Por José Francisco Echemendía Gallego / Universidad Sancti Spiritus
Así dice un verso de uno de los sones más famosos y cantados de Miguel Matamoros, cubanísimo trovador
santiaguero, suena redundante, ¿verdad? Esa interrogante fue la
primera que me vino a la mente cuando vi la imagen que acompaña estas líneas.
Imagen del Autor
Insolencia, desparpajo, desvergüenza o inocencia; puede haber de todo, aunque
no creo que sea de lo último. Desde que fuera noticia –en fecha señalada para
no pocos cubanos- la decisión de los gobiernos de Cuba y Estados Unidos de
Norteamérica de restablecer relaciones diplomáticas, muchos “tomaron
el rábano por las hojas”, y no se hicieron esperar reacciones que
hubieran hecho palidecer o encolerizar al poeta que escribiera a finales del
siglo XIX “que no deben flotar dos banderas/donde basta con una: ¡la mía!”,
y se vieron ondear en azoteas y balcones banderas con bandas y estrellas, en
los automóviles (sobre todo en muchos “almendrones” de la capital), en
algunos bicitaxis, autos de turismo, y cubanos y cubanas que pretendían hacerla
resplandecer en sus cuerpos.
Creo que todos los cubanos en esos días debimos hacer ondear y restallar
en el viento la bandera del “rubí, cinco franjas y una estrella”;
como también dice la letra de una cubanísima canción. Se equivocan, es
lamentable, pero se equivocan los que creyeron estar dando una calurosa, alegre
y sonora bienvenida a un vencedor redentor; los vencedores estamos aquí hace 56 años retando al imperio
norteamericano y resistiendo a cuanta artimaña, ley, medidas, y hasta
agresiones militares y aventuras terroristas pasaron por sus mentes obcecadas y
prepotentes.
Ahora, con la certeza de la ya anunciada visita oficial del presidente
norteamericano Barack H. Obama a La Habana, vuelven a verse esas
reacciones, como el joven de la foto que
exhibe en su pulóver la imagen del mandatario estadounidense y los elementos
simbólicos de la bandera de ese país, o aquel que vocifera de un balcón a otro “ya
lo supiste, viene mi presidente”.
Como expresaron las autoridades cubanas, el presidente norteamericano será
recibido con respeto por la dirección del Gobierno
y por el pueblo, podrá conocer de cerca a una nación digna, soberana y
solidaria que le dispensará a él y su delegación un trato respetuoso y amable;
no tengo la menor duda de que la sonrisa de los niños cubanos resplandecerá más
que el rictus de los “sietemesinos” de los que hablaba José Martí en su ensayo “Nuestra América”.
La intención de tener relaciones decorosas y respetuosas con los Estados Unidos, no es ni novedad, ni
conveniencia de estos tiempos, siempre estuvo sobre la mesa; los que decidieron
hacer una política de enfrentamiento y guerra no declarada fueron ellos,
sucesivas administraciones que prefirieron hacerle el juego a los “¡…hijos
de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero!”; y
apoyaron y financiaron (todavía lo hacen) “…a los insectos dañinos que le roen el
hueso a la patria…”
Como ya se sabe, estamos dispuestos a la normalización de las relaciones,
siempre que sea en el más irrestricto apego al respeto, al trato entre iguales
y a la no injerencia en los asuntos internos.
Cubanos, miremos hacia el
futuro con optimismo, pero hagámoslo con la convicción de que lo que logremos
es el resultado de nuestra lucha, de nuestra resistencia y de nuestra dignidad.
Desde el 1. de
enero de 1959 nuestra bandera ondea libre y sin compañías que la menoscaben, así es
desde entonces y será por siempre; y si algún día eso se viera amenazado,
entonces volveremos con Camilo a los
versos de Bonifacio Byrne:
Si deshecha en
menudos pedazos
llega a ser mi bandera
algún día...
¡nuestros muertos
alzando los brazos
la sabrán defender
todavía!...
Publicado por: David Díaz Ríos / @daviddr5129 /
ANEXO:
Mi Bandera de Bonifacio Byrne
Al volver de distante ribera,
con el alma enlutada y sombría,
afanoso busqué mi bandera
¡y otra he visto además de la mía!
¿Dónde está mi bandera cubana,
la bandera más bella que existe?
¡Desde el buque la vi esta mañana,
y no he visto una cosa más triste... !
Con la fe de las almas austeras,
hoy sostengo con honda energía,
que no deben flotar dos banderas
donde basta con una: ¡la mía!
En los campos que hoy son un osario
vio a los bravos batiéndose juntos,
y ella ha sido el honroso sudario
de los pobres guerreros difuntos.
Orgullosa lució en la pelea,
sin pueril y romántico alarde;
¡al cubano que en ella no crea
se le debe azotar por cobarde!
En el fondo de obscuras prisiones
no escuchó ni la queja más leve,
y sus huellas en otras regiones
son letreros de luz en la nieve...
¿No la veís? Mi bandera es aquella
que no ha sido jamás mercenaria,
y en la cual resplandece una estrella,
con más luz cuando más solitaria.
Del destierro en el alma la traje
entre tantos recuerdos dispersos,
y he sabido rendirle homenaje
al hacerla flotar en mis versos.
Aunque lánguida y triste tremola,
mi ambición es que el Sol, con su lumbre,
la ilumine a ella sola, ¡a ella sola!
en el llano, en el mar y en la cumbre.
Si deshecha en menudos pedazos
llega a ser mi bandera algún día...
¡nuestros muertos alzando los brazos
la sabrán defender todavía!...
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