Cuba y los retos para mantener el socialismo. Por Arthur González.
El 2018 se presenta como un año complejo para Cuba, tanto económica como políticamente.
Por una parte, se fortalece la guerra económica, comercial y
financiera impuesta desde hace 58 años por Estados Unidos, con el
objetivo de hacerle creer al pueblo que el sistema socialista es
ineficiente e incapaz de satisfacer sus necesidades; por la otra, se
avecina un cambio de la generación histórica de la Revolución, dándole
paso a actores más jóvenes.
Cuando en 1962 la CIA diseñó esa guerra económica, pretendía que el
pueblo cansado de las penurias se alzara contra el gobierno; por tales
razones no la eliminan, a pesar de la votación favorable en la Asamblea
General de Naciones Unidas contra ese criminal bloqueo.
Barack Obama, con su abierta política subversiva tampoco la eliminó,
las frágiles medidas que aprobó fueron encaminadas al sector del trabajo
no estatal; a pesar de sus anuncios nunca el Estado cubano pudo hacer
transacciones financieras con el empleo del dólar, y fue el presidente
que más multas impuso a los bancos que osaron aceptar alguna operación
hacia o desde Cuba.
Lo mismo hacen contra Venezuela, con la pretensión de ahogar su
economía y que su efecto repercuta en la cubana, algo que ya se siente
en la isla.
Pero el mayor reto que hoy afronta Cuba es, entre otros problemas, la
corrupción que cual enfermedad infecciosa afecta a la sociedad en
general, algo reconocido por los máximos dirigentes de la Revolución y
aprovechado por los yanquis en sus planes y operaciones para desmontar
el socialismo.
La experiencia obtenida por Estados Unidos en su accionar contra el socialismo en Europa del Este, está presente en el actual diseño estratégico contra Cuba y otros países con gobiernos no aceptables para Washington, situación que nunca debe menospreciarse.
Fidel Castro lo analizaba con toda objetividad el 17 de noviembre del
2005 en el Aula Magna de la Universidad de la Habana, cuando explicaba a
los estudiantes los complejos problemas que enfrentaba el mundo y Cuba,
al reflexionar las causas del derrumbe del socialismo, preguntándoles:
“¿Es que las revoluciones están llamadas a derrumbarse, o es que
los hombres pueden hacer que las revoluciones se derrumben? ¿Pueden o no
impedirlo los hombres, puede o no impedir la sociedad que las
revoluciones se derrumben? ¿Creen ustedes que este proceso
revolucionario, socialista, puede o no derrumbarse?”
Al referirse al tema de la corrupción reflexionaba con entera franqueza:
“¿Cuántas formas de robo hay en este país?
¿Puede ser o no irreversible un proceso revolucionario? ¿Cuáles
serían las ideas o el grado de conciencia que harían imposible la
reversión de un proceso revolucionario? Cuando los que fueron los
primeros, los veteranos, se vayan desapareciendo y dando lugar a nuevas
generaciones de líderes, ¿Qué hacer y cómo hacerlo? Si nosotros hemos
sido, al fin y al cabo, testigos de muchos errores, y ni cuenta nos
dimos”.
Más adelante sentenciaba:
“Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución
puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros
sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra”.
La CIA no está ajena a esta situación y dada su experiencia trabaja
por aprovechar cada brecha; no en balde su ex director Allen Dulles, al
explicar la estrategia contra la URSS en la 2da mitad del siglo XX,
afirmaba:
“Pronto llegará el día en que tendremos que funcionar con conceptos directos de poder […] Sembrando
el caos en la Unión Soviética, sin que sea percibido, sustituiremos sus
valores por otros falsos y les obligaremos a creer en ellos”.
[…] En la
dirección del Estado crearemos el caos y la confusión. De una manera
imperceptible, pero activa y constante, propiciaremos el despotismo de
los funcionarios, el soborno, la corrupción, la falta de principios. La
honradez y la honestidad serán ridiculizadas como innecesarias y
convertidas en un vestigio del pasado”.
Con la llegada a la Casa Blanca del presidente Ronald Reagan, sus
ideólogos retomaron esa línea de acción, naciendo el denominado Programa Democracia, dado a conocer el 09.06.1982 en su discurso ante el Parlamento Británico.
En aquella intervención Reagan explicó:
“Entre todos tenemos que emprender acciones para una campaña por
la democracia, nutrir la estructura de la democracia, el sistema de la
prensa libre, sindicatos, partidos políticos, universidades, todo lo que
permita a los pueblos escoger su propio camino. […] No seamos tímidos
por más tiempo, vayamos con nuestro poderío y ofrezcamos esperanza.
Digámosle al mundo que una nueva era es factible”.
El propósito era transformarlo todo en las sociedades socialistas
desde adentro, desencajar el orden interno, fabricar y estimular una
contrarrevolución con la fachada de la defensa de los derechos humanos y
corromper a todo el que pudieran, con el fin de imponer el sistema
capitalista.
En ese sentido, Caspar Weinberger, su ministro de Defensa, confesó:
“Adoptamos una estrategia abarcadora que incluía la guerra
económica…una campaña silenciosa, trabajando a través de nuestros
aliados y utilizando otras medidas…”
La Revolución cubana tiene que tomar fuertes e inmediatas medidas
para sanear la compleja situación que tiene hoy la economía, lastrada
por hechos de corrupción y robo en esferas importantes como el
combustible, los alimentos y los medicamentos, entre otras, porque el
malestar se generaliza en la población y es un factor que los yanquis
aprovechan para sus campañas subversivas.
No por gusto Obama expresaba el 17.12.2014:
“Continuaremos abordando los temas relacionados con la democracia
y los derechos humanos en Cuba […] podemos hacer más para apoyar al
pueblo cubano y promover nuestros valores a través del
compromiso…Continuamos pensando que los trabajadores cubanos deben tener
la libertad de crear sus sindicatos, así como los ciudadanos deben
tener la libertad de participar en los procesos políticos … insistiremos
en que la sociedad civil se nos una para que sean los ciudadanos, y no
solo los líderes, los que conformen nuestro futuro”.
El socialismo se construye sobre bases morales y éticas socialistas y si estas se debilitan puede suceder lo que alertaba Fidel.
Ante estos retos el combate es de todos y solo así se alcanzará la victoria, pues como dijo José Martí:
“Vence el que insiste”
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