor?
“¿A esta hora con esa pregunta Lía, estoy planchando”. Ella suelta por un instante e intenta saciar la curiosidad de su hija buscando en el diccionario.  “Mami, pero por qué te complicas tanto:¿no puedo decir que amor es cuando mi abuela me da un beso y cuando tú me das la comida cuando estoy majadera y me bañas, cuando me llevas al médico para inyectarme aun cuando tengo miedo, cuando me ayudas a hacer las tareas…?”
Mi madre la mira con la boca abierta. Entonces confirmo que si los niños cubanos pudieran escribir sobre su vida, muy buenas cosas que escribirían. Por suerte, la realidad de muchos en este país es tan linda como la de Lía, donde su mayor preocupación es querer ser actriz o saber a ciencia cierta qué es el amor.

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