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viernes, 17 de marzo de 2017

Menú: política al magro



Menú: política al magro, por José Francisco Echemendía Gallego / Universidad de Sancti Spíritus

En el mundo de la alta cocina y de los restaurantes es común encontrar en las “cartas” o menú muy diversos nombres de “platos”, algunos muy sugerentes y otros muy directos e informativos: pollo al vino, gambas al ajillo, pato a la naranja, pollo a la parmesana, entre otros. El que les propongo, se parece en la sintaxis a estos nombres, pero no tiene que ver con el arte culinario; por suerte para todos, y casi seguro que no lo degustarían con agrado. Se trata de un juego con las palabras, y no de palabras, pero atención, es mucho más que un juego.

El martes 14 de marzo, el Secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro volvió a sus andadas –si es que alguna vez las abandonó-; hace casi un año (mayo 2016) presentó ante la organización que ¿dirige? un extenso documento en el que solicitaba la convocatoria, y cito “…a una sesión urgente del Consejo Permanente de los Estados Miembros entre el 10 y el 20 de junio de 2016, conforme al procedimiento establecido en el artículo 20 de la Carta Democrática Interamericana…” para, de acuerdo con la letra de este artículo realizar una apreciación colectiva de la situación en Venezuela y adoptar las decisiones que estime conveniente el Consejo Permanente de la OEA.


En aquella ocasión la rápida y enérgica respuesta del gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y la reacción solidaria de los movimientos sociales y gobiernos de América Latina y otras partes el mundo condujeron al fracaso de las intenciones de desestabilizar el país y provocar un golpe de estado parlamentario al estilo del producido en Paraguay, y de ese apoyo y reacciones surgió la idea de acoger el diálogo propuesto por Nicolás Maduro con la oposición venezolana, con el acompañamiento de mediadores internacionales que se comprometieron a hacer avanzar las conversaciones; todo ese proceso dura hasta hoy por las tácticas dilatorias de la derecha de esa nación.

Pues sí, está claro que volvió a las andadas, todo parece indicar que como expresará hace solo unas horas el presidente de Copppal, Manolo Pichardo, “Luis Almagro se ha empeñado en mostrar su abierta militancia contra el diálogo en Venezuela… Los pronunciamientos y silencios de Almagro evidencian que su agenda responde a los intereses de los que siempre han tenido a su servicio a la OEA como un instrumento para justificar y legitimar durante años sus políticas intervencionistas en América Latina y el Caribe”. 

Una vez más, este mercenario de la diplomacia y lacayo incondicional del imperio y las oligarquías latinoamericanas amenaza con suspender a Venezuela del organismo internacional si no “celebra elecciones generales completas a la mayor brevedad” con observadores internacionales para que sean “libres, justas y transparentes”; con el único propósito de favorecer a una derecha sin programa de gobierno (que no sea el neoliberal que ya conocemos), a una oposición entreguista, xenófoba y fascista, y sacar del poder a un gobierno surgido de la voluntad popular en elecciones democráticas y transparentes.



Acciones como esta nos demuestran que “el gigante de las siete leguas” continua intentando sojuzgarnos; Venezuela es en los últimos cuatro años el eslabón que se han empeñado en quebrar, pero no será el único; es por eso que los cubanos, y particularmente los estudiantes universitarios de Sancti Spíritus, tenemos el compromiso, el deber y la obligación de alzar nuestra voz para denunciar esta nueva versión de una vieja patraña; y mostrar nuestra solidaridad y apoyo irrestricto al gobierno y al hermano pueblo de Venezuela en estos difíciles y convulsos tiempos.

Que el ejemplo y las palabras sabias e iluminadas de nuestros próceres nos ayuden a calar hondo en los hombres y actuar en consonancia con lo que veamos en ellos: “Como amo la libertad tengo sentimientos nobles y liberales, y si suelo ser severo, es solamente con aquellos que pretenden destruirnos”.1

Seamos severos con los que intenten destruirnos.

(1) Carta a Juan Jurado, 8 de diciembre de 1814


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