La lucha por escalar dentro de la disidencia cubana es sumamente peligrosa. Se requiere codicia, distancia de la sociedad civil, y sangre fría. La escalera que conduce al dinero, las visas y los privilegios es estrecha y no caben todos. Según las leyes del mercado que tanto admiran sus miembros, la lucha debe ser despiadada, y se trabaja para eliminar la competencia. Estas prácticas a veces dan resultados, pero de vez en cuando terminan en violencia sangrienta. Según narra Guillermo Fariñas desde Cuba, ayer un agente encubierto del gobierno cubano trató de asesinarle en una reunión de disidentes que se celebraba en su casa, y en el intento varias personas fueron heridas. Se dice que José Alberto Botell Cárdenas, tuvo una discusión con Fariñas sobre visas que otorga la Oficina de Intereses de Estados Unidos a los disidentes. Botell Cárdenas en un ataque de ira sacó del bolsillo un cuchillo y se abalanzó sobre Fariñas hiriendo a varias personas presentes entre las que están dos Damas de Blanco. Fariñas, que recientemente había anunciado su distancia de UNPACU tras involucrarse en la campaña política de Joe Garcia en el distrito 26 de la Florida, puede haber provocado con sus privilegios cierta envidia en otros disidentes con baja moral. Todas esas puñaladas son la prueba evidente de la profunda división y falta de principios éticos que rigen la vida de la disidencia cubana. La respuesta que Fariñas le da al ataque definiéndolo como un atentado de la Seguridad del Estado contra su persona es además de irresponsable, una prueba de su falta de liderazgo político, porque ya a estas alturas Fariñas debería saber el alto costo político que paga todo opositor que acuse sin pruebas a un gobierno. El sentido común nos dice que si un agente secreto tiene como misión un asesinato político, es muy difícil que no logre su objetivo. Las inteligencias del mundo son eficaces, expertas y profesionales en lo que hacen, y si alguna inteligencia quisiera eliminar algún civil, aquí o en Suecia, lo haría sin tanta chapucería. Cuando Fariñas entonces desvía la atención y acusa al gobierno, pierde credibilidad entre los cubanos, porque ofende nuestra inteligencia. Esto, sin embargo, no le perjudica de forma inmediata, porque a él nadie le eligió para nada, y sus beneficios se derivan directamente de un activísimo crispado lleno de propaganda y con apoyo mediático de la extrema derecha en Miami. Ante una disidencia que se anuncia como “pacífica” pero que vive en la violencia y aspira al poder del estado, los cubanos de buena voluntad debemos abrir los ojos todo el tiempo. No hace falta mucha imaginación para saber que estos sujetos promoverían la violencia política en Cuba a mayores niveles si ganaran espacios como partidos-fachada de bandas criminales.
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