Colores de otoño / Graziella Pogolotti
Los habitantes de los trópicos carecemos de las vivencias
características de los países templados en relación con el palpitar de
la naturaleza a través de los cambios que se producen en el sucederse de
las estaciones. En esas zonas del planeta, el alegre despertar de la
primavera derrite las nieves y abrevia la prolongadísima oscuridad de
las largas noches. Con la caída de las hojas los árboles comienzan a
desnudarse, el otoño alienta una atmósfera de melancolía.
En el trópico el año transcurre entre la lluvia veraniega y la sequía
invernal. En los meses correspondientes al otoño, el calor no cesa,
pero se acrecientan las amenazas cicloneras en el área del Caribe. Y,
sin embargo, para los cubanos, septiembre tiene colorido especial.
Después de un breve receso, los uniformes escolares vuelven a invadir
las calles. Para los niños, se abren las expectativas del rencuentro con
los compañeritos de ayer y en muchos casos, las interrogantes en cuanto
a los desafíos que habrá de plantearles el ingreso a otro nivel de
enseñanza. Para los mayorcitos que ya peinan canas, se impone la
añoranza de aquellos años idos, con su carga de energía y de arrestos
juveniles.
El acceso universal y gratuito a la educación es uno de los logros de
la Revolución Cubana reconocidos universalmente. En el curso de los 60 y
70 del pasado siglo, determinó una dinámica social de cambios en la
sociedad que no tiene antecedentes históricos equivalentes. Hijos de
campesinos antes marginados alcanzaron responsabilidades en todos los
planos de la vida, incluido el ámbito del impulso al desarrollo de la
ciencia. Cristalizaba así una mentalidad que incentivaba la superación
permanente y concedía primordial importancia al mérito que desplazaban
privilegios clasistas, clientelismo político y relaciones personales
como vías de empleo, de promoción y de reconocimiento social.
En lo referente a la construcción de valores y mentalidades,
sociedad, escuela y familia están estrechamente interconectadas. En
medio siglo, el contexto internacional se ha modificado de manera
notable. Para los países del sur —el nuestro incluido—, herederos del
lastre neocolonial, del subdesarrollo, de la precariedad de su
infraestructura material e industrial, exportadores de materias primas
sujetas a los caprichos del mercado mundial, la batalla se libra en
condiciones mucho más adversas. El poder económico ejerce su dominio
mediante el empleo de sus recursos financieros. Opera también mediante
la universalización del dogma neoliberal con sus múltiples expresiones
en términos de pensamiento económico, de concepción del mundo, de
formulación de expectativas de vida, de siembra de valores y de
construcción de mentalidades. Tras cierta filosofía del éxito, se
esconde la ponzoña corruptora del «todo vale» que socaba los principios
éticos en el tejido social y en el comportamiento de los políticos
profesionales. El panorama reciente de nuestra América Latina con los
derrocamientos de Gobiernos mediante «golpes suaves» ilustran las graves
consecuencias de la crisis en el vínculo entre ética y política.
El presente y el futuro de nuestros hijos están estrechamente
imbricados al presente y al futuro de la nación, a la garantía de
preservación de su independencia y de los principios de justicia social
que la han sustentado. La solución a los problemas económicos pasa por
la voluntad cohesionada de los brazos que la construyen. El plano de
la subjetividad desempeña un papel determinante, animado por un
imaginario, una mentalidad y un sistema de valores.
El espíritu de superación permanente estimulado por la revolución
triunfante sigue siendo válido. En nuestro proyecto social no cabe la
noción de la competitividad sin las debidas consideraciones de orden
ético. Requerimos, por lo contrario, desarrollar al máximo el talento,
la capacidad, el compromiso con el trabajo y el sentido de la
responsabilidad. Hay que desterrar por ello los efectos nocivos del
paternalismo y de las manifestaciones de sobreprotección que lastran la
maduración progresiva de las nuevas generaciones.
Para los niños y jóvenes, el ancho universo de la sociedad se
concreta en la escuela, su entorno inmediato, tangible. El uso del
uniforme tiene, ante todo, la función de establecer normas de equidad y
evitar con ello muestras de ostentación por parte de aquellos que
disponen de más recursos, a veces hirientes para la delicadísima
sensibilidad de las criaturas en proceso de formación. Habrá de
destacarse, en cambio, el mérito de quienes manifiestan mejor conducta y
más satisfactorios resultados docentes. Corresponde a esa etapa de la
vida asumir, de manera creciente el estudio como su responsabilidad
mayor, preparación y antesala para las que tocarán en el futuro en
tanto trabajador y ciudadano. Contraparte del aula, la educación de los
padres debe inducir a no suplantar las tareas asignadas a sus hijos. Los
mayores se encargan ahora de forrar libros y libretas. Aún más grave
resulta la costumbre de hacerse cargo de las tareas escolares.
Interfieren de ese modo con el proceso de aprendizaje y transmiten
inconscientemente actitudes fraudulentas en el comportamiento escolar
con repercusiones en actitudes ante la vida.
Los cambios en el mundo contemporáneo se producen a un ritmo que
supera en mucho cualquier antecedente histórico. Su expresión más obvia
se manifiesta en el campo de la tecnología y de las comunicaciones, pero
sus repercusiones tienen mayor alcance. Involucran la economía y, sobre
todo, una batalla cultural de nuevo tipo, sustentada en sofisticados
medios para la construcción de imaginarios y expectativas de vida. Las
ciencias naturales, exactas y sociales se han convertido en
instrumentos del poder hegemónico en lo que se ha dado en llamar
sociedad del conocimiento. El dominio y el empleo creativo de los
saberes es un componente de la soberanía nacional. Así lo entendió Fidel
cuando proyectó una Universidad en la que se integraran docencia,
investigación y extensión cultural.
La perspectiva de desarrollo del país concede espacio a la inversión
extranjera con vistas a obtener capital, mercados y transferencias
tecnológicas. Todo ello demandará una fuerza de trabajo cada vez más
calificada. La superación permanente constituye una necesidad para
asegurar un futuro mejor a nuestros hijos. Con ese espíritu y en favor
del rescate de esa mentalidad damos la bienvenida al nuevo curso.
Fuentes:
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