Por estos días se cumplen veinte años de la muerte del Comandante Manuel Piñeiro Losada,
fundador de los órganos de seguridad cubanos y durante varias décadas
estrecho colaborador del líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro
Ruz, de quien fue amigo e interlocutor prácticamente cotidiano en los
complejos quehaceres de la elaboración y ejecución de la política
exterior antiimperialista y la acción internacionalista de Cuba.
Piñeiro, conocido también desde los días de la lucha guerrillera en las sierras orientales como ‘Barbaroja’, y que fue uno de los más destacados dirigentes de la Revolución, falleció en la capital cubana el 11 de marzo de 1998,
cuando estaba a punto de cumplir 65 años, en una etapa en la que
comenzaba a escribir y develar hechos y documentos hasta entonces
confidenciales acerca de las muchas y delicadas misiones solidarias que
dirigió en apoyo a las fuerzas anti dictatoriales y progresistas del
hemisferio.
El Comandante Piñeiro había sido uno de los fundadores del “Movimiento
26 de Julio” en la provincia cubana de Matanzas durante la lucha contra
la dictadura de Fulgencio Batista, integró en la Sierra Maestra la
Columna Número Uno dirigida por su gran compañero y amigo Fidel Castro
Ruz, para luego coadyuvar a exitosas campañas guerrilleras bajo las
órdenes de Raúl Castro en las serranías del norte oriental, en lo que
tuvo un destacado desempeño.
Algo después del triunfo revolucionario de 1959 Piñeiro devino fundador
de los órganos de la seguridad y del Ministerio del Interior, los cuales
contribuyeron a preservar la independencia y soberanía nacionales ante
las permanentes agresiones imperialistas. Ya para entonces era un
estrecho colaborador de Fidel Castro en la concreción de la ayuda y
solidaridad hacia una amplia gama de fuerzas revolucionarias y
patrióticas de América Latina y el Caribe, y también en otros
continentes, como parte del impacto mundial de la Revolución Cubana, a
la cual sirvió con inteligencia y lealtad durante toda su vida.
Fue un hombre de acción, consagrado a sus tareas, y de un optimismo
natural, asi como con gran olfato y capacidades de dirección que le
permitieron asumir con éxito muy delicadas responsabilidades y misiones
políticas, guiadas por el objetivo fundamental de ayudar a quebrar el
dominio yanqui en la región.
A través de la discreta labor política y solidaria de Piñeiro y su
equipo de oficiales y funcionarios se materializaron empeños unitarios
en varios países, y en otros en asesoría militar y ayudas en la lucha
contra las más brutales dictaduras militares que contaban con el apoyo
de los Estados Unidos.
En 1975 se crea el Departamento América, como parte del aparato auxiliar
del Comité Central de Partido Comunista de Cuba, donde por otros veinte
años Piñeiro continuaría desempeñando un importante papel en el
desarrollo de las relaciones con fuerzas revolucionarias, políticas y
sociales en nuestro Continente, por lo que las actividades bajo
responsabilidad de Piñeiro continuaron siendo una de las mayores
preocupaciones de las administraciones estadounidenses.
Considerado por muchos como un conspirador nato para las buenas causas,
que gozaba ante los desafíos, Piñeiro fue a su vez un ejemplo de
disciplina, lealtad y discreción, virtudes que le acompañaron siempre en
su importante ejecutoria revolucionaria.
Su inteligencia, sus dotes para operar con absoluta discreción y la
habilidad con que formó y dirigió a su equipo de subordinados, le
permitieron contrarrestar exitosamente en múltiples ocasiones la acción
de los aparatos de inteligencia norteamericanos.
Casi todos los que lo conocieron, amigos o los más diversos
interlocutores coinciden en destacar la austeridad y la modestia de
aquel compañero, su carácter ameno y hasta jaranero, su “don de gentes”,
y su capacidad para relacionarse con muy variadas figuras y líderes de
diversas vertientes políticas, entre los que contaba con gran respeto y
admiración, más allá de las diferencias ideológicas. Para quienes con
él trabajamos era jefe y a la vez maestro y amigo, que infundía respeto a
la vez que era accesible y jovial.
El enfoque político y revolucionario fue siempre la guía tanto de su
labor personal como al orientar el trabajo de las entidades que dirigía.
Dedicó innumerables horas a ampliar las relaciones de Cuba con
prácticamente todos los sectores políticos y sociales de este
continente, sin importar las posiciones ideológicas y la militancia
partidista, siempre y cuando existiese un ápice de nacionalismo y
honestidad.
Era capaz de dialogar con disimiles interlocutores. En la amplitud de su
labor llegó a los sectores más improbables, militares, conservadores,
reformistas o religiosos, en lo que partía del concepto de Fidel de que
espacio que no se cubre lo ocupa el enemigo.
Nunca en tales quehaceres hizo concesiones de principios.
En la historia de Nuestra América, en su difícil confrontación con la
política imperial de Washington, está sin dudas el importante aporte que
en su momento aportó el inolvidable Comandante Manuel Piñeiro Losada.
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