Una burla al sufrimiento del pueblo cubano
Desde que el ejército rebelde encabezado por Fidel Castro Ruz, logró derrocar el 1ro de enero de 1959 al dictador Fulgencio Batista, apadrinado y apoyado por Estados Unidos, el imperio le declaró una guerra a muerte para impedir que sus ideas de ayudar al pueblo pudieran llevarse a cabo.
La verdadera historia comenzó un poco antes, según el acta de la última reunión del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, celebrada en diciembre de 1958, en la cual el director de la CIA y el presidente Dwight Eisenhower, coincidieron en que Castro no podía alcanzar el triunfo y tenían que buscar un hombre que, financiando y respaldado por ellos, asumiera el poder en Cuba.
Al no poder evitar la victoria de Fidel Castro y ante las primeras medidas populares como la reforma agraria, la rebaja de alquileres, la educación y salud gratuitas, y otras más que cambiaron rápidamente el panorama social cubano, la Casa Blanca dio órdenes precisas a la CIA de preparar programas de Acciones Encubiertas para liquidar el castrismo.
Así surge el Programa Cuba, conocido como Plan Mangosta, en el cual se establece una Guerra Económica con el propósito de “inducir al régimen comunista a fracasar en su esfuerzo por satisfacer las necesidades del país, junto a las operaciones psicológicas que acrecentarán el resentimiento de la población contra el régimen, y las de tipo militar para darle al movimiento popular un arma de acción para el sabotaje y la resistencia armada en apoyo a los objetivos políticos”.
Desde ese instante el pueblo cubano comenzó a padecer privaciones y escasez de todo tipo, incluido el robo de médicos, ingenieros y técnicos, con el fin de evitar el avance del socialismo y que este no fuera un ejemplo para el tercer mundo. Pero el pueblo resistió y salió adelante con esfuerzo y sacrificios.
Al caer el socialismo europeo y la URSS en 1991, como resultado de las acciones subversivas diseñadas por Estados Unidos bajo el Programa Democracia, aprobado por el presidente Ronald Reagan con el apoyo de sus aliados, incluido el Vaticano, incluido el reclutamiento por la CIA de altos dirigentes civiles y militares de esos países, Cuba quedó como el último reducto socialista, junto a Vietnam y China, lo que trajo como consecuencia la pérdida abrupta del 85 % de su comercio exterior, el corte de financiamientos, la paralización de importantes inversiones en la industria y de sus más importantes mercados donde exportaba su producción de azúcar, níquel, y otros renglones de su economía.
Para los cubanos se inició el llamado “Período Especial”, terrible etapa de sobrevivencia donde apenas se tenía con que alimentarse, vestirse, unido a la limitada disponibilidad del petróleo que provocó la paralización del transporte y la producción y distribución de electricidad, lo que trajo como consecuencia los llamados “apagones” de 12 y 14 horas de duración sin servicio eléctrico.
Desde Washington se esperaba con ansiedad ver la caída del socialismo cubano. Pero la vida sorprendió a los mejores analistas de la CIA, al tener que enfrentarse con la realidad de que el pueblo de Cuba unido, supo resistir y salir poco a poco del hueco, hasta la actualidad, donde le presidente Barack Obama tuvo que reconocer su derrotar y dar pasos hacia otra táctica para ver si algún día logra el viejo sueño convertido hoy en pesadilla.
Pero algunos en este mundo han planificado sacarle dinero al sufrimiento, esfuerzo e hidalguía de los cubanos que con inteligencia y constancia salieron a flote. Uno de esos casos es el laureado director, actor y guionista español, Agustín Villaronga, quien acaba de presentar su película “El Rey de la Habana”, en la edición 63 del Festival de Cine de San Sebastián, España.
No se puede dudar de la calidad artística del mallorquín Villaronga, y mucho menos de la interpretación de los actores cubanos en el filme, pero si en vez de presentar a una Cuba surrealista y degradada al mejor estilo de Buñuel, hubiese relatado las acciones que diariamente ejecuta Estados Unidos con su bloqueo económico, comercial y financiero para matar por hambre y enfermedades a los cubanos y reflejar de cómo sus médicos, educadores, científicos y en general su pueblo lucha por salir adelante, otra sería la historia.
Es mucho más fácil y comercial presentar a una prostituta cubana, un proxeneta luciendo un desorbitante miembro sexual, el desarrollo de un rito religioso de origen africano, que el logro de una obra social, científica, cultural y económica, a pesar de las criminales medidas ejecutadas por Estados Unidos.
Pero sin dudas, la resistencia de esa Cuba pequeña y corajuda, es una obra que se ha ganado no un Goya o un Oscar, sino el respeto y la admiración del mundo, porque como escribió José Martí:
“Ni laurel ni corona necesita, quien respira valor”.
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