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martes, 7 de junio de 2016

Hacia un nuevo humanismo



Por GraziellaPogolotti / Juventud Rebelde

Suelen confundirse los significados de las palabras humanitarismo y humanismo. La primera alude a actitudes y comportamientos solidarios, dirigidos a atender, escuchar y socorrer a los desamparados, a los sectores vulnerables de la sociedad, a las víctimas de catástrofes naturales, a la huérfana de nueve meses sobreviviente en la isla de Lampedusa de una familia de emigrantes.

Humanismo, en cambio, se remite a una concepción del mundo que coloca al ser humano como eje central del pensar y del actuar. De esa manera, se manifestó en el renacimiento europeo. Frente a los dogmas establecidos, exaltó al hombre, considerado de manera integral, hecho de carne y de espíritu. Para dotarlo de prestigio y de antecedentes históricos válidos, se rescató entonces el legado clásico de los antiguos griegos y romanos. Lo más importante, sin embargo, se derivó de la convergencia de saberes científicos, filosóficos, literarios y artísticos. El Sol pasó definitivamente a ocupar el centro del sistema planetario. Se abordó desprejuiciadamente el estudio de la anatomía. Se sentaron las bases de la ciencia política. Entre el David y el Moisés, el escultor Miguel Ángel recorrió las edades de la vida.

Las contribuciones de las distintas áreas del conocimiento dejaron de subsistir aisladas en compartimentos estancos. Inventor, artista, diseñador de propuestas tecnológicas que cristalizarían siglos más tarde, Leonardo da Vinci es un paradigma de aquella revolución en el pensar. El gran empeño transformador tuvo sus mártires que, fieles a su ideario, murieron en la hoguera.

Tanto ha crecido la ciencia que sus especificidades son inabarcables, y sus alcances, imprevisibles. Por eso, se vuelve indispensable procurar vínculos interdisciplinarios y transdisciplinarios con inclusión en las ciencias sociales y las humanidades en el diseño de proyectos y en la formulación de políticas, porque las prioridades deben tener en cuenta, ante todo, el desarrollo humano. Por eso también se plantea con fuerza la necesidad de definir límites éticos a la posible manipulación irresponsable de la naturaleza y de la genética humana. El aprendiz de brujo corre el riesgo de contribuir al exterminio de la especie o a dramáticas situaciones irreversibles. El cambio climático es señal evidente de los peligros que nos amenazan.

El punto de convergencia de los saberes contemporáneos se encuentra en la salvaguarda de la especie, en el modo de abordar el acceso de todos y cada uno al bienestar material y espiritual, a restañar la brecha que se agiganta entre los poderosos y la vulnerabilidad de los desposeídos. Es una batalla que compromete a las ciencias duras, a la tecnología y a la cultura. La contribución de todos tributará a los modelos de formación en el terreno de la enseñanza.

Una mirada oblicua al mundo que nos rodea permite interconectar pistas de mucho interés. Entre las apresuradas medidas de los golpistas brasileños estuvo la disolución del Ministerio de Cultura. La reacción de destacados intelectuales y artistas obligó a rectificar. Más allá, el tema de la educación genera protestas, no solo por su alto costo, sino también por la inequidad en el acceso, así como por la inversión de valores al sustituirse los de formación por la capacitación acelerada de fuerza de trabajo, según la demanda de las empresas. En la cúspide de la pirámide, se reconoce un sistema financiero trasnacionalizado sostenido por una economía especulativa. El pensamiento neoliberal acuña, como verdades absolutas, la incapacidad del Estado para la administración de bienes nacionales. Fue considerado factor de equilibrio en una fase previa del desarrollo capitalista. De no ser de este modo, el chantaje de la impagable deuda externa tendría la posibilidad de imponer la privatización de los servicios básicos en las políticas de ajuste.

Al invertir la pirámide, el hombre deviene una herramienta descartable en un sistema productivo controlado por una élite refinada en lo cultural después de transitar por prestigiosos centros de educación superior. Son los tanques pensantes forjadores de ideologías al servicio de la economía y de la política. Las ideas más elaboradas se convierten en recetarios para la periferia y la vulgarización a través de los medios. Ejemplifican la crisis del perfil del intelectual modelado por la modernidad a partir de la expansión del humanismo. Fueron los enciclopedistas de otrora. De este lado del Atlántico tomaron aquellas ideas para pensar y hacer la América Latina, concebida por los más preclaros como un proyecto que sobrepasaba el mero desplazamiento de los funcionarios españoles por criollos capacitados.


De las insuficiencias de la Revolución francesa, del auge del capitalismo y de la Revolución industrial emergió un pensamiento socialista, a la vez que las ciencias sociales se iban desgajando en especialidades. En un pródigo siglo XIX cobran nuevo impulso la economía, la historia, la sociología, la antropología, la sicología y la pedagogía. La infancia, con sus peculiaridades, reclama desde entonces sus derechos. En cada campo, se elaboran métodos y técnicas de investigación. De esa manera, se avanza en profundidad. En el despiece necesario, en la exploración anatómica no puede diluirse la fisiología, conexión funcional del sistema sin correr el riesgo de desintegrar al ser humano en un rompecabezas fragmentado. Urge rescatar la integralidad humana y la interdependencia entre factores económicos, sociales, políticos y culturales.


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