Leyendo detenidamente el artículo de Roberto G Peralo, “La reversibilidad posible”, en el que comenta el prólogo del Dr. José A. Toledo a la obra “Cuba: propiedad social y construcción socialista”- que desgraciadamente no he tenido la oportunidad de leer- se presenta un listado de síntomas que derivan de la situación: “Cuando lo real es irracional, cuando lo real no coincide con el proyecto social y se produce una separación entre el ser y lo que debe ser y entre los hechos y la palabra”. A continuación me permito citar los síntomas:
Incapacidad de satisfacer las necesidades más elementales de la población y las exigencias que demanda él progreso social.
•Imposibilidad de una participación efectiva de los ciudadanos en el ejercicio del poder.
•Distanciamiento cada vez mayor entre gobernantes y gobernados. La presencia de élites y grupos acomodados.
•Crisis de autoridad y legitimidad. Lo que funciona no es el poder de la autoridad, sino lo contrario, la coerción como método de dirección. Al mismo tiempo la falta de reconocimiento y apoyo al poder revolucionario y a sus representantes no garantiza la legitimidad que la hace racional.
•Incremento de la burocracia, por falta de capacidad de las instituciones de coordinar y relacionarse entre si, que produce no solo descontento, sino sobre todo, constituye un impedimento en el proceso revolucionario en todas las esferas de la vida social. Los errores esenciales de la vanguardia que no son rectificados a tiempo. La aplicación errónea, irracional, incorrecta de la política por parte de algunos de los agentes del cambio que representan a la vanguardia. Los rezagos del viejo orden social y la existencia de sus representantes que no cesan en sus intentos de restauración del poder.
•La doble moral, la simulación y las posiciones vacilantes dentro de las filas de los revolucionarios sirven de caldo de cultivo a la oposición política. El apoyo aparente de las medidas orientadas por la vanguardia en los actos y en medios oficiales es desacreditado fuera de estos contextos.
A su pregunta de cuales de estos síntomas están presentes en nuestra sociedad, le respondería, con el dolor de mi alma, que todos forman parte del cortejo sintomático actual de la crisis de gobernabilidad por la que atraviesa el país.
No hay que ser muy sagaz para darse cuenta de cómo estamentos de nuestra burocracia gobernante, que aun conservan una alta cuota de poder decisorio, se dedican a torpedear, sistemáticamente, cuanta medida de cambio profundo se plantee por el General-Presidente. En ocasiones da la impresión que en Cuba existen dos gobiernos: el verdaderamente popular que promulga los necesarios cambios y el que, repitiendo el discurso renovador como un eco vacío, hace todo lo posible para que las reformas no se lleven a vía de hecho, oponiéndole los más disímiles y variados obstáculos. El nudo gordiano está ahí, en el poder que todavía posee la burocracia inmovilista.
¿Es imposible arrancarles ese poder a los burócratas? Por supuesto que no. Lo que hay que hacer es acabar con la centralización del poder, acabar de quitarle al estado la función administrativa que no le corresponde, pasar a otras formas de propiedad en todas las esferas productivas y de servicio que no sean fundamentales para el país, darle mucha más autonomía a las grandes- y digo, verdaderamente grandes y estratégicas-empresas estatales, facilitar la inversión extranjera sin coyundas ni pactos de “embudo” en todo aquello que no podamos desarrollar con nuestros recursos. Hay que lograr reducir al mínimo el desabastecimiento crónico de nuestro mercado interno y la inversión extranjera podría ayudar a resolver muchos de esos problemas. Los que nos corresponden a nosotros no se resolverán hasta que el trabajo no se convierta, de verdad, en la única fuente de ingresos y bienestar.
La demora en la creación de un mercado mayorista y las disposiciones que limitan el pleno ejercicio del comercio y la producción de las nuevas empresas cooperativistas y privadas ponen en peligro su desarrollo desde la misma cuna. En esta esfera es donde se ve, con más claridad, la acción de rémora la mano peluda de la burocracia centralista e inmovilista.
Los cambios políticos deben ir aparejados a los económicos, el papel del Poder Legislativo y Judicial es crucial en esta hora de cambios y no puede esperar las calendas griegas.
El peligro que la Revolución pueda ser destruida desde dentro es real y hay que evitarlo a toda costa. Sí se puede revertir el estado actual de la economía y del país en general, pero no resultará con placebos y paños tibios. La sociedad toda debe participar activamente de esos cambios en un gigantesco ejercicio democrático donde todos cuenten en un clima de discusión franca, abierta y reformadora para lograr un socialismo más eficiente, más justo y más sustentable “Con todos y para el bien de todos”
Por: Nelson Páez del Amo
ANEXO:
LA REVERSIBILIDAD POSIBLE
Por: Roberto G. Peralo (roberto.peralo@umcc.cu) (@RobertoPeralo)
En mi lectura de este fin de semana encontré un análisis muy interesante del Dr. José A. Toledo García en el prólogo al libro “Cuba: propiedad social y construcción socialista“. El profesor reflexiona sobre las causas de la reversibilidad de los procesos revolucionarios. Lo considero un texto muy interesante y polémico. Pudiera servir como punto de partida para generar un buen debate revolucionario.
La presencia de una crisis revolucionaria crea las condiciones que posibilitan y dan fuerzas a la oposición política para retomar o mantenerse en el poder, recordemos que no toda situación revolucionaria conduce a la Revolución. Si la política científica socialista no logra objetivarse en las relaciones de producción y reproducción “se genera lo opuesto a la Revolución, es decir, una situación contrarrevolucionaria como un resultado objetivo del fracaso del proyecto socialista”. Cuando lo real es irracional, cuando lo real no coincide con el proyecto social, y se produce así, una separación entre el “ser” y el “deber ser” entre los “hechos y la palabra”, estamos en presencia de una situación de ingobernabilidad que fácilmente degenera en contrarrevolucionaria, que se expresa, grosso modo, en los siguientes síntomas:
•Incapacidad de satisfacer las necesidades elementales de la población y las exigencias que demanda él progreso social.
•Imposibilidad de una participación efectiva de los ciudadanos en el ejercicio del poder.
•Distanciamiento cada vez mayor entre gobernantes y gobernados. La presencia de élites y grupos acomodados.
•Crisis de autoridad y legitimidad. Lo que funciona no es el poder de la autoridad, sino lo contrario, la coerción como método de dirección. Al mismo tiempo la falta de reconocimiento y apoyo al poder revolucionario y a sus representantes no garantiza la legitimidad que la hace racional.
•Incremento de la burocracia, por falta de capacidad de las instituciones de coordinar y relacionarse entre si, que produce no solo descontento, sino sobre todo, constituye un impedimento en el proceso revolucionario en todas las esferas de la vida social. Los errores esenciales de la vanguardia que no son rectificados a tiempo. La aplicación errónea, irracional, incorrecta de la política por parte de algunos de los agentes del cambio que representan a la vanguardia. Los rezagos del viejo orden social y la existencia de sus representantes que no cesan en sus intentos de restauración del poder.
•La doble moral, la simulación y las posiciones vacilantes dentro de las filas de los revolucionarios sirven de caldo de cultivo a la oposición política. El apoyo aparente de las medidas orientadas por la vanguardia en los actos y en medios oficiales es desacreditado fuera de estos contextos.
Algunas preguntas me surgen de este interesante texto:
¿Hasta que punto la existencia de estos síntomas serán capaces de revertir un proceso revolucionario?
¿Cuáles de estos síntomas están presentes en nuestra sociedad?
¿La sociedad cuenta con algún mecanismo que le permita contrarrestar estos males?
De existir estos problemas ¿La solución serían los Lineamientos económicos o los objetivos de la Conferencia del PCC?
Si no logramos un desarrollo sostenible que permita a los ciudadanos alcanzar altos estándares de vida a través de las relaciones de producción y reproducción de un sistema socialista. ¿Se podrá garantizar la irreversibilidad del proceso revolucionario?
En el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de 2005, Fidel afirmó sobre la posibilidad de autodestruir la Revolución. La única forma de evitarlo es ser capaces de reconocer nuestros propios errores, identificar las causas que nos limitan resolverlo y llenarnos de valor y deshacernos de esas causas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario