La contrarrevolución cubana y sus orígenes. Por Fabián Escalante
Mucho se ha escrito y especulado sobre los orígenes de la contrarrevolución cubana, unos lo aducen a las medidas socio económicas y políticas tomadas por la Revolución, otros, al carácter socialista de la misma, los más, a la influencia del “comunismo internacional” y un sinfín de explicaciones, como factores determinantes en su proceso de radicalización, pero lamentablemente sin bases objetivas, con mucha pasión en dependencia de las posiciones que se hayan adoptado, pero casi siempre sobre juicios subjetivos y solo unos pocos han llegado al meollo del asunto.
La
revolución cubana, como más de una vez Fidel Castro lo manifestó en
aquel primer año, “era tan verde como nuestras palmas” y se propuso
implementar el programa del Moncada, que preveía todas las leyes
revolucionarias promulgadas. Además, Fidel con su dialéctica magisterial
lo explicó en reiteradas ocasiones dentro y fuera de Cuba.
Una
de sus primeras visitas al extranjero fue para cumplir una deuda moral y
solidaria con Venezuela en enero de 1959, el siguiente destino en
abril, fue los Estados Unidos, donde se entrevistó con todos los
sectores y estratos de la sociedad norteamericana; prensa radial,
escrita y televisiva, cine, hombres de negocios, estudiantes,
académicos, representantes de latinos y negros, legisladores, en fin con
todos los que pudo, donde explicó los objetivos revolucionarios y sus
proyecciones sociales, solo que el presidente norteamericano Dwight
Eisenhower, ya prejuiciado por sus amigos oligarcas, no lo recibió,
delegando en Richard Nixon, su Vice tal tarea, quien después de
cumplimentarla, acuso –en memo al presidente- al líder cubano de ideas
comunistoides.
Entre
febrero y marzo, después que Fidel Castro fuese designado Primer
Ministro del gobierno, se dictaron numerosas medidas sociales, tales
como la rebaja de alquileres en las viviendas; la rebajas de las tarifas
eléctricas y telefónicas; rebajas en los precios de libros y
medicamentos; construcción de aulas rurales y escuelas; creación de los
Institutos de Vivienda y Bienes Malversados y medidas para combatir el
juego organizado, en ese entonces, en manos de mafiosos norteamericanos.
Por tanto, Estados Unidos sabía cuáles eran las proyecciones del
gobierno revolucionario, algo que entonces, no los sobresalto mucho,
aunque no fueran de su agrado.
Pero,
el golpe decisivo –para los enemigos y adversarios a la revolución-
llegó con la promulgación de la ley de Reforma Agraria la cual afectó a
un sector de la burguesía nativa que aun habiendo combatido a la
dictadura, solo pretendían un cambio de figuras donde el estatus quo se
mantuviese y por supuesto, las excelentes relaciones con Estados Unidos.
Estremeció
también los cimientes del Imperio, aquel si fue, como se diría en
cubano coloquial: “el pollo del arroz con pollo”. Pocos sabían que ese
día, a Fidel le entregaron un proyecto de ley de Reforma Agraria,
confeccionado por un equipo de asesores y que en el trayecto del viaje
Habana-Santiago, lo modificó radicalmente y esa fue la ley que
finalmente se aprobó, la cual traería consecuencias políticas, sociales y
económicas extraordinarias para la sociedad cubana y en las relaciones
con Estados Unidos.
Se
otorgaron más de 100,000 títulos de propiedad a campesinos pobres,
aparceros y precaristas. Los campesinos se liberaron definitivamente del
yugo terrateniente y latifundista, la tierra regreso al patrimonio de
Cuba, pero los propietarios, entre ellos, los grandes consorcios
norteamericanos, elevaron el grito al cielo y junto a su gobierno,
declararon la guerra sin cuartel a la Revolución, guerra que ha durado
más de 55 años.
Mientras,
en el seno de la revolución algunos sectores no estuvieron de acuerdo
con aquella ley, pues se percataban un inminente enfrentamiento con la
oligarquía local y su burguesía, además del Imperio que las respaldaba.
Por tanto, para analizar el nacimiento y desarrollo de la
contrarrevolución cubana, debemos tener en cuenta tal acontecimiento,
que afectará directamente a los proyectos de cada organización o sector
social que participó en la lucha contra la dictadura de Batista. Para
los más, los que pretendían una revolución que sacara al pueblo de sus
miserias, las medidas tomadas eran justas, para otros, que solo
pretendían cambios cosméticos, el enfrentamiento al Imperio del Norte,
era como desafiar a Satanás.
Los
politiqueros, esbirros, ex militares y torturadores del régimen
batistiano que se refugiaron en Miami, casi inmediatamente después del
triunfo revolucionario, formaron dos agrupaciones para combatir la
revolución: la Rosa Blanca, presidida por el batistiano Rafael Díaz
Balart y las Milicias Obreras Anticomunistas, dirigida por Rolando
Masferrer Rojas, ex jefe de escuadros de la muerte, las que rápidamente
se dedicaron a campañas difamatorias y a organizar a sus simpatizantes
dentro de Cuba para combatir a las nuevas autoridades, pero con muy poco
suceso, salvo la primera invasión realizada en ese año, por un grupo de
mercenarios al mando de Armentino Feria, un hombre de Masferrer, que
fue capturado al poco tiempo de su desembarco por Baracoa.
Más
eficiente fue el trabajo realizado por el dictador dominicano, Rafael
Leónidas Trujillo quien con maleantes de todas las latitudes del
continente y renegados cubanos, organizó una “legión del Caribe” que
pretendía invadir a Cuba para derrocar su gobierno. Para estos
menesteres buscó ayuda en la CIA (Frank Bender), y en elementos
“descontentos” dentro de la revolución, entre ellos, los jefes del “II
Frente Nacional del Escambray”, un grupo que orientado desde la embajada
norteamericana se había “alzado” en armas en el Escambray con la
pretensión de devenir en fuerza política si la ocasión llegara. Su
núcleo principal provenía del Partido Auténtico y por supuesto, ya desde
los primeros días, estaban disgustado, por no haber recibido las
prebendas y cargos a los cuales aspiraban. Este complot, denominado la
“conspiración trujillista” fue abortado el 13 de agosto, cuando fueron
capturados los invasores en la ciudad de Trinidad.
Las
discrepancias y contradicciones en el seno de los combatientes
antibatistianos surgieron a causa de los objetivos que cada cual se
había propuesto en la lucha. En fechas tan tempranas como el 3 de enero,
fuerzas del Directorio Revolucionario avanzaron hacia la ciudad de la
Habana, al mando del comandante Rolando Cubela1
y tomaron el Palacio Presidencial, la Universidad capitalina, el
cuartel de San Ambrosio y la Base Área de San Antonio, bajo la cobertura
de que el ejército rebelde emprendía operaciones para ocupar las
fortalezas militares batistianas de Columbia y la Cabaña en la capital
cubana.
Pareciera
que los “rebeldes” respondían a mandos diferentes, razones por las
cuales, Fidel instruyó al comandante Ernesto Ché Guevara para que se
reuniera con los mandos de las fuerzas que ocupaban Palacio y les
explicara la existencia de un gobierno provisional, encabezado por el
magistrado Manuel Urrutia, que debía ocupar su cargo en esa sede, razón
para evacuar las fuerzas allí existentes. Finalmente el conflicto fue
solucionado el día 5 al llegar a la Habana, el presidente Urrutia con su
gabinete y requerir las instalaciones de Palacio. Aquel hecho fue de
tal relevancia política y revolucionaria que Fidel a su arribo a la
capital, en su discurso del día 8 de enero en Columbia, al referirse a
ello exclamó: “¿armas para qué?”.
La
burguesía nativa y las transnacionales de los medios de difusión,
arreciaron la sistemática campaña de difamación a la revolución
triunfante, ya en marcha. Primero, los juicios a los torturadores y
asesinos del pasado régimen, después, contra las medidas sociales
dictadas y más tarde y por siempre, una campaña anticomunista que hizo
eje de sus ataques a los comandantes Raúl Castro y Ernesto Guevara y más
tarde al mismo Fidel y sus colaboradores más cercanos a los cuales
acusaban de querer implantar en Cuba una dictadura comunista. La lucha
política alcanzo el rojo vivo y numerosos participantes destacados en la
lucha antibatistiana, comenzaron a deslindarse de las nuevas
autoridades encabezadas por Fidel Castro.
Con
éstos antecedentes, en julio, sobrevino una crisis dentro del gobierno
revolucionario, al renunciar Fidel a su cargo de Primer Ministro, por la
pasividad del gobierno en la instrumentación de las medidas socio-
económicas que exigía el país y su pueblo. Éste como un solo hombre, al
conocer la noticia, se desbordó a las calles exigiendo la renuncia del
presidente Urrutia y su gabinete. La génesis de aquel conflicto estuvo
dado sin lugar a dudas, a la ley agraria, que resultaba inaceptable para
los sectores “seudorevolucionarios” representados en el gobierno, a
ello sumaban las nuevas medidas propuestas por el sector revolucionario
encabezado por Fidel Castro, quien pocas horas después, regresó al cargo
al designarse un nuevo presidente provisional, el Dr. Oswaldo Dorticós,
un destacado revolucionario cienfueguero.
Fue
un instante de definiciones, de un lado, los revolucionarios que
ansiaban profundizar el proceso político económico y social
desencadenado, de otro, los que deseaban y solo pretendían cambios
cosméticos en el gobierno y finalmente, un sector permeado de la
ideología anticomunista que percibían en cada medida tomada una
desviación al comunismo.
Así,
la contrarrevolución adquirió una nueva perspectiva, y comenzó a
estructurarse, adoptando las mismas formas y métodos que en la lucha
contra Batista, con la pretensión de sublevar ciudades y desencadenar un
movimiento guerrillero en las montañas, solo que no tuvieron en cuenta
que los hombres y mujeres que ahora defendían la revolución tuvieron
también aquella escuela. Entre los nuevos disidentes se encontraban
ministros, altos funcionarios, comandantes y oficiales del ejército
rebelde, además de civiles en cargos políticos importantes, tales como
los comandantes Humberto Sorí, Pedro Luis Díaz, Eloy Gutiérrez, etc. y
dirigentes civiles como David Salvador, secretario general de la Central
de Trabajadores de Cuba Revolucionaria, CTC R, Manuel Ray ex ministro
de Obras Publicas y otros.
El
punto culminante de aquel proceso fue el 19 de octubre, con la sedición
militar del comandante Huber Matos, jefe del regimiento de Camagüey,
quien pretendió desde posiciones de fuerza, cambiar el rumbo
revolucionario, aliado a los nuevos disidentes. Ese día, la capital
cubana fue bombardeada por aviones procedentes de Estados Unidos al
mando de Pedro Luis Díaz Lanz, ex jefe de la fuerza área rebelde y el
agente CIA Frank Sturgis, como parte del complot desestabilizador,
aprovechando que en la capital se desarrollaba una convención
interamericana de turismo.
Los
líderes disidentes, después contrarrevolucionarios desenmascarados,
huyeron al norte y todas las estructuras políticas de partidos y
agrupaciones fraternales o sociales devinieron de la noche en la mañana
en grandes organizaciones contrarrevolucionarias que fueron abastecidas
por los cuadros de las organizaciones laicas de la Iglesia Católica, tal
como fue: el Movimiento de Recuperación Revolucionaria; Movimiento
Revolucionario del Pueblo; Directorio Revolucionario Estudiantil,
Movimiento Demócrata Cristiano y otros, mientras que los partidos se
clandestinizaron y adoptaron nuevas denominaciones: Organización
Autentica, Triple A, Montecristi, Ejército de Liberación, Fuerzas
Anticomunistas de Liberación, etc etc hasta sumar más de 300 de ellas.
También
la jerarquía católica brindó los templos, locales, incluso
universidades para difundir propaganda contra las medidas del gobierno y
esconder armas y explosivos. La acción más canallesca si el término es
correcto, fue la diseminación de una falsa ley del gobierno, elaborada
por la CIA, en la cual se les quitaba la patria potestad a los padres
sobre sus hijos, lo cual provocó un éxodo hacia Estados Unidos de unos
15,000 infantes, quienes muchos de ellos jamás se reencontrarían con sus
padres.
La
sublevación sediciosa de Huber Matos, Sorí Marín, Manuel Ray, Pedro
Luis Díaz Lanz, Frank Sturgis, Manuel Artime y otros fracasaron y fue
desmantelada por las fuerzas revolucionarias dirigidas por Fidel y
Camilo Cienfuegos, quien –en aquellas labores- perdiera la vida en un
accidente aéreo, mientras se desarticulando el complot.
La
guerra en realidad no había hecho más que comenzar. En diciembre de
1959, el coronel JC King jefe de la división del Hemisferio Occidental
de la CIA recomendaba el asesinato del Fidel Castro como “el medio más
expedito para derrocar la revolución”; por otra parte en Cuba, decenas
de bombas confeccionada con explosivos plásticos, facilitados por la
CIA, detonaban en ciudades y poblados del país, mientras, ex soldados
batistianos y disidentes de la Revolución, unidos en una misma causa, se
alzaban en armas en diferentes macizos montañosos del país, para tratar
de derrocar la revolución, algo que como se sabe, no pudieron, mientras
Estados Unidos comenzaba a instrumentar el bloqueo multilateral que aún
perdura y que 55 años más tarde, el pueblo cubano continua derrotando,
en defensa de sus conquistas, independencia y soberanía nacional.
1 Rolando
Cubela Secades, reclutado por la CIA en fecha indeterminada, fue el
agente Am/lash que pretendió en 1963 y 1966 asesinar a Fidel Castro y
dar un golpe de estado en Cuba
Fuentes:
https://zonafrank.wordpress.com/2017/07/07/la-contrarrevolucion-cubana-y-sus-origenes/
https://lasantamambisa.wordpress.com/2017/07/07/la-contrarrevolucion-cubana-y-sus-origenes/
https://lasantamambisa.wordpress.com/2017/07/07/la-contrarrevolucion-cubana-y-sus-origenes/
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