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viernes, 19 de febrero de 2016

El socialismo, el hombre y la institucionalización


Por José F. González Curiel / Profesor de Filosofía de la Universidad de Sancti Spíritus “José Martí Pérez”
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Otro pudiera ser el título de estas reflexiones, pero me aferro a tres conceptos que de manera antinómica expresan esencialidades en el contradictorio camino de la actualización del modelo económico cubano y cuyo equilibrio presupone una educación distinta de los modos de pensar y actuar de las personas, los grupos, las instituciones y todas las estructuras sociales.

Siempre ha sido una preocupación para la construcción del proyecto socialista la relación entre el ciudadano concreto, las estructuras intermedias y toda la sociedad. La Revolución nos está llamando a institucionalizar el país, que dicho de una manera más directa y entendible se trata de que cada elemento haga lo que le corresponde dentro de todo el entramado social. Por otra parte, el socialismo que hasta hoy hemos construido ha mostrado enormes dosis de paternalismo, lo que se traduce en acostumbrar a los hombres a recibirlo todo sin pedir aporte social a cambio.

Cuando se trata de resolver tareas de las comunidades donde viven los beneficiados se pierde con ello el carácter social de los procesos constructivistas y de la solución local a los problemas, manteniendo la imagen de que es el “Estado” quien se debe encargar de todos los asuntos, incluyendo los de cada familia y persona, poniendo al Estado como algo ajeno al sujeto y a este como un parásito improductivo e inerte.

Al socialismo no les son antisistémicas las soluciones individuales y de pequeños grupos para resolver las necesidades de toda índole, por ello crece el cuentapropismo y las cooperativas, pero hay que educar más en la implicación individual del hombre para la solución de sus propios problemas. Vienen a mi mente aquellas proféticas palabras de José Martí en su ensayo “La futura esclavitud”, cuando alaba la idea que le llegó del socialismo pero critica lo que para él eran sus puntos débiles y escribía: ““Si los pobres se habitúan a pedirlo todo al Estado, cesarán a poco de hacer esfuerzo alguno por su subsistencia” (…) Al llegar a ser tan varia, activa y dominante la acción de Estado, habría este de imponer considerables cargas a la parte de la nación trabajadora en provecho de la parte páupera (…) Si los páuperos no necesitasen trabajar para vivir – a lo cual jamás podrá llegar- se irá debilitando la acción individual”

Las experiencias de los últimos años demuestran lo arraigada que está la tendencia heroica trascendental de impulsos por campañas para solucionar cualquier problema comunitario, por ejemplo las campañas de saneamiento ambiental, los planes fachadas, las cosechas de productos agrícolas, entre otros muchos ejemplos. Es frecuente ver cómos se apela a empresas e instituciones estatales para resolver problemas de otras que son insuficientes en el cumplimiento de su objeto social (Higiene, Agricultura, Vivienda), lo cual constituyen zancadillas al proceso de institucionalización y de eficiencia empresarial, mientras que por otra parte se observan a los vecinos beneficiados sin la más mínima implicación en sus propios provechos.

Estas tendencias manifiestan también una peligrosa tumoración en la columna vertebral de las organizaciones sociales y de masas, que pierden a ritmos acelerados sus capacidades movilizativas y le van configurando un reacomodo en sus roles históricos atendiendo a la coyuntura social actual, donde en la psicología y la ideología del sujeto los proyectos socializadores se han transformado en proyectos individuados y de menor alcance, con lo cual también, a decir de Martí, “se pierde el nervio nacional”.

Todas las instituciones socializadoras de nuestra realidad local, incluyendo la propia familia, tendrán de inmediato que reajustar sus estrategias educativas en aras de fomentar una cultura participativa en la que se implique al ciudadano concreto en la solución de los problemas propios y se funde desde pequeño al hombre en el amor al trabajo como única fuente de riqueza social e individual. La madre sociedad no puede dar más que lo que a ella se le da y ese camino pasa porque cada persona, cada grupo y cada institución cumpla de manera suficiente el rol que le corresponde. Lo demás serán caminos trillados de la época de “31 y más palante” que si bien resolvieron problemas perentorios, más bien hicieron mucho daño en lo económico y en lo ideológico a lo que verdaderamente debe ser un proyecto socialista “con todos y para el bien de todos”.

FUENTES:


Publicado por:  David Díaz Ríos / @daviddr5129 

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