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jueves, 23 de julio de 2015

Cuba-USA: ¿El enemigo durmiendo en nuestras camas?

Cuba-USA: ¿El enemigo durmiendo en nuestras camas?

Izaje de la enseña nacional, en el acto de inauguración de la embajada de Cuba, en Washington D.C., Estados Unidos, el 20 de julio de 2015. AIN FOTO/Ismael Francisco González/
Escrito por  Nicanor León Cotayo / Una idea macabra, “envenenar al Hombre Nuevo con los estándares de consumo de los que estos muchachos no se han dado cuenta viendo las películas del sábado por la noche”.

Este martes Diario las Américas insertó un artículo bajo el sugestivo titulo “Caballos de Troya”, que invita al comentario.
Afirma que izar banderas de Cuba y Estados Unidos para restablecer sus lazos diplomáticos constituye un error garrafal.
Según él estaría por ver a qué parte corresponde este.
Su autor, José Luis Rumbaut López, muestra su pensamiento al recordar la ocasión en que  “marines” borrachos se subieron en La Habana a la estatua de José Martí y la orinaron.
¿Cómo valora Rumbaut ese repulsivo hecho (1949) al héroe nacional de Cuba? Una fechoría, dice, “casi infantil”.
Luego, adentrado en su artículo, escribe que hace más de 50 años no se ve ondear en la capital cubana una bandera de Estados Unidos.
A continuación indica un aspecto muy significativo cuando escribe lo siguiente:
El gobierno de Obama lo ha expresado directamente, no están renunciando a sus intereses de “cambio de régimen, solo están cambiando la estrategia” debido a que la anterior fracasó.
¿Cuál? hostigamiento, embargo, aislamiento, enfrentamiento, que  no dieron el resultado previsto.
Entre audaz y cínico se atreve a manifestar que el gobierno de Raúl Castro no ha sido tan transparente en sus propósitos.
En opinión de Rumbaut, la bandera estadounidense ondeando en el malecón habanero será un recordatorio de que “existe un modo diferente de hacer el día a día”.
Tiene razón, porque en Cuba, sus medios no arrancan con frecuencia la jornada reportando el asesinato de uno o más integrantes de su comunidad negra a manos de la policía.  
Ni su día a día se caracteriza por la notificación de funestos choques armados entre bandas de narcotraficantes.
La bandera cubana ha ondeado en Estados Unidos, puntualiza Rumbaut, allí hay miles que la tienen y proclaman un nacionalismo “complicado” pero ferviente.
Para quienes desde Cuba no favorecen el acercamiento, la imagen del Caballo de Troya con barras y estrellas es sinónimo de quinta columna o de “enemigo durmiendo en nuestras camas”, afirma.
Comenta que liberar los movimientos de diplomáticos cubanos en sus predios es para muchos algo que Obama no debía autorizar.       
Confiesa la posibilidad de moverse que se supone tendrán esos diplomáticos en el territorio de Estados Unidos, algo para muchos una concesión que el presidente Obama no debía autorizar.
Se me parece mucho, aseguró el artículo,  al peligro que algunos portavoces cubanos están alertando en La Habana.
¿Sobre qué habla? De los accesos a Internet y lo que los jóvenes de la nueva hornada verán en este nuevo mundo “al que se están acercando peligrosamente”.
Y a renglón seguido lanza una idea que, incluso a pesar de él mismo, tiene una connotación muy especial.
Habla de un Caballo de Troya, de una idea macabra fabricada en Washington, “envenenar al Hombre Nuevo con los estándares de consumo de los que estos muchachos no se han dado cuenta viendo las películas del sábado por la noche”.
A la luz de esa realidad, vale una vez más tomar en cuenta lo sucedido en lugares como, por ejemplo, la ex Unión Soviética, donde con deslumbrantes recursos de la sociedad de consumo han logrado encandilar a muchos de sus jóvenes.
Símbolos de ese proceso –al margen de sus aspectos sustanciales- fueron la introducción acelerada allí de la McDonald, los jeans, la Coca Cola y otros anzuelos del consumismo.
Esto en medio de un desbordamiento de su ofensiva mediática que vendió aún con mayor fuerza los valores de la sociedad estadounidense, incluido lo que llaman o interpretan a su manera como el   destino manifiesto de Estados Unidos.
Una embestida de esa magnitud exige, entre otras cosas, para quienes la reciben o están en la mira de recibirla, disponer de una contraparte altamente culta y fiel.
Esa idea encierra una sólida y permanente información, especializada, local, nacional e internacional.
De todas maneras, estamos solo en el balbuceo de una nueva y muy compleja etapa de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.

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