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martes, 14 de abril de 2015

¿Importan los cubanomericanos?

¿Importan los cubanomericanos?

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 Una reciente encuesta de la firma Bendixen & Amandi International arroja que la mayoría  en la comunidad cubanoamericana (51%) apoya la nueva política del presidente Barack Obama hacia Cuba.
En realidad, no se trata de un dato sorprendente, más bien confirma una tendencia que se viene manifestando desde hace años.
La pregunta entonces es qué importancia tiene este resultado para el futuro desarrollo de las relaciones entre los dos países.
Aparte de otros componentes, la actitud de los cubanoamericanos respecto a la política hacia Cuba ha tenido un impacto simbólico en el resto de la sociedad norteamericana.
Durante años, esta actitud fue utilizada como un argumento legitimador de las políticas más agresivas, hasta el punto que muchos, incluso en Cuba, llegaron a creerse el cuento que la política hacia la Isla la decidía la extrema derecha cubanoamericana en Miami.
Esta lógica determinó que aquellos sectores norteamericanos que proponían un cambio, igual buscaran aliados en la comunidad cubanoamericana, aumentando el peso específico de los cubanoamericanos también en esta corriente. Ello explica la aceptación con que fueron recibidos los llamados “moderados” en los últimos años y no es descartable que su actividad haya influido en las decisiones finalmente adoptadas por el presidente.
Sin embargo, este cuadro ha cambiado significativamente una vez que estas decisiones han sido tomadas. La extrema derecha cubanoamericana ha demostrado escasa capacidad para articular un frente común, incluso entre los republicanos, para revertir la política de Obama y los moderados han perdido la relevancia que tuvieron cuando era necesario facilitar el consenso para el cambio.
Las principales negociaciones entre los dos países se llevan a cabo por representantes de los dos gobiernos y otros sectores de poder, dígase congresistas o grandes empresarios, tampoco requieren de intermediarios para vincularse con sus contrapartes cubanas.
En resumen, los grupos políticos cubanoamericanos, cualquiera sea la corriente de pensamiento que representen, han perdido protagonismo en el diseño e implementación de la política hacia Cuba, lo que no quiere decir que la comunidad cubanoamericana quede descartada en la ecuación de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos.
Para los cubanoamericanos, la política hacia Cuba siempre ha tenido un peso importante en la inclinación de su voto. Lo novedoso de la situación actual, apreciable desde 2008, es que en el cálculo costo-beneficio que rige las contiendas electorales norteamericanas, apoyar medidas que mejoren las relaciones entre los dos países ha dejado de ser una pérdida neta, como ocurría en el pasado. Tanto es así, que podría afirmarse que este cambio fue uno de los factores que impulsó al presidente a tomar las decisiones anunciadas el pasado 17 de diciembre.
Puede argumentarse que tal afirmación es exagerada, si tomamos en cuenta que el voto cubanoamericano no es decisivo ni siquiera en el sur de la Florida, mucho menos a escala nacional. Sin embargo, importa como cualquier otro segmento electoral, en uno de los estados más importantes del país, donde las elecciones son siempre muy reñidas. También importa por el efecto simbólico antes mencionado.
Como la agenda de la extrema derecha se basa en la beligerancia contra Cuba, el apoyo mayoritario de los cubanoamericanos al mejoramiento de las relaciones también puede traducirse en cambios relevantes en el equilibrio político local, con implicaciones para la estructura de poder que históricamente ha predominado en esta comunidad.
Más importante aún, el resultado de esta y otras encuestas, anuncia la emergencia de un entorno más conveniente para el desarrollo de las relaciones entre los dos países, lo que implica que, tanto el estado de la Florida en general, como la comunidad cubanoamericana en particular, puedan aprovechar las oportunidades que se desprenden de la nueva coyuntura.
Aunque no han estado completamente enajenados del proceso y la propia lógica del mercado tiende a sumarlos progresivamente, solo las presiones de la extrema derecha cubanoamericana explica el limitado protagonismo que han tenido los sectores económicos floridanos en los cambios de la política hacia Cuba, dado que ningún otro estado resultará, a la larga, más beneficiado con la apertura del mercado cubano en Estados Unidos.
En el caso de la comunidad cubanoamericana, tal obstáculo resulta aun más contraproducente, porque se interpone con el progreso lógico de interacción económica entre ambas sociedades.
Algunos especialistas calculan que la mitad del dinero que llega a Cuba por medio de las remesas –unos 2 000 millones, según dice la mayoría– se invierte en capital de trabajo para los pequeños negocios que se desarrollan en el país.
Ninguna ley cubana prohíbe que este capital crezca y se invierta en otros renglones, pero su plena materialización tendrá que salvar la desconfianza histórica generada por las acciones de la extrema derecha cubanoamericana contra el país, así como el de otras corrientes que ahora abogan por cambiar los métodos, pero no los objetivos de “cambio de régimen” que animan la política norteamericana hacia Cuba.
De resultas, importa mucho que la mayoría de los cubanoamericanos apoyen el mejoramiento de las relaciones y que este apoyo se traduzca en la defensa de un clima de verdadera convivencia y respeto mutuo entre los dos países. En definitiva esto es lo que conviene a todos, excepto a los que ya no son mayoría y cada día serán menos.
Tomado de Progreso Semanal

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