El Fidel de los
educadores / Por MSc. Liliam Marisel Quiñones Colomé. Profesora de Español-Literatura de
la Universidad Sancti Spiritus (UNISS), graduada del III Contingente del
Destacamento Pedagógico “Manuel Ascunce Domenech”
Pedagogo natural y martiano por convicción, es Fidel el gestor de un
proyecto educacional que trasciende la Cuba revolucionaria que construyó, para
asentarse en latitudes impensadas por cualquier cubano cuando convocó a
desterrar, definitivamente, la ignorancia, la incultura y el analfabetismo.
El llamamiento se convirtió en un mar de voluntarios que tomaron todos
los caminos existentes, e hicieron los que fueron necesarios, para llegar a
cada rincón de esta isla, como “la
vanguardia de la Revolución”, que “con
el libro en alto” cumplían una meta: “llevar
a toda Cuba la alfabetización”.
1961 marcó el primer hito en el desarrollo cultural de nuestra nación; y
el 22 de diciembre se alzó su voz, enérgica y diáfana, para declarar que Cuba
era “Territorio libre de analfabetismo”. Quedaba atrás la ignominiosa herencia
capitalista de tinieblas y atraso que desde el juicio del Moncada prometió
proscribir. También quedaron impresas, en la dermis de todo un pueblo, las
huellas imperecederas de Conrado, Delfín, Manuel…
Pero esta conquista no le fue suficiente, y como ávido e incansable lector, bebió del pensamiento y de la obra del más grande pensador latinoamericano del siglo XIX: José Martí.
Releo la carta que el Maestro
le escribiera a María Mantilla el 9 de abril de 1895, y sigo pensando que en
ella se hallan muchas de las motivaciones que convirtieron a Fidel en el más
fiel de sus discípulos en relación con el desarrollo de proyectos educacionales
y recomendaciones específicas para la labor de los docentes.
En el siguiente fragmento están los rizomas, ¿por qué no? de lo que
sería, por ejemplo, el proceso de perfeccionamiento de la Educación Primaria,
la creación de las ESBEC y los IPUEC, de las Escuelas Vocacionales, del
surgimiento del Destacamento Pedagógico, de la creación de las Escuelas de
Instructores de Arte, del proyecto de los Profesores Generales Integrales, de
la Universalización de la Educación Superior, o de la revitalización de las
Escuelas Formadoras de Maestros, si se tiene en cuenta el perfil amplio que
consideraba básico para el hombre de estos tiempos:
“Tú podías enseñar piano y lectura, (…);– y una clase de
geografía, que fuese más geografía física que de nombres,
enseñando cómo está hecha la tierra, y lo que alrededor la ayuda a ser (…), — y
una clase de
ciencias, que sería una conversación (…), como un cuento de
veras, (…). Y el viernes, una clase de muñecas, — de cortar y coser trajes para
muñecas, y repaso de música, y clase
larga de escritura, y una clase de dibujo.
El Fidel
de los educadores es,
porque el pretérito no se ajusta a su colosal dimensión, ese hombre talentoso
que hechizó al mundo con su sapiencia, con su energía, con su afán
transformador, con su altruismo, con su entrega de hacedor permanente de
hombres y pueblos nuevos. Es el de los conmovedores discursos, el de la palabra
vibrante y precisa, el del gesto acusador ante la injusticia, el del abrazo cálido
y fuerte.
Sus concepciones acerca del papel de los maestros y profesores, de la
escuela, y de la educación en sentido general, han quedado como legado para
todos los que, hoy y mañana, asumimos la responsabilidad de educar y formar las
actuales y futuras generaciones. Están en memorables discursos que debiéramos
estudiar, repasar o recordar.
Para los integrantes del III
Contingente del Destacamento Pedagógico “Manuel Ascunce Domenech”
(adolescentes graduados de Secundaria Básica que asumimos el reto, no solo de
impartir docencia al tiempo que estudiábamos, sino de hacer estudios
universitarios sin cursar el preuniversitario) que nos dimos cita con el Líder
Histórico de la Revolución el 13 de julio de 1979, en el teatro Carlos Marx
capitalino, son inolvidables sus palabras en el discurso de nuestra primera
graduación:
“La educación es el arma más
poderosa que tiene el hombre para crear una ética, para crear una conciencia,
para crear un sentido del deber, un sentido de la organización, de la
disciplina, de la responsabilidad”.
“El éxito de nuestra
Revolución, la seguridad de nuestro futuro; el éxito de nuestro socialismo
dependerá, en gran parte, de lo que sean capaces de hacer los educadores”.
Hablé de una primera graduación porque su interés por la preparación de
los profesores de Enseñanza Media General, en aquel entonces, lo llevó a
considerar necesario lo que denominó Completamiento (con dos años de duración
después de los cinco de estudios por Curso Diurno intensivo con las sesiones
del día compartidas como alumnos universitarios y como profesores en las
Escuelas Secundarias Básicas en el Campo) que permitiría alcanzar el título de
Licenciados en Educación, de ahí que culminada esta etapa, nos reuniríamos
nuevamente con el Comandante en Jefe en La Habana.
Esta vez el teatro no permitió el encuentro en su acogedora
arquitectura, fue la explanada de Ciudad Libertad el escenario seleccionado
porque ese año, 1981, el sistema de formación profesoral entregaba a la
sociedad cubana más de diez mil graduados: terminaban la formación básica los
integrantes del V Contingente, alcanzaban el título de licenciados, los del
tercero y los del VI (estos, a diferencia de los cinco primeros, con
preuniversitario concluido y cuatro años de formación universitaria), y se
graduaban también los del Primer Contingente Internacionalista “Ernesto Che
Guevara”, cuya preparación incluyó la labor pedagógica en la hermana tierra
angoleña.
Todavía su imagen imponente se hace vívida para los que estuvimos allí,
y es perceptible aún cómo la llovizna se había dado el lujo de salpicar su
uniforme verde olivo en nombre de todos, porque era imposible que estrechara la
mano de tantos, y que en contubernio con su luz propia, se disiparan las nubes
grises de un día lluvioso para que con su llegada, saliera el Sol. Ese 7 de
julio se torna imborrable; su voz de padre que enseña, prepara y orienta, se
escuchó para decirnos cómo teníamos que ser, y afirmó:
“El educador debe ser un
activista de la política revolucionaria de nuestro Partido, un defensor de
nuestra ideología, de nuestra moral, de nuestras convicciones políticas. Debe
ser por tanto, un ejemplo de revolucionario, comenzando por el requisito de ser
un buen profesor, un trabajador disciplinado, un profesional con espíritu de
superación, un luchador incansable contra todo lo mal hecho y un abanderado de
la exigencia. (…) En la escuela, en el lugar de residencia, en las actividades
sociales, el maestro tiene que ser un ciudadano ejemplar que todos respeten y
admiren”.
“El educador no debe
sentirse nunca satisfecho con sus conocimientos. Debe ser un autodidacta que
perfeccione permanentemente su método de estudio, de indagación, de
investigación. Tiene que ser un entusiasta y dedicado trabajador de la cultura
“.
“En la medida en que un
educador esté mejor preparado, en la medida que demuestre su saber, su dominio
de la materia, así será respetado por sus alumnos (…). Un maestro que imparta
buenas clases, siempre promoverá el interés por el estudio en sus alumnos”.
“La autopreparación es la
base de la cultura del profesor. Es esencial la disposición que cada compañero
tenga para dedicar muchas horas al estudio individual, su inquietud por saber,
por mantenerse actualizado, por mejorar su trabajo como educador”.
“La autopreparación tendrá
calidad si existe el espíritu de superación, si se es exigente consigo mismo,
si se está inconforme con los conocimientos que poseen. La inquietud
intelectual de un profesor es cualidad inherente de su profesión. Cuando se
tiene clara conciencia del papel que se desempaña, el estudio se convierte en
un placer, además de una gran necesidad”.
“Para llegar a ser un
educador respetado por sus conocimientos, hay que dedicar mucho tiempo a la
lectura, al estudio e incluso, sacrificar horas de descanso, si fuere
necesario”.
“El colectivo de profesores
de una escuela tiene que servir de modelo moral para el colectivo de alumnos.
Nuestros educadores tienen que ser ejemplos de la moral del socialismo y
combatir resueltamente toda desviación que no esté acorde con los nuevos
valores creados por la Revolución”.
Otros momentos de su quehacer como Pedagogo mayor, y como Educador
martiano, están plasmados en encuentros importantes con maestros y profesores,
con dirigentes, metodólogos e inspectores del sector educacional, con los
pioneros, con los adolescentes y los jóvenes.
En tal sentido, y vigentes en estos tiempos en que perfeccionamos
nuestro modelo económico, es necesario recordar estas afirmaciones suyas:
“Además del estudio, la
disciplina y la educación, es muy importante eso que llamamos la educación
formal; el respeto a los maestros, el respeto a los padres, el respeto a los
mayores, la buena educación que deben recibir en la familia y en la escuela, el
hábito de seguir los buenos ejemplos (…). Hay dos formas de combatir los malos
ejemplos; una de ellas es criticarlos, y otra es no imitarlos” (17/7/83).
“(…) hoy debemos señalar al
menos la importancia de desarrollar un espíritu de urbanidad en todos los
niños, varones y hembras, hombres y mujeres. Nos referimos a la educación
formal, algo tan importante en la vida del hombre: el saber comportarse
correctamente en cada lugar” (3/4/76).
“La organización escolar es
muy importante para la educación de todos, que maestros, profesores,
trabajadores en general y, muy especialmente los alumnos sepan lo que deben y
lo que no deben hacer. Que desde el principio de curso todo marche
correctamente: los horarios elaborados, los colectivos de dirección
constituidos, la base material de estudio y de vida ordenada, cada trabajador
en su puesto, los laboratorios y talleres instalados, los campos deportivos
limpios y bien acondicionados, en fin, todo dispuesto para llevar a cabo un
trabajo ordenado” (1/9/80).
Por
estas, y por todas tus enseñanzas, ¡Gracias, Fidel!
Fuentes:
http://www.escambray.cu/2016/el-fidel-de-los-educadores/
Fuentes:
http://www.escambray.cu/2016/el-fidel-de-los-educadores/
Publicado por: David Díaz Ríos / CubaSigueLaMarcha.blogspot.com
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