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jueves, 28 de enero de 2016

Acaparo, luego existo






Por José Francisco Echemendía Gallego / Universidad Sancti Spiritus

# JOSE FCO ECHEMEDÍA-3

Parafraseando al filosofo francés René Descartes (cogito ergo sum, pienso, luego existo) viven hoy no pocos cubanos. Es un hecho muy común ver a ciudadanos entrar a un establecimiento de comercio, o a cualquier mercado de productos alimenticios y pedir al dependiente cantidades fuera de lo sensato y común; pueden ser pastillas para el aseo personal, baterías eléctricas (pilas), pegamento multiuso, chancletas de baño, alimentos de cualquier tipo; así como elementos vinculados a las nuevas tecnologías (tarjetas de nauta para conexión WiFi); en fin, cualquier mercancía o producto de alta demanda –sea o no de primera necesidad- para después comercializarlos a precios astronómicos y lucrar con este proceder.

No sé si la mayoría de los victimarios y de las víctimas conoce, sin embargo, que ese proceder se refleja en una figura delictiva: ACAPARAMIENTO, pero me parece que los que sí lo conocen de tanta permisividad e impunidad ya lo ven como algo normal, que ocasionalmente causa molestias y disgustos, y… hasta allí. Creo saludable recordar a los lectores que esta figura delictiva aparece recogida en una gran cantidad de legislaciones de diferentes países de cualquier lugar de este planeta, eso sí, con diversos matices, pero no tenemos la exclusividad como algunos creen. 



En el caso de nuestro país, en la Ley 62/1987, Código Penal de la República de Cuba se puede encontrar en el Capítulo X, Especulación y Acaparamiento, Artículo 230, donde se expresa: Se sanciona con privación de libertad de tres meses a un año o multa de cien a trescientas cuotas o ambas al particular que:
a) adquiera mercancías u otros objetos con el propósito de revenderlos para obtener lucro o ganancia;

b) retenga en su poder o transporte mercancías o productos en cantidades evidente e injustificadamente superiores a las requeridas para sus necesidades normales.


Como confío en que usted es un lector inteligente, ya estará pensando: “no basta con que esté en una ley”, y coincido absolutamente con su apreciación. De esos tantísimos transgresores de la ley solo unos pocos lo hacen por compulsión o por ser excesivamente precavidos; la mayoría lo hacen premeditadamente para beneficiarse de los dividendos de otra violación de la ley: la especulación, aprovechándose de la escasez de algunos productos o de cualquier falla en la distribución de mercancías, también de la inseguridad que -justificadamente- tienen no pocas personas.
¿Cómo identificar a un acaparador? Es realmente sencillo. Solo tiene que aproximarse a un establecimiento de comercio, a su mostrador, y verá a alguien con contenedores (envases, cajas, jabas, sacos) en exceso y adquiriendo grandes cantidades o volúmenes desmedidos de mercancía, si hay cola (fila) lo verán marcar una y otra vez; aunque en otras ocasiones –por desgracia no tan escasas como el producto- lo verán por la puerta lateral o principal del establecimiento en contubernio con un dependiente, y a veces con el propio administrador cargando su preciado botín. En ese momento escuchará voces enardecidas y expresiones como: ¡Qué descaro!, ¡Hasta cuando!, ¡Caballeros, eso nadie lo ve! Pero lo cotidiano, de ahí no pasa.
Lo cierto es que, en muy pocas ocasiones están allí representantes de las autoridades, dispuestos a que se actué con apego a la legalidad; ante situaciones como estas debe intervenir –principalmente- la Policía Nacional Revolucionaria y los cuerpos de inspectores creados por los órganos locales del Poder Popular, aunque no es menos cierto que resulta fundamental también la incorporación de los miembros de la comunidad (ciudadanos comunes y corrientes), porque ellos son genuinos representantes de la vergüenza y la dignidad de la Revolución, y deben marchar en la vanguardia del enfrentamiento a las ilegalidades. Sin embargo, por indagaciones realizadas conocimos que en el año 2014, el Tribunal Municipal solo realizó 10 procesos por este delito y en lo que va del 2015, cinco; es difícil explicarse cómo es posible que alguien salga de un establecimiento público con ocho “tubos” de mortadela, con 30 o 40 litros de vinagre, vino seco o puré de tomate; 40 y hasta 60 potes de pasta agridulce o pasta de ajo; con 70 o 100 libras de chicharos, entre otros muchos ejemplos y lo haga con total impunidad; o pueda deambular por las calles pregonando “vinagre, el buen vinagre aquí”, “coge tu buen cloro”, entre otros sugerentes pregones.
Considero que hace tiempo debimos detener este “partido de tenis”, en el que la pelota va de una cancha a la otra sin marcar puntos; si la ley existe y los infractores de esta también, y continúan las violaciones, queda claro que el gran ausente es el responsable de aplicar lo legislado; tenemos dignos cuerpos para la salvaguarda del pueblo y del Estado, tenemos un sistema judicial transparente y ordenado, pero tenemos sobre todo un Partido que es vanguardia y guía; tensemos la cuerdas de la voluntad, el tesón, la disciplina y la combatividad para ver cumplidas las aspiraciones del Maestro: “…el deber de la política es elevar hasta la justicia a la humanidad injusta, para así conducir hasta el bien común y propiciar intereses virtuosos”. (O. C. Carta al Sr. Director de La Nación, septiembre 24 de 1888. T.12. P.57.)
Fuente:


Publicado por:  David Díaz Ríos / @daviddr5129 

1 comentario:

  1. Buen artículo profesor. Mis felicitaciones. Crítico y oportuno para los tiempos que vivimos. Hay mucha gente que no quieren ver o se hacen de la “vista gorda” como dice el dicho; y también hay muchos “pillos” enriqueciéndose a “costilla” del pueblo y “vacilando” la Revolución de Fidel Castro, sin trabajar, especulando y sin aportar a la sociedad.
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