Blog_CubaSigueLaMarcha

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martes, 18 de septiembre de 2018

Cuba: La puerta del aula, la frontera y repasadores, la otra escuela (2 artículos)



La puerta del aula, la frontera / Por Vladia Rubio / CubaSí




Más allá del rendimiento académico y la disciplina, las otras diferencias, ventajas y desventajas condicionadas por posibilidades económicas o de otro tipo, no deberían traspasar el umbral del aula.
En no pocos diálogos entre cubanos asoma por estos días el tema de la nueva constitución, en particular, se comenta sobre algunas propuestas de artículo como las referidas al matrimonio entre personas de igual sexo, al tiempo de mandato del presidente de la república y a la acumulación de riquezas.
Esta última, contenida bajo el número 22 en el proyecto de Carta Magna, señala que “El Estado regula que no exista concentración de la propiedad en personas naturales o jurídicas no estatales, a fin de preservar los límites compatibles con los valores socialistas de equidad y justicia social. La ley establece las regulaciones que garantizan su efectivo cumplimiento”.
Las opiniones sobre el asunto parecen abundar, lo mismo en las reuniones de consulta sobre el proyecto de constitución, que durante el interactuar cotidiano en calles, centros de servicio, hogares…
Con independencia de lo que finalmente quede instituido en ese sentido luego de escuchada la opinión de todos, “los valores socialistas de equidad y justicia social” serán preservados.
Por eso, ahora que recién comienza el curso escolar, valdría la pena que especialmente los adultos, léase en este caso educadores y familia del alumno, nos comportemos de manera cada vez más intencionada y responsable en este sentido.
Porque si el papá de Fulanita -la niña que ahora empezó primer grado- es tal cosa, gana tanto, trabaja en más cual lugar o vive en tal otro, eso no debería ser motivo para que Fulanita exhiba sus posibilidades y, lo peor, sea admirada por ellas.
No debería ser así, pero ha ocurrido. En su espectacular mochila, la niña lleva al aula de primer grado –porque se lo posibilitan papá y mamá- un tablet también espectacular y un teléfono celular con las mejores prestaciones. No va con la laptop porque ya le pesaría demasiado el “equipaje” si se contabilizan las laticas de refresco y los alimentos que también lleva para la merienda de ella y de la maestra.
Está claro que el mundo de hoy resulta impensable sin las nuevas tecnologías, y que estas constituyen muy útiles herramientas para determinados aprendizajes. Pero, ¿de verdad a Fulanita le hace falta llevar a su aula de primer grado tanta pantalla táctil?
La respuesta a esa interrogante la tiene, en primer lugar, la maestra, quien pudiera sugerir a mamá qué es lo realmente necesario y qué solo se vuelve un costoso “decorado”, con alto riesgo de rotura o extravío.
Si la maestra opta por aconsejar a la familia o por ponerse a jugar con el tablet de la niña durante recreos y almuerzos, así educará o no.
Si mamá y papá optan por hacer caso a la Seño, o simplemente deciden hacer oídos sordos “porque yo le doy a mi hija lo que me da la gana”, así educarán o no.
Pero lo cierto es que, sobre todo mediante la persuasión, por el peso de las razones, cada uno de los cubanos deberíamos tratar de preservar la escuela de tales “contaminaciones”. De aquellas en que se privilegia y admira por el contenido de la mochila escolar y no por lo que el alumno lleva en la cabeza y en el alma.
De nada vale hacer como el avestruz: es verdad que en la realidad de la Isla han acontecido cosas peores como la corrupción y el soborno. Sin embargo y por suerte, la igualdad de oportunidades se ha preservado.
Y lo mismo Fulanita con sus pantallas, que Ciclanita con los tenis remendados, las dos tienen exactamente los mismos derechos a estudiar, a formarse como obreras o profesionales, y también a hacerse personas de bien, que es lo más importante. Por eso ambas comparten hoy la misma aula.
Nadie debería ni propiciar ni permitir que el “tanto tienes, tanto vales” ocupe pupitre frente a los pizarrones. Porque si en gran escala así llegara a ocurrir, las Ciclanitas, aunque estudiaran a todo tren, aunque fueran las más disciplinadas y amables, jamás podrían prosperar con sus tenis remendados. Lo hecho hasta hoy en Cuba no ha sido para eso.

LEER: Francia prohíbe los celulares en las escuelas



Fuentes:

Repasadores: La otra escuela / Por Betsabe Torres Marrero / Escambray



 
Cuando el curso escolar dice adiós, las primarias sustituyen el bullicio habitual por el suspiro aliviado de los maestros. Los pequeños en sus vacaciones solo recuerdan la escuela, ocasionalmente, para inquirir a sus compañeros por las calificaciones de los exámenes finales; aunque son las madres las más preocupadas por estos menesteres.
Cuando septiembre vuelve a abrir puertas el ajetreo también comienza: las mochilas listas, los libros forrados, la merienda en las modernas luncheras, las clases…
Y, por supuesto, desde hace un tiempo a la fecha de ningún cierre ni inicio de curso se ausenta la palabra repasador, un término bastante popular entre los cubanos desde que en el 2013 la Resolución No. 41 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social ofreciera marco legal a esta modalidad del trabajo por cuenta propia.
Muchos son quienes alaban a estas personas que como requisito legal solo necesitan ser mayores de edad y no ejercer el magisterio. Es entonces cuando cabe preguntar: ¿qué sucede con los repasos? ¿Por qué son solicitados desde las primeras enseñanzas?

Saque usted sus propias conclusiones


“Los repasos han sido de gran ayuda para mi nieta en los períodos de pruebas finales. Mi hija es doctora y no le alcanza el tiempo para estudiar con ella”, comenta Zenaida, abuela de una niña de nueve años.
“No tengo a mi hija con ninguno porque yo misma soy quien lo hace. Me guío por las clases y si tengo duda en algo lo consulto con su maestra”, dice Dailenis Rocha, y segundos después sentencia con seguridad: “Los padres deben saber lo que necesitan sus hijos. Algunos ponen a los niños a repasar sin evaluar si para ellos con la escuela es suficiente”.
“Estoy en cuarto grado, estudio en una escuelita rural del municipio de La Sierpe; en mi aula somos 19 y solo tres no están en repasos —me cuenta Rosabel algo tímida, cual si revelara su mayor secreto—. Me explican por vías diferentes, mi maestra tiene 20 años y no le entiendo nada”.
“Es cierto, a veces hacen falta, mi hija mayor pudo coger la carrera gracias a su repasador de Matemática; pero también es verdad que eso ahora está de moda. Mi vecina, por ejemplo, tiene al niño en preescolar y ya lo repasan. No veo la necesidad…”, afirma María Ortiz, una señora de avanzada edad interesada al escuchar el diálogo sobre el asunto.
“Me vi obligado a llevar a Marquitos con un maestro del barrio que se dedica a esta esfera del cuentapropismo, le revisaba la libreta y había asignaturas con solo una clase. Y a todo esto se suma que la profesora escribe con pésima ortografía en la pizarra”, aclara Fernando Pérez, quien trabaja como enfermero.
Déficit de docentes, comodidad de los padres, deficiencia del claustro… son algunos de los motivos por los cuales, sea tendencia o pura necesidad, el repaso se ha vuelto un fenómeno que pica y se extiende, del que es difícil formarse una opinión dada la complejidad de matices que lo componen.

¿Qué dicen en la escuela?


La escuela es la academia donde se forma el individuo, una industria productora del pensamiento; de su funcionamiento depende también el desempeño de un país.
“Años atrás, cuando uno decía: soy maestro, se llenaba la boca de orgullo, ahora existe cierto rechazo a nuestra profesión por una sociedad que nos debe tanto”, manifiesta con pesar Margarita Otero, una repasadora a quien la mayoría de los espirituanos conocen.
Desde el envejecimiento de los educadores más abnegados hasta las bajas matrículas en los centros pedagógicos, el sistema educacional cubano se enfrenta a disimiles obstáculos que menoscaban todas las enseñanzas, incluida la Primaria. ¿Y qué papel asumen los repasadores en este contexto? ¿Llega a ser definitoria su labor?
“El maestro es el más importante, quien tiene la metodología, el espacio idóneo, la tarea de educar. Aunque esta clase de profesor particular exista, su función es meramente la de profundizar el contenido y consolidar los conocimientos recibidos por nosotros. Siempre en consecuencia con el programa, dado que ellos pueden acercarse en busca de actualización y ayuda metodológica”, argumenta Rosa Maytee González, jefa del Departamento de Primaria en Educación Provincial.
“Un maestro en activo funcionando como repasador y cobrando por ello es sancionado por el Reglamento Ramal de Educación”, aclara la directiva ante el comentario de que muchos profesores son repasadores de sus propios alumnos.
En cualquier caso, los padres acuden a ellos, ya sea con referencia de amigos o por renombre popular. A lo que Margarita Otero responde: “Los padres son bastante exigentes con este asunto, ellos quieren el mejor maestro para sus hijos y hacen cualquier cosa para tenerlo, generalmente la experiencia y el talento innato son nuestra carta de presentación”.

¿Repaso mientras no me repasen el bolsillo?


En la provincia espirituana la modalidad de Profesor por cuenta propia es practicada por más de una treintena de personas, con el mayor volumen en la cabecera provincial; sin sumar las modalidades de repasador de idioma, solfeo y otras que suman 28, según datos ofrecidos por la Dirección Provincial de Trabajo y Seguridad Social.
“Repaso a 10 pesos como todos, nunca a mis alumnos, claro está. ¿Por qué?, lo de siempre: el salario y, como yo, muchos retirados del sector a quienes por la antigua ley la jubilación se les monta en 200 y poco más”, declara a Escambraybajo el anonimato una maestra de varias décadas de experiencia.
Asimismo, los costos de estos servicios varían entre los 10 pesos y los 50 en moneda nacional, en dependencia del tipo: sea de asignaturas, música o lenguas y las particularidades de frecuencia u horario, incluso si son a domicilio. En algunos sitios de la isla existen propuestas más extravagantes y costosas que fluctúan entre 3 y 10 CUC, de acuerdo con ofertas publicadas en páginas virtuales.
El que por su gusto muere…; no obstante, es triste pensar que estos chocantes precios puedan atentar contra el primer principio de la educación cubana: el de igualdad para todos.
Los repasos, muchas veces usados para demostrar estatus y posición social, pueden convertiste en simple especulación más que en un medio para desarrollar el conocimiento. A conciencia de todos —padres, repasadores y estudiantes— queda la decisión de si vale pagar o si es justo el valor fijado.
Como derecho y principal deber, el estudio acaba por convertirse en la respuesta a todas las preguntas. Ya sea con repasador, ayudado por los padres o de manera individual, es este y no otro el camino al éxito escolar. Si funcionan adecuadamente los mecanismos educacionales, no hay necesidad de buscar otra escuela o enviar un SOS a ningún repasador.
Fuentes:
http://www.cubadebate.cu/especiales/2018/09/14/repasadores-la-otra-escuela/#.W6FMivl6TIU


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