Blog_CubaSigueLaMarcha

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viernes, 27 de mayo de 2016

De la filosofía del triunfador a la del hacedor consciente




Por José F. González Curiel / Blog El Ágora del Yayabo / Universidad Sancti Spiritus

La postmodernidad occidental, a la que pertenecemos en tiempo y espacio algunos pueblos de los mal llamados en vías de desarrollo,  impone modelos de diversa índole muy apegados al mercado. La tenencia – de objetos, sobre todo- se ha convertido en el patrón para medir triunfadores y perdedores, a la vez que se convierte en finalidad de toda la actividad humana,  fundamento de la felicidad.

Basta con buscar el héroe en  cualquier creación artística y literaria, donde una recogedora de café puede llegar a ser en Colombia una importante gerente de una compañía cafetalera o un trotamundo brasileño pude fundar un imperio a partir de su ineficiencia como guardaespaldas de un atípico comerciante de diamantes.

 Y esa es la cultura que nos invade, ajustada a las necesidades y aspiraciones individuales en medio de la jungla de la competencia, con patrones de triunfo acorde a lo que más se vende y donde el que más vende y consume es, en términos absolutos, el triunfador.  Esta condición ha tirado por décadas los modos de pensar y actuar de las jóvenes generaciones de cubanos que por varios factores, tienden a modificar los antiguos proyectos constructivistas colectivistas en proyectos de triunfo al estilo individuado.

Hoy conviven en Cuba generaciones diferentes que miran su entorno y matizan su comportamiento de manera también diferente. La generación más vieja, que vivió el capitalismo hasta la década del 50 tiene una visión heterogénea de su mundo real. Para algunos el capitalismo en Cuba significó la mejor manera de realizar sus aspiraciones de vida y la Revolución de 1959 fue una espina en la garganta; para otros, enero de 1959 fue la salvación a tantos males no resueltos en la época de los muchos partidos y de las supuestas elecciones libres. Esta generación, que ya va cediendo su lugar a las siguientes, mira al pasado y lo compara con el presente, pero le sobran años para pensar en el futuro.  Los años en que vivió fueron tiempos de fervor -por diferentes factores- en los que primaron intereses colectivistas, lo cual tipificó el sentido de la vida de las mayorías.

La heroicidad se identificó con el sacrificio en pos de la sociedad y con el cumplimiento de las normas morales, políticas y jurídicas vigentes en la misma medida en que la vida económica estabilizaba en lo micro y en lo macro.  

Las generaciones intermedias, como la mía,  vivieron los años de “vacas gordas” del proyecto socialista y tuvieron notables oportunidades. Y de pronto… el “período especial” con el que la sociedad comenzó su fragmentación y comenzó a ser cada vez más heterogénea.  Los ya consolidados patrones de bien, heroicidad y sentido de la vida comenzaron a transformar su esencia y se fueron ajustando a modelos individuados y de subsistencia. Pero la ideología y la psicología de tres décadas de mejoramientos continuos no se borran en unos pocos años y el proyecto social se mantuvo con vida.

Las carencias económicas agudizadas en los años 90 provocado ajustes en el sentido de la vida de las mayorías. La participación en el proyecto social colectivista y constructivista ha recesado y el sujeto se ha refugiado en su Yo, usando cualquier vía posible de subsistencia y desarrollo, incluso al margen de las normas vigentes.

La propiedad social, consolidada jurídicamente desde la década de 60, se realizó solo en ese plano porque en el ideológico el Estado se siguió viendo como algo alieno al Yo, y por tanto, como propietario de la gran empresa socialista, distante del ciudadano e ineficiente económicamente, incapaz de resolver todas las necesidades sociales.

Si a esto se le añade las condiciones de bloqueo- “embargo” a las que Estados Unidos sometió a este pequeño archipiélago, la necesidad de reajustar las relaciones económicas internacionales a partir del contextos concreto de cada década, los efectos de las sucesivas crisis mundiales y otros muchos factores externos, se entiende entonces la frustración de algunos que ven en la prosperidad económica la manera única de ser felices y a partir de aquí las tendencias tan distintas de apreciar y valorar la realidad del cubano.

Las jóvenes generaciones, que despertaron al mundo en medio de las actuales circunstancias, aprecian en buena medida a los años prósperos del socialismo como historia y nada más e identifican el socialismo como un estado de carencias. La contradicción entre las necesidades de los jóvenes y las posibilidades reales de su satisfacción matiza el comportamiento ciudadano, que se aleja cada vez más del acostumbrado en las generaciones educadoras.

Son tiempos distintos y seguir haciendo lo mismo en materia de educación con sujetos que también son distintos, sería condenarnos al fracaso.  Tenemos que ser capaces de formar ciudadanos activos en las transformaciones que el país necesita, constructores de su propia realidad que no vendrá en conserva de ningún país, ni de Rusia ni de Estados Unidos. El conocimiento no se construye hoy igual que hace  diez o veinte años y hemos de ajustarnos a las nuevas realidades para lograr héroes bajo nuevos conceptos de triunfo.

El país cambia y no podrá ser de manera cataclísmica. La esperanza no la podemos poner en hacer una nueva historia olvidando la historia real vivida. En eso Hegel es mejor que Obama, porque Obama nos conminó a olvidar la historia y eso es cruel e injusto, yo prefiero a Hegel que decía: “Lo lógico es lo histórico rectificado.”

Aunque la novela brasileña guste, los cubanos hace siglos que aprendimos que la bonanza no cae del cielo, que no solo de pan vive el hombre, aunque hace falta el pan. 
Debe cambiar la educación familiar, tan descalabrada con ideas paternalista y torcedora, aferradas a que los hijos “no deben pasar los trabajos de los padres” o con la tendencia a darlo todos a los hijos sin el más mínimo esfuerzo logrando así la manca formación de pichones parásitos de boca abierta.

La educación estatal también debe ajustar sus caminos, proceso que nunca terminará, donde los educadores puedan consagrarse a partir de la posibilidad de vivir honorablemente con el resultado de su trabajo y donde los modos de medir sus resultados dependan más de la huella dejada en sus discípulos, más allá de la simple instrucción y más apegada a la tradición pedagógica cubana del verdadero sentido educativo.

Las tantas instituciones sociales encargadas también de influir en la educación de los sujetos deben reanalizar sus roles y reajustar el camino sin sumarse como simples espectadores a la fuerte invasión de la cultura que no necesitamos. No podemos seguir difundiendo desde nosotros mismos la cultura de la chabacanería, del dinero, de las palabras indignas o del individualismo. No puede avanzar más de los que lo ha hecho el error de confundir lo popular con lo hiriente, lo indigno o lo egoísta. Los cubanos no somos así por tradición.   

El camino de la mejora no estará en las minorías empoderadas bajo las nuevas circunstancias. La solución de las necesidades que tiene el país no está en solo un fragmento de subsistencia de la economía privada. La educación, la salud, la cultura, la seguridad social… no se sostienen por un sector minoritario; en Cuba hay y habrá que seguir contando con los fondos sociales de consumo y con la gran economía de tipo social. Eso nos lo enseñaron cuatro siglos de colonia, medio siglo de capitalismo, medio siglo de socialismo y lo que sucede en el mundo actual.


Nuestra esperanza no está en superhéroes que traigan del más allá el camino a seguir para el crecimiento material y espiritual de los cubanos, no está en unos pocos triunfadores que puedan progresar en sus negocios particulares de pequeño y mediano formato, aunque eso también puede ayudar; la verdadera esperanza está puesta “con todos y para el bien de todos” para que sigamos construyendo la economía, la política, la ética, la jurídica… y el país que necesitamos para vivir sin tener que “inventar”. 

Y no será sobre ruinas como algunos sietemesinos sostienen; será sobre toda la gloria y el bienestar de siglos, aunque de algunas cosas estemos carentes.    

http://agorayayabo.blogspot.com/2016/05/de-la-filosofia-del-triunfador-la-del.html

http://martianos.ning.com/profiles/blogs/de-la-filosof-a-del-triunfador-a-la-del-hacedor-consciente


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