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lunes, 8 de mayo de 2017

La OEA se quedó sin Venezuela



La OEA se ha quedado sin Venezuela / Pastor Guzmán / Escambray
 
Por iniciativa del Gobierno de Nicolás Maduro, Venezuela inició los trámites para el abandono definitivo de la Organización de Estados Americanos (OEA), después de que ese desprestigiado ente al servicio de Estados Unidos, las oligarquías del continente y la derecha internacional se hiciera abanderado de la campaña global para derrocar a las autoridades legítimas de ese país.

Amigos absolutos de la Revolución Bolivariana, los cubanos sabemos muy bien de lo que es capaz la OEA y su larga trayectoria de ignominias desde su fundación en abril de 1948 en Santa Fe de Bogotá, la capital colombiana, siempre del lado de las malas causas y como baluarte de los planes hegemónicos del imperialismo y la reacción en esta parte del mundo.

Para no ir más lejos, baste decir que la OEA surgió en los trágicos días que siguieron al asesinato del líder liberal colombiano Jorge Eliécer Gaitán, cuando la ira popular por aquel crimen patrocinado por la oligarquía nativa dio paso a la revuelta popular, ahogada en sangre por esa misma oligarquía en el poder, regida entonces por el Presidente Mariano Ospina Pérez, y que costó no menos de 3 000 muertos, en su inmensa mayoría gente de pueblo.

Y bien, ¿qué hizo entonces la recién nacida OEA? Nada, como no fuera alguna que otra declaración ambigua y, sobre todo, mirar para otro lado. Se iniciaba así una obscena trayectoria de servilismo del organismo panamericano a los intereses de la potencia hegemónica continental, que sirvió siempre para cohonestar sus crímenes.

Requeriría todo un tratado reseñar aunque fuera sucintamente todo el historial de delitos de lesa política cometido por la OEA en sus 69 años de existencia, pero baste señalar algunos entre los más sobresalientes, empezando por la propia Colombia. Por ejemplo: ¿qué hizo la OEA ante el Estado fallido colombiano mientras se enseñoreaban allí los crímenes de la derecha, el narcotráfico y los escuadrones de la muerte, que costaron más de 300 000 víctimas y más de 4 millones de desplazados?

¿Dónde estaba la OEA cuando la nefasta combinación de la oligarquía y el narcotráfico exterminaban a más de 4 000 miembros del movimiento político Unidad Patriótica y a sus principales dirigentes, empezando por su líder máximo, Jaime Pardo Leal? ¿Dónde, en el momento en que el desmovilizado movimiento guerrillero M-19 y sus líderes, incluido su jefe, Carlos Pizarro, eran cazados como alimañas en sus casas y lugares públicos después de haber depuesto las armas mediante un acuerdo con las autoridades?

¿Qué hizo el notorio organismo regional en 1954, cuando el Imperialismo y la CIA agredieron al pueblo guatemalteco, que, encabezado por el Presidente Jacobo Arbenz Guzmán inició un camino independiente de desarrollo con tímidas medidas de beneficio social? ¿A quién o a quiénes apoyó la OEA y el Almagro de turno en aquella coyuntura?

Luego, entre 1959 y 1962 se suscitó el “problema” cubano, cuando la OEA y la mayoría aplastante de los gobiernos del continente se plegaron ante Washington para condenar, romper relaciones con Cuba y expulsar finalmente de la OEA a la pequeña isla, asediada por la mayor potencia económica y militar del planeta. Solo que Cuba emergió victoriosa de la invasión de Girón, que cohonestó esa misma OEA en abril de 1961 y de la amenaza de exterminio nuclear o invasión directa de octubre de 1962.

Pero, ¿qué hizo la OEA en 1965, cuando oficiales constitucionalistas al mando del coronel Francisco Caamaño tomaron el poder de manos de una junta golpista, para restaurar la democracia en República Dominicana y 45  000 soldados de Estados Unidos invadieron el país por mar y aire?

¿Qué hizo la OEA en 1982, cuando una potencia extra continental, Inglaterra, agredió a la Argentina para recuperar sus posesiones coloniales de las Islas Malvinas, Sándwich y Georgias del Sur? Nada, pues ni siquiera invocó el Tratado Interamericano de Asistencia RecíprocaRío de Janeiro, Brasil, 1947— para no importunar a Washington, que bajo la administración de Reagan lo violó y apoyó a la potencia foránea.

¿Qué hizo la OEA en octubre de 1983, cuando más de 7 000 soldados estadounidenses invadieron la pequeña isla de Granada y causaron cientos de víctimas, entre ellos 24 constructores cubanos? Por último, ¿qué posición adoptó la organización en noviembre de 1989, cuando Bush padre invadió a Panamá y provocó cerca de 4 000 muertos? Son demasiadas acciones criminales y demasiadas negligencias no menos canallescas las que emborronan el expediente del llamado Ministerio de Colonias, como la llamó en su momento Raúl Roa, el Canciller de la Dignidad.

¿Y qué tenemos ahora? Un grupo de países, entre los cuales todos los que conforman la llamada Alianza del Sur, más Argentina, Brasil, Uruguay y otros, se han coaligado para apoyar al secretario general Luis Almagro en su intento de imponer a Venezuela la llamada Carta Democrática, primer paso, este de tipo político-formal, previo a la acción militar contra la patria de Bolívar, que llegaría de manos del Comando Sur de Estados Unidos, utilizando sus siete bases en Colombia, y otras en la región del Caribe.

Hace más de medio siglo Cuba salió airosa de su puja contra la pandilla liderada por Washington y se dio el lujo en el 2009, en una cita en Honduras, de despreciar la invitación para que volviera al seno de la mil veces desprestigiada OEA.


Comoquiera que sea, no es Venezuela la que se ha quedado sin la OEA, que para nada sirve, como no sea para apoyar las agresiones e injerencias de su tutor imperial, sino que es la OEA la que se ha quedado sin Venezuela, cuyo gobierno actual liderado por Nicolás Maduro, siguiendo la senda trazada por el Presidente Hugo Chávez, porta ahora la enseña de la dignidad, la integración y la independencia latinoamericana y caribeña.

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