Cuba era condenada porque exigía a sus ciudadanos un permiso de salida y
una carta de invitación, para realizar un viaje a otro país por interés
personal.
Cualquier ciudadano del llamado “mundo libre” que desee ir como turista a otro, solo debe contactar con una agencia de viaje que le organiza su recorrido, incluidas las visas y boletos de avión. Para esos no hay exigencias que si les exigen a los cubanos y hace un penoso martirio lo que pudiera ser un deleite.
Desde 1966 Estados Unidos aprobó la llamada Ley de Ajuste Cubano, la
cual permite que cualquier cubano residente en la Isla que llegue al
territorio yanqui, solicitar asilo político con solo decir a las
autoridades migratorias que “huye del comunismo”, algo que politiza
ilegítimamente el movimiento migratorio.
Esa fue la solución que encontró la administración de Lyndon B.
Johnson, para legalizar el estatus migratorio de los que llegaban
ilegalmente a las fronteras estadounidenses, principalmente esbirros del
dictador Fulgencio Batista y sus seguidores, los atemorizados por las
campañas mediáticas contra la Revolución y aquellos padres que se
dejaron engañar con la falsa Ley sobre la pérdida de la patria potestad,
circulada por agentes de la CIA, y enviaron solos a sus hijos a los
Estados Unidos, como parte de la tenebrosa Operación Peter Pan.
La Ley de Ajuste, aún vigente, privilegia solo a cubanos y de ahí el
temor de varios países en facilitarles visas, pero lo que, si resulta
indignante y hasta humillante, son los requerimientos que muchas
embajadas solicitan solo a los cubanos para entregarles un visado, entre
ellos mostrar una cuenta bancaria, violando el secreto bancario y la
privacidad personal, escrituras de sus propiedades y hasta reservaciones
en hoteles.
¿A que ciudadano francés, turco, austriaco, australiano o argentino, se les exigen esos requisitos para visarle su pasaporte?
Muchos de los cónsules que hacen esas solicitudes a los cubanos no
tienen ni casa propia, ni cuentas de ahorro, al igual que sus
compatriotas que visitan a Cuba.
De eso la prensa de Estados Unidos no hace campañas, ni sus aliados
denuncian como se les limita la libertad a los cubanos para viajar. Sin
embargo, cuando los llamados “disidentes”, fabricados y sufragados por
Estados Unidos, viajan a México, Colombia, Chile, España y a los propios
Estados Unidos, nadie les pide nada de lo que le obligan a mostrar a
los cubanos que pretenden visitar familiares o amigos. Sobre ese
proceder discriminatorio nada se habla.
A partir de las medidas adoptadas por el presidente Donald Trump en
octubre de 2017, de no emitir más visas en la Habana para visitas
temporales, contraer matrimonio con ciudadanos norteamericanos, o de
reunificación familiar, los cubanos están obligado a viajar a México y a
Colombia para asistir a las entrevistas que se le programan en los
consulados de Estados Unidos, con el fin de evaluar si se les entrega o
no el visado.
Por supuesto que, para obtener el codiciado visado de ambos países,
los cubanos tienen que mostrarles a los funcionarios consulares su
estado de cuenta bancaria y las escrituras de sus propiedades, y solo
después de evaluar cada caso el cónsul accede o no a visarlo, lo que
resulta un tratamiento denigrante en un mundo que incrementa los
movimientos migratorios y el turismo.
Para demostrar el injusto trato que reciben los cubanos, que no es
criticado por las organizaciones de Derechos Humanos que antes
cuestionaban a Cuba, basta con conocer lo que Colombia ha impuesto a su
consulado en Miami, donde sus funcionarios declaran que “el consulado de
Colombia en Miami no tiene obligación de otorgarle visa a los cubanos
que quieren reunirse con sus familias en Bogotá y para obtener la visa
hay un proceso con requisitos que deben ser respetados”.
Desde que el Departamento de Estado anunció que procesaría las visas
de inmigrantes para cubanos en su embajada en Bogotá, y las de no
inmigrantes en México, la afluencia de cubanos solicitando visas a
Colombia es masiva, tanto en La Habana como en Miami, pues los
familiares residentes en la Florida desean asistirlos económica y
técnicamente antes de las entrevistas en el consulado yanqui.
Lograr una cita en los consulados de México y Colombia en la Habana
es una verdadera odisea, sin la certeza de obtener el permiso de
internamiento, algo que aprovechan los especuladores para sacarle dinero
a los interesados.
Antes del 2013 las acusaciones eran contra Cuba y fue común las
denuncias sobre su política migratoria. Ahora que ya esas trabas
desaparecieron y hasta los “disidentes” viajan constantemente a recibir
entrenamiento en otros países, o para participar en eventos donde se
condena a la Revolución, no hay una sola acusación contra aquellos
países latinoamericanos, Estados Unidos, Canadá y de la Unión europea,
por sus prácticas discriminatorias y violadoras de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de la ONU.
Ahora nadie se acuerda de la libertad de viajar, de movimiento ni el
respeto a la vida privada, las normas impuestas por esos países no
violan nada, al final ellos responden a un modelo capitalista que, a su
decir, es el “paladín de los derechos humanos”.
Mientras, las familias cubanas no tienen derecho a reunirse, festejar
juntos y pasar buenos momentos unidos. Así son los que imponen las
normas que rigen hoy el mundo.
Exacto fue José Martí cuando sentenció:
“Algo que daña mucho el ejercicio de un derecho, es la hipocresía del derecho”
Publicado por: David Díaz Ríos / CubaSigueLaMarcha.blogspot.com
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