Universidad de Sancti Spíritus. Profesor José Echemendía Gallego
En el año 1976 una novedosa
institucionalidad tomó forma en Cuba; con ella se puso en práctica el
sistema electoral que hoy conocemos, en el que se promueve la
participación popular, traducida en que cualquier ciudadano –al amparo
de la ley- puede escoger, postular, elegir, controlar y revocar a sus
representantes.
En nuestro sistema político no hay lugar
para el pluripartidismo, no postulan los partidos, ya que los delegados
son postulados y elegidos directamente por los ciudadanos, por las
bases populares, allí en las comunidades. Esa es la esencia de nuestro
sistema, criticado por no pocos desfasados al servicio de la más rancia
ideología de derecha en diferentes partes del mundo.
Hay quien no gusta de las comparaciones,
o al menos alude que no son útiles o convenientes; pero lo cierto es
que la comparación constituye un método o un procedimiento, según
proceda, en la investigación científica; además, el ser humano es dado a
la comparación empírica casi permanentemente; para saber si este dulce
es más sabroso que aquel otro: hay que comparar.
Es por ello que tomo, convenientemente,
dos procesos electorales que se desarrollan en un mismo tiempo, en un
contexto geográfico cercano y con propósitos sufragistas muy similares:
el de Colombia y el de Cuba; y en aras del tiempo y el espacio, solo me
remitiré a unos pocos aspectos que considero suficientes para ilustrar
lo que quiero: la valía del sistema electoral socialista de Cuba.
En el primer caso contendieron –con más
opciones- por los puestos en el Congreso de la República (108 senadores)
ocho partidos, de un total de 16; la mayoría con programas políticos
muy similares que no aportan nada novedoso, ni beneficioso para las
grandes mayorías, con la excepción del partido FARC, brazo político de
las extintas FARC-EP y Poder Ciudadano Siglo XXI, movimiento radical del
Partido Liberal, liderado por Piedad Córdoba.
En el país sudamericano fueron
convocados a las urnas un total de 36 493 318 electores, y solo
ejercieron su derecho al voto el 48,62 % del padrón electoral, con un
abstencionismo del 51,38 %; que para consuelo de la claque política de
ese país es inferior al del anterior proceso (2014) en un 4,82 %; esa es
la credibilidad que ha ganado un sistema arcaico, obsoleto y sin futuro
evidente.
En un mundo, que al menos en el
discurso, se preocupa por la incorporación activa de la mujer al
ejercicio del poder, en Colombia solo 52 mujeres alcanzaron los votos
necesarios para formar parte del Congreso, el 20 %; en un país que,
según el censo, hay más mujeres que hombres.
Por último, está la forma en que
transcurrió el proceso en sí mismo, irregularidades de toda índole
fueron denunciadas por ciudadanos, partidos políticos y observadores
–tanto nacionales como internacionales. No alcanzaron las boletas para
que los electores votaran en la consulta interpartidista (la solución
fue fotocopiarlas), venta y compra de votos, entre otras denuncias, que
van desde la financiación de campañas con fuentes ilegales, la violación
de los topes de gastos de las campañas, que los candidatos no informen
sobre aportes que hayan recibido sus campañas y hacerse elegir estando
inhabilitado.
En el caso de Cuba, no hay partidos que
postulen, la selección de los candidatos es un proceso dirigido por las
organizaciones de masas en asambleas que se originan en la base, y se
consulta con la ciudadanía.
En la mayor isla del Caribe se
convocó a votar a un total de 8 926 575 electores, y ejerció su derecho
el 82,9 % de ese padrón; que aunque inferior al resultado de las
anteriores elecciones generales en casi un 8,0 %, refleja la confianza y
respaldo del pueblo al proceso; pero lo más relevante es la calidad de
ese voto: el 80,44 % votó por todos los candidatos, y entre boletas anuladas y en blanco solo se contó con un 5,6 %.
En este proceso se eligieron un total de
322 mujeres, para un 53,22 %; cifra que supera las expectativas de las
Naciones Unidas para el empoderamiento de las féminas en la sociedad. La
continuidad de la Revolución la garantiza el reemplazo generacional,
con un promedio de edad del Parlamento de 49 años, y en el que 80
diputados tienen entre 18 y 35 años; ¡ah!, y si se habla de nivel
cultural o educacional, el 86 % alcanza el nivel superior ¡Qué lujo!, y
el 14 % tiene nivel medio supeior.
Finalmente, como es habitual en Cuba,
las elecciones transcurrieron sin incidencias ni irregularidades, que no
fueran las provocadas por unas lluvias que, en algunas zonas del
territorio nacional, condujeron a extender el horario de cierre una hora
más.
Como dijera un popular conductor de la televisión cubana: Saque usted sus propias conclusiones.
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